jueves, 31 de diciembre de 2009

159. anuario

Aunque uno no quiera, aunque esté en contra de esos manejos maléficos interiores, llega el 31 de diciembre de cualquier año y resulta inevitable el balance anual de los 365 días (y noches) que dejamos atrás.
Ahora estoy en lo de Sergio ayudando un poco para la festichola de esta noche que, como desde hace varios años atrás, puntualmente se recibe al 1º de enero entre música, buenos amigos, tragos, la santa piletita, y demás festines.
Y mientras estoy llevando unas sillas al fondo, me detengo en el lugar exacto donde todo comenzó (o terminó). Cuando casi un año atrás, y con la llegada exacta de este año que ahora se está yendo sin prisa y sin pausa, Fernanda me decía un “chau” que era un “hasta luego”, y Lucía me saludaba con un “hola” que era un “buenas noches”.
Porque Fernanda no dejaba de volver una y otra vez…
Porque Lucía no dejaba de ofrecerme “buenas noches”…
Y si este fue el comienzo de locura, la desestabilidad emocional siguió establemente a lo largo de este 2009…

Fernanda: Muchas idas y vueltas, hasta que finalmente se dio vuelta y la ida fue completa.
(aunque siempre está volviendo)

Lucía: En plena pasión le cambié el nombre y me dejó abandonado en un verano caliente.
Pero regresó con toda la furia de mujer y una sorpresa interior que me quiso regalar. Pero había un padre verdadero con el cual se quedó, y yo me quedé un poco más solo que la noche anterior.

Valeria: Bajó del cielo (en un pájaro de hierro) iluminándolo todo, hasta que con toda esa luz pude ver que estaba acompañada por otro, y que el pack incluía la estadía permanente en su Bariloche querido.

Vanesa: Unas pocas palabras escritas y el pasado que vuelve como si no existiera el futuro. Y el futuro indicaba que estaba a punto de casarse… y por eso le dije que no iba a realizar una última vuelta en la montaña rusa de su cuerpo. Y no me arrepiento…
(bue, un poquito sip)

Julieta: Apareció de manera mágica, imprevista, directa, llena de energía, avasallante, y después de pasar juntos momentos mágicos, imprevistos, directos, llenos de energía, avasallantes, se marchó para siempre de manera mágica, imprevista, directa, llena de energía, avasallante.

Sandra: Me hizo conocer el Cielo y el Infierno en una sola vida. Fue cuando por un par de días me tuve que hacer pasar por el marido que no tiene, ante la imprevista visita de sus padres. Fueron días caóticos, divertidos, anormales e inmortales. Imposible olvidarla… sobre todo teniendo en cuenta que vive en el edificio de enfrente y… de vez en cuando se cruza.

Nadia: Con su juventud como divino tesoro, y la arrogancia de quién se sabe exquisitamente linda.
Tuvimos una breve época de oro, pero el carbón volvió a cubrirlo todo cuando quiso cambiar mi ser sin ser su ser.

Ellas (y algunas otras) pasaron (y se quedaron) por mi vida y le dieron sentido y ritmo a mi corazón.

Y los que siempre están, mis queridos amigos del alma: Pablo, Sebas, Cris, Sergio, Lore, Natalia, Pato y Pamela.
Y mi hermana Ana, y mi amada Tami, ahora agrandando la familia con el noviazgo increíble con Pablito.
Y hablando de romances, Sebas con mi prima Vero; o el de Pato y Pamela que sigue su curso (pese a la sociedad).

Y los laburos que se fueron mutando, de la querida Editorial desmantelada, hasta la tortura viajante por un pasaje al Cielo.

Y un montón de cosas más que llenaron de vida los últimos 365 días de mi vida a diario.
Y no sólo por ellos… sino también por vos!!!


—Che Gastón, ¿vas a ayudar o vas a hacer el balance del año justo ahora? —me pregunta Sergio, apurándome para dejar todo listo y recibir al nuevo año como se merece, como todos queremos.

lunes, 28 de diciembre de 2009

158. una noche buena

Sabía que cada uno ya había arreglado el lugar donde pasaría la noche navideña por una sencilla e importante razón que ya era una cábala de los últimos tiempos. Recibiríamos el nuevo año en la casa de Sergio.
Mientras tanto, todavía estaba por caer Papá Noel y en casa me encontraba con Sebas y Verónica, que por obvios motivos estaban acá conmigo en el depto. La señora de la rotisería nos había reservado un pollo descomunal con papas haciendo juego. Sebas se encargó de las bebidas y Vero de las ensaladas y el postre helado.

