jueves, 30 de abril de 2009

85. ...porque siempre hay un regreso

Bueno, yo tenía ganas de regresar, pero hoy vino desde China (supongo, por la tardanza) el service y acá estoy nuevamente con mi conexión al mundo cibernético y real.
Y aunque más o menos (menos que más) los he tenido un poco al tanto de mi vida no tan a diario, acá estoy para contarles las novedades de este tiempo de presentes ausencias…

Principalmente llegué a un nuevo aniversario de nacimiento (más exactamente el número 34) y aunque fue un día bastante tranqui, no dejo de ser emotivo por diferentes maneras, modos, tamaños, y circunstancias en que me han llegado saludos exactos y regalos diversos.
Y nombro los regalos porque fueron realmente tan sorprendentes como sorpresivos.
Tami me hizo un dibujo familiar (mi hermana Ana, ella y yo) y colorido que ya se encuentra enmarcado y colgado.
Lorena un par de lentes de sol, como cada año, sabiendo que nunca llegan a durarme 365 días.
Pablo un pack de dvds de “Star Wars”, y la trilogía de “Volver al Futuro”.
Sergio una camiseta del equipo de mis amores y algunas pasiones.
Fernanda el libro ”Cosmos”, de Carl Sagan.
Cris un llavero de madera de esos para colgar en la pared.
Julieta unos rollers.
Valeria unos porta-sahumerios junto a una cantidad incontable de sahumerios de infinidad de aromas.
Sandra una invitación (compartida) a un spa.

Bueno, y muchos otros regalos más que son especiales por venir de las personas que tanto quiero.


Y el sábado fue la fiesta organizada por Pablo!!!
Fue en lo de Sergio y bailamos y nos divertimos demasiado mientras sonaba música ochentosa de todos los estilos.
Hasta hubo un karaoke que resulto mucho más que divertido, teniendo en cuenta que comenzó cuando el cielo comenzaba a querer iluminarse.

Y con la sonrisa iluminada fue que descubrí que como dijo alguna vez un viejo sabio, tengo ante mis ojos el tesoro más preciado, más valioso, más importante que uno puede tener y que no viene envuelto en papel de regalo.
Claro, el cariño, el verdadero cariño de la gente que me quiere como yo los quiero a ellos.


Tenía muchas ganas de volver a estar por acá…
Porque los extrañaba y no me parecía extraño.
Porque quería seguir con la escritura compartida y la lectura ajena.
Porque los tiempos han cambiado pero las pasiones no.
Y principalmente… porque siempre hay un regreso.

sábado, 18 de abril de 2009

84. emoticones

Suena el gallo electrónico con su cacareo de pilas gastadas para anunciarme la hora exacta.
Como mis oídos despertaron antes que mis ojos, me levanto de la cama y salgo corriendo. Al llegar a la puerta del placard y darle con mi nariz, es cuando mis ojos deciden también despertar… de golpe.
Mágicamente la ropa que debo ponerme está colgada intacta de una percha. Me visto lo más rápido posible y me acomodo el frac frente al espejo.
Miro nuevamente la hora y con precisión me anuncia lo tarde que es.
Los taxis no paran, el embotellamiento de esta mañana, y la decisión saludable de comenzar a hacer aeróbic en este preciso momento.
Dos, cinco siete, doce, dieciséis, diecinueve, veintidós, veinticuatro cuadras y nueve pulmones después me hago presente en el lugar.
Me llama la atención que no haya nadie en la entrada, por lo que deduzco que ya están todos en el interior de la iglesia. Pero cuando abro la puerta… tampoco.
La iglesia se encuentra vacía, los invitados idos, la novia fugada, y yo…
—¿Qué te pasa? —me pregunta Sandra—. Estabas soñando…
—Sí, creo que sí.
—¿Y qué soñaste?
—No sé… Era extraño pero… Bah, nada importante…
Me levanto y comienzo a pasar las hojas de una guía de teléfonos.
—¿Qué buscás?
—El número de Freud.