Entre las paredes sonaba buena música de fondo que acompañaban nuestras charlas sin sentido y las risas al recordar ciertas anécdotas inmortales que hacían abrir exageradamente los ojos asombrados de Verónica.
Por suerte la tormenta pasó de largo y el clima era óptimo para la fecha que estábamos viviendo.
Algunos destellos de colores y el paso de varias estrellas fugaces pirotécnicas nos avisaron de la llegada de la medianoche y la hora de abrir los regalos.
Como no había regalos (qué mejor regalo que estar con las personas que uno quiere) lo que hicimos fue destapar la botella correspondiente, llenar las copas, hacerlas chocar en el aire al ritmo de nuestros deseos, y tomarlas en el balcón mirábamos el espectáculo multicolor debajo de las nubes.

Era un poco más de la una de la mañana y estábamos tomando un trago nuevo para bajar el helado cuando del edificio de enfrente se iluminó una ventana.
—¿Ese no es el departamento de Sandra? —preguntó Sebas.
—¿Quién es Sandra? —quiso saber Vero.
—La ex esposa de Gastón —le contestó Sebas riendo de la nueva cara que puso Vero al escuchar la respuesta inesperada—. No, dejá, ahora te explico… —le prometió mientras se iban para la cocina.
Sandra me vio desde su propio balcón y salió a saludarme. Le hice señas de que se cruce, de que venga a brindar, cosa que hizo que diez minutos después esté acá con su energía de siempre, contándome sus planes para el año que ya se aproxima.
—Pero… ¿te vas y volvés? —le pregunté cuando quedamos solos al irse Sebas y Vero a su depto a seguir con las celebraciones a la luz titilante del arbolito.
—No lo sé…
Sandra me contó que los padres le mandaron un pasaje para ir después de fin de año a verlos a España. La idea de ellos es que se quede allá, pero Sandra no quiere ir con esa idea. Prefiere ir a disfrutar de las tierras europeas y si después surge algo… lo decidirá en el momento.
—¿Y vos? ¿Es verdad que te vas de acá, de “la ciudad de la furia” como te gusta decirle a tu Buenos Aires querido?
—Sip —fue mi respuesta tan sincera como profunda.

Quedamos en silencio un rato, mientras de fondo continuaba la música y algún que otro estruendo artificial. De pronto Sandra se levantó y me deseó que tenga una linda noche buena.
—Teniendo en cuenta la hora, me tendrías que desear una buena Navidad.
—No me refería a eso…


Cuando el día se hizo presente entrando por la ventana y me encontré con ella todavía dormida al lado mío en la cama, entendí a qué se había referido con el deseo de una noche buena.
Y por suerte el deseo se cumplió…

jueves, 24 de diciembre de 2009

157. el milagro navideño

Me dejaron a Tami en casa mientras Ana y Pablo se iban de incógnito a luchar contra el enjambre navideño y conseguir los últimos regalos que todavía quedaban sin comprar.
—Tío, ¿te puedo hacer una pregunta?
—Sí, claro —le contesté sin imaginar que esa era la primera de una serie interminable de preguntas.
—¿Por qué no armaste el arbolito?
—Porque estaba esperando a que vos venga así lo armamos juntos —le mentí piadosamente.
—Tío, Papá Noel no te va a traer nada si seguís mintiendo.
—Y Norman Briski me va a querer cobrar más por las clases de actuación.
—No importa, yo te ayudo a armarlo y quizás Papá Noel te traiga algún regalito.
—Esperemos que la tienda de los chinos esté abierta hasta tarde.