Más tarde voy a lo de Sebas a tomar unos mates.
—Por lo menos terminó todo bien, ¿no? —comenta mi amigo quien estaba al tanto de todo.
—¿Vos te referís al supuesto casamiento o por haber despertado al lado de Sandra?
—Supongo que este despertar habrá sido bueno, pero me refería a la ida de tus suegros llevando la verdad.
—Sí, fue sorpresivo que Sandra terminara diciéndole la verdad como una lección a su padre, y que este lo tomara tan bien. Creo que me hubiese sentido un poco mal si se iba con la idea de que su hija estaba casada conmigo.
—Seguramente habrá sentido mucho alivio al saber que su hija NO estaba casada con vos, jajajaja —aportó Pablo quien estaba presente y continuaba la ronda matera.
—La verdad es que me siento muy cansado, con mucho desgaste mental —dije en un tono bajo—. Creo que me voy a tomar unos días.
—¿Unos días? ¿De qué? —preguntó Sebas.
—Sí, ¿de qué? Ya te divorciaste justo a tiempo para tu nuevo aniversario de nacimiento.
—¿Cuándo es?
—El miércoles.
—¿Este miércoles es mi cumpleaños? —dije confundido en otros tiempos—. Entonces debo sentirme cansado por a edad.
—Y sí, es lo más probable, pero eso no te va a quitar la fiesta que tengo pensada para vos —anunció Pablo creando expectativas.
—Te agradezco, pero no tengo ganas de esa clase de fiesta… Por lo menos por ahora.
—No te preocupes que va a ser apta para toda la familia.
Sebas y yo cruzamos miradas altamente sorprendidos y con cierta desconfianza.
—Ok, no puedo decir más, me voy…
—Esperá —logro frenarlo a tiempo—. Antes quiero agradecerles por todo lo que me ayudaron en esta locura casamentera.
—No es nada… Para eso están los amigos, ¿no?
—Supongo que sí, pero con esto ustedes dos se ganaron un monumento.
—No te preocupes que ya me lo voy a cobrar, amiguito —advirtió Pablo.
—¿Dónde están? —le pregunté a Sebas.
—Ahora te las traigo.
Cuando las tuve en mi mano, me fui nuevamente a lo de Sandra…

—¡Buenas noticias!
—¿Qué pasó? —me preguntó Sandra.
—Mirá lo que me dieron en la comisaría.
—las valijas de mis viejos.
—Sí, atraparon a los tipos y confesaron.
—¿Y qué confesaron?
—Bueno, no importa eso. Lo verdaderamente importante es que acá están las cosas de tus viejos. Fijate después cómo se las mandás.
—Gracias Gastón —me dijo dándome un beso de feliz divorciada y dejando el envío de las valijas… para más tarde.


Día largo de 36 horas.
Necesito descansar, poner un freno, apretar la pausa, darle aire a mi alma.
Vuelvo a casa, a mi casa para desconectarme del mundo por un tiempo
(o por lo menos hasta el partido de mañana domingo)
Pero cuando entro al depto me encuentro con la sorpresa…
¡¡¡Un monitor!!!
Sí, un monitor de los delgados, negros, alta definición, hermoso.
Me pongo a conectar los cables y todo lo necesario para ponerme al día con a escritura, con mi correo, con mis contactos, con mis lecturas, pero…
Pero el gran problema es que ahora estoy con a computadora completa… pero sin conexión!!!

Speedy… dejate de joder, che…
(ylareputisimamadrequelorecontraremilreparió!!!)

jueves, 16 de abril de 2009

83. función final

Cuando regresé a media mañana, estaba Sandra y sus padres esperándome para desayunar.
—¿Hubo alguna novedad? —me preguntó Don Antonio.
—No, en la comisaría me dijeron que no pareció nada, pero tienen mi número y el de Sandra, por lo que cualquier cosa se comunican.
—Suerte que habían dejado los documentos acá en casa —dijo Sandra.
—Y el dinero… ni en los bancos —dijo Doña Marta, metiéndose la mano en… un lugar (ups!) y sacando un fajo de billetes de… ahí.
—No existe lugar más seguro —advirtió Don Antonio y remató— ¿Quién va a atreverse a meter la mano allí?

El vuelo sale a las cinco de la tarde, pero hay que estar en el Aeroparque una hora antes por lo menos. El lapso de tiempo que existe ente este momento cercano al mediodía y el de salir de casa, se podría denominar tiempo muerto.
No hay mucho por hacer, y por lo sucedido ni grandes valijas que cargar. Dos bolsos de mano con algunos recuerdos comprados y otras pertenencias personales.

Almorzamos muy liviano y casi sin ganas.
Hay una especia de extraño nudo en el estómago.
En mi caso se sabe que odio las despedidas y sobre todo si son a través de medios de transportes.
Claro que no es lo mismo un tren que un avión…
Estos últimos llevan a la persona muchos km más allá de nosotros.

Llega la hora y la combi ya se encuentra puntual en la puerta.
Vamos subiendo de a uno, sabiendo que nos dirigimos al lugar de la separación.
El viaje se hace en los tiempos esperados.
No hay tráfico en la autopista y ente charlas de compañías que sirven solamente para llenar silencios, llegamos a destino.

Los trámites en el mostrador, los bolsos que se van en la cinta transportadora, y nosotros que nos tomamos el último café de a cuatro.
La chica del parlante anuncia el embarque del número exacto con destino español, y las mujeres no pueden contener las lágrimas. Don Antonio y yo miramos para otro lado para dejarlas en esa intimidad y también para no permitir el contagio. Sin embargo, cuando él recibe el abrazo de su hija…
Con frases del estilo: “Vengan a visitarnos”, “Cuídame a la nena”, “Sean felices”, “Avisen si hay novedades”, se van despidiendo al mismo tiempo que la escalera mecánica los transporta a la zona de extrañamientos agudos.

Con paso lento vamos saliendo del predio, traspasamos la última puerta y salimos al exterior, con el cielo celeste allá arriba y algún avión atravesándolo.
Miramos el pájaro de hierro hasta que desaparece de nuestra vista y es nuestra mirada la que se encuentra.

Nos subimos a un auto y nos vamos para casa.
—¿Y ahora? —pregunta Sandra.
—No sé —respondo yo.

miércoles, 15 de abril de 2009

82. lecciones de vida

Después de colgar el teléfono, Don Antonio nos mira a todos y comienza a decir…
—Pues que con una mueca de tristeza y otra de cierta alegría, os debo comunicar que ye tenemos confirmados los pasajes de regreso.
—¿Para cuándo? —preguntamos al mismo tiempo Sandra y yo.
—Para el jueves.
—¿Este jueves? ¿Para mañana?
—Así es… Pero no os quiero ver mal. Ha sido de una felicidad enorme compartir estos días con vosotros, más allá de los percances que se presentaron.
—¿Querés que hagamos algo en especial para este último día? —quiso saber Sandra.
—Pues claro, quiero que tengamos una conversación tú y yo —le contestó el padre.
—Bueno, aprovecho entonces para hacer algunas cosas en el mundo exterior —dije mientras me iba para dejarlos solos, sabiendo que el momento esperado por Sandra había llegado.
—No te alejes demasiado, chaval, que luego también quiero hablar contigo.
—Ok, prometo regresar…

Me metí en un bar del barrio y me tomé un impar de cafés con crema al mismo tiempo que, desde un lugar estratégico y privilegiado, miraba la gente pasar.
Y mientras el tiempo se detenía ahí adentro, mi mente me llevaba a recorrer desde otra altura los últimos días vividos.
Realmente parece un sueño haberme metido en semejante irresponsabilidad, en tamaño problema, en exagerada realidad alternativa. Sin embargo no se trataba de un sueño y además no sólo estaba llegando a su fin, sino también a buen puerto.

Las horas fueron pasando y me fui nuevamente para lo de Sandra.
—¿Y? ¿Qué pasó?
—Gastón, no tengo más que agradecerte para el resto de mi vida —me dijo Sandra mientras me abrazaba de manera fuerte y emotiva.
—Por tus ojitos emocionados debo deducir que salió todo como lo esperabas.
—No… Salió mucho mejor de lo que podría haber imaginado.
Entonces me contó que Don Antonio le pidió disculpas por su comportamiento. Que más allá de verla casada junto a un buen hombre como él deseaba, vio a su hija con la independencia y el temperamento que heredó de su padre. Le dijo que sabía que el “castigo económico” que le había dado era equivocado, pero que su orgullo y su cabeza dura fueron más fuertes. En fin, que era un bolud…, digo, un gilipollas, pero que esperaba remediar todo error a su manera.
Su parte había salido más que bien.
Habían aclarado y fortalecido la relación padre-hija, y por otra parte el costado económico ya estaba solucionado y con él el sueño de la empresa propia de Sandra.
Pero ahora me tocaba a mí enfrentar a Don Antonio y que me hablara… como si fuera su yerno preferido.

Cuando finalmente reapareció, nos fuimos a la habitación a la cocina para hablar a solas, de hombre a hombre.
—Pues mira, quizás tú no lo sepas todavía, pero si alguien trata bien o mal a un hijo, lo mismo siente uno como padre. Tú has tocado mi corazón por la ayuda brindada a mi querida Sandra.
—Bueno Don Antonio… No me debe agradecer… Es mi esposa y…
—No hace falta continuar —me dijo sorpresivamente, y continuó con la sorpresa—. Sé que no están casados y que además tu nombre es Gastón. Sin embargo, lejos de enfadarme, con todo esto he aprendido una gran lección.
—¿No confiar en los yernos?
—Jojojojo… Sí, además de eso, coños. Quiero decir que no hay mayor felicidad que ver a mi hija feliz. Ya sea sola o junto a alguien como tú.
—Mejor sola que mal acompañada, ¿no?
—Guardo una pequeña esperanza de que…
—No lo diga, Don Antonio. La verdad es que no está en mis planes casarme por el momento. Y esa es la lección que yo aprendí de todo esto… Además de que no todos los suegros son unos ogros.
—Pues joder, ¿tú pensabas eso de mí?
—Ok, y también estoy aprendiendo a no hablar de más.

Para terminar, Don Antonio nos pidió a Sandra y a mí continuar con todo esto hasta mañana.
No quiere darle un disgusto a Doña Marta.
Mi corazón tampoco…

martes, 14 de abril de 2009

81. los mareados

A la mañana, aprovechando que los padres de Sandra se iban a realizar algunos trámites para sacar los pasajes de regreso a su patria, me crucé a mi depto a darme una ducha y cambiarme.
Disfrutando de un poco de tranquilidad en mi hogar de pocas paredes, realizo algunas llamadas, entre ellas a mi jefe Lorenzo, quien me informa que hasta el próximo lunes no se vuelve a la oficina.
Llamo a Fernanda pero me atiende su contestador, por lo que decido dejarle a él señales de vida.
Cuando estoy por hacer lo mismo con Cris, golpean la puerta y justamente es él
—Mirá, vos habrás tenido tus razones para hacerlo, pero no logro comprender ni me entra en la cabeza, si somos amigos, cómo no me pudiste avisar —saludó con todas sus quejas puntuales y ordenadas lanzadas con precisión.
—Escuchame Cris… Dejame que te explique…
—No hay nada que explicar. Acá te traje esto —dijo mientras apoyaba un paquete sobre la mesa.
—¿Qué es? ¿Una bomba?
—No, es un juego de sábanas. Es mi regalo de bodas. Además no podés usar tus viejas y usadas sábanas con tu esposa —explicó remarcando la palabra “usadas”.
—Cris, ¿querés tomar algo? Necesito decirte algo muy importante.
—¿Está embarazada? Claro, por eso te casaste en secreto. Ahora caigo… Si se entera Fernanda o Julieta, o alguna de tus chicas, tu esposa pasaría a convertirse en una joven