Después de buscar el arbolito, encontrar la caja con los adornos, probar las luces, y cotejar que las figuras del pesebre estés todas (o por lo menos sus protagonistas), hicimos lugar en una esquina al lado del balcón. Ese sería el rincón navideño 2009, según la óptica de mi sobrina y yo.
Mientras preparaba unos jugos de naranja exprimidos para dos y ella se sumergía en la tarea de mezclarse entre las bolas, guirnaldas y demás adornitos brillantes, volvió con sus preguntas incisivas.
—Tío, ¿por qué las personas salen a comprar regalos si es Papá Noel el que se encarga de eso?
—Supongo que es porque Papá Noel es muy riguroso con la lista de los que se han portado bien y mal, y quizás a alguno no le traiga nada y, llegado el caso, no es para tanto.
De pronto, la cara de Tami se transformó en una muestra de horror.
—¿Te pasa algo?
—Entonces vos no vas a recibir ningún regalo.
—Che, ¿tan mal me porté?
—(…)
—Tami, ¿qué significa ese silencio? ¿Vos de verdad creés que me porté mal? ¿Por qué? ¿Qué hice de malo?
—Tío, para mí sos el más bueno de todos. Siempre me hacés jugos ricos, miramos las películas que a mí me gustan, me dejás quedarme a dormir acá, jugamos, me cuidás, me hacés reír mucho, me llevás a lo del tío Mc, pero…
—Pero…
—Pero el otro día escuché cuando mamá y el tío Pablo hablaban y decían que no tenés novia. Y yo te vi con novia… Bah, con muchas novias… Y entonces no entiendo porqué no te quedás con una de ellas si todas eran re lindas. Hasta la tía Fernanda era buena, aunque a veces te retaba y eso no me gustaba.
—Tami, yo te agradezco la preocupación por el estado sentimental de tu tío preferido, pero el amor es algo serio. Es verdad que tuve varias novias, varias amigovias, varias… variedades, pero supongo que si un día llega una chica que resulte ser mi gran amor, seguramente no la deje ir y me porte muy bien y le prepare ricos jugos de naranja.
—Tío… ¡se me acaba de ocurrir una idea requetebuenísima!
—¿De verdad? Te escucho…
—¿Y si le pedís a Papá Noel que te traiga esa chica que sea tu amor? Total no tiene que meterla adentro de su bolsa, ella puede ir sentada al lado de él en el trineo.
Me reí mucho con la sana ocurrencia de Tami.
Y mientras ella terminaba con el adornado del árbol, yo me fui a buscar una lapicera y me dispuse a escribir una breve cartita para poner debajo del arbolito.
Quién sabe…
Quizás todavía haya tiempo para algún milagro navideño.

jueves, 17 de diciembre de 2009

156. el dato que faltaba

Anoche estuvo parte de la barra acá en casa, y nos quedamos compartiendo unos tragos hasta bien entrada la madrugada. Cuando el último de ellos se retiró, me lancé de cabeza a la cama que me esperaba con sus sábanas abiertas.
O me dormí enseguida o no había pasado mucho tiempo cuando escucho tres golpes exactos a la puerta y un timbrazo, demasiado extenso para mi gusto, que me obligan a levantarme a abrir la puerta. Fue entonces cuando, sorpresivamente, me encuentro con la chusma de mi vecina con su boca no aguantando comenzar a hablar.

—¿Me vino a pedir una tacita de azúcar? —le pregunté despierto pero con los ojos cerrados.
—No, gracias. Pero por lo visto, durmiendo todavía a estas horas, seguro no te enteraste de lo que le sucedió a Eduardo.
—¿A quién? —pregunté abriendo apenas los ojos y dándome cuenta un minisegundo después, del grave error que había cometido.
—Eduardo, el hijo del kiosquero que está al lado de la casa de los Martines, así con “ese”, porque parece que el juez que los anotó en el registro civil, la noche anterior había salido de juerga y en el camino se encontró con Marta, que ya se había separado del cuñado de Lucía, la de la tienda de telas, la misma que había tenido un romance prohibido con Ernesto. Claro que eso fue antes del accidente, y todo porque le quiso hacer una broma a Don Mario quitándole el coche del taller sin saber que faltaba arreglarle los frenos, y que si no hubiese sido porque a la mañana temprano había ido a visitarlo la atorranta de Cristina, la sobrina del diputado ese que tiene el pedido de captura por lo de la casa de juegos, hoy no la contaba. Casi lo mismo que le sucedió a su primo Enrique, sólo que él ya estaba retirado de la política, o por lo menos eso decía él, pero sin embargo siempre se lo podía ver firme como rulo de estatua en todo acto partidario que se realizara con cualquier excusa. Y sin importar del partido que sea, siempre bien con Dios y con el otro colorado. Igualito a Guillermo Manzioto que firmó contrato con los de la contra porque le pagaban unas chauchas más. Y yo esto lo sé por mi prima hermana Patricia que lo conocía muy bien porque ella había estado de novia con uno que era compañero de él. Lo que pasa es que a ella siempre le gustaron los deportistas pero nunca tuvo suerte. Es que estos tipos les interesa más la pelotita que sus mujeres, y eso que no hago referencia al tenista ese que también era uno de esos que no le daba bolilla a su mujer pero no por el juego, sino por un compañero con el que mantenía una relación oculta y que fue descubierta por el técnico un día que entró sorpresivamente al vestuario. Y él no dijo nada porque él también una vez fue visto muy temprano en la esquina del buzón por el panadero que era muy madrugador pero sólo porque su oficio así lo requería, pero también porque aprovechaba a ver a la esposa del comisario, sin saber que el comisario salía de su casa también muy temprano y casualmente para visitar a la esposa del panadero. Pero ojo que yo esto lo sé por Zacarías, el ferretero, que fue a la comisaría a hacer una denuncia por robo y acusó a su empleado que era inocente pero la verdadera causa era porque andaba de novio desde hacía cuatro meses con su hija y se habían peleado, entonces decidió asustar al chico con la historia del robo. Verdaderamente yo no sé como puede haber personas que juegan con eso, o con armas, o con el juego de la copa, que dicen que es muy peligroso y unas amigas de mi sobrina Choli jugaron a esa porquería y dicen que un espíritu se quedó encerrado en el placard de la habitación de Julieta, una de las chicas. Por lo menos eso es lo que le dijeron al marido y por eso no se sorprendió cuando una noche estaba acostado y escuchó que desde adentro del armario habían estornudado. Enseguida Julieta le dijo que era del espíritu ese y Ernesto se quedó tranquilo y siguió durmiendo porque peor era lo que le había pasado a Alfonso que llegó una noche más temprano de la fábrica y tan cansado que apenas llegó a su casa se acostó, y parece que en el viaje tomó frío y estornudó y alguien desde adentro del placard le dijo: “salud”. Pero no se creyó del espíritu encerrado y al abrir la puerta del armario se encontró con el alma del pelado Pérez y también con su cuerpo desnudo que salió literalmente volando por la ventana abierta y rápidamente una ambulancia lo llevó al hospital y fue ahí donde conoció a Yolanda que es una gran enfermera y sin haber estudiado medicina, dicen... es capaz de revivir a un muerto. Por lo menos es el comentario de varios que han pasado por la enfermería (algunos sin tener ningún tipo de dolencia). Y así le pasó a...

Esto último no alcancé a escucharlo porque mi indiscreta vecina dejó de hablar cuando cerré la puerta con tantas ganas en su propia nariz.
Y mientras me disponía a seguir con mi sueño interrumpido me di cuenta que me había quedado sin saber lo que le había sucedido finalmente a Eduardo, el hijo del kiosquero.

viernes, 11 de diciembre de 2009

155. caminos nuevos y piedritas amistosas

Días de silencio y soledad. Tardes infinitas de entradas sin salidas. Noches de insomnio y otras pesadillas.
¿Acaso puede ser tan difícil dar vuelta el timón del propio barco?
Cada uno va reaccionando con su estilo y manera cuando sale el tema de alejarme unos kilómetros de mi Buenos Aires querido, y los entiendo… pero también espero que me puedan entender a mí.

—¿Y a dónde vas a ir? —preguntó Sebas.
—Había pensado en colgar un mapa de Baires y arrojar un dardo que acertara el lugar exacto de mi próximo destino.
—¿Y si se clava en Dock Sud? —arriesgó Cris con su cuota de real pesimismo
—Supongo que podré hacer un poco de trampa.

—¿Y por qué te vas? —quiso saber una vez más Lore que no lograba comprender la causa de mi viaje.
—No tengo ninguna buena razón, sino pura pasión por alejarme un poco de todo el quilombo diario.
—Sé que después vas a extrañar todo esto.
—Seguro, pero también voy a extrañar no haber desplegado algunas alas mientras todavía puedo caminar.

—Si te vas no vas a volver —dijo en forma de sentencia Vero.
—¿Qué querés decir con eso? —le pregunté mientras por mi cabeza pasaban imágenes de la película “Destino final” de cualquier número.
—Que la ciudad tiene demasiadas atracciones y está buenísimo, pero es evidente que vos vas en busca de aires más puros. Y alejándote de acá lo vas a encontrar, y una vez que lo hagas… difícil que vuelvas.
De pronto se hizo un silencio intenso, infinito, denso, que lastimaba en alguna parte.
Miré a los presentes y recordé a algunas personas que se fueron a otros países y que hoy me alegra el corazón cuando recibo mensajes o fotos de ellos y enterarme que están bien.
Y yo no me voy tan lejos…
Ni siquiera creo que vaya a cambiar de provincia…
Simplemente me siento algo ahogado y quiero respirar un poco.

—Che, ¿ustedes no me piensan ir a visitar?
Todos contestaron afirmativamente.
—De todas maneras es obvio que no nos vamos a ver tan seguido cuando te vayas —dijo Pablo sin su humor habitual.
—No, pero…
—Pero no importa, porque yo me quedo con tu hermana —soltó contagiando la risa.

—Gastón, ¿y Nadia qué va a hacer?
—Nadia… Nadia se va.
—¿Se va con vos?
—No, se va de mi lado.


Pucha, qué difícil todo esto cuando en realidad estoy tomando una decisión que se supone que es para bien, no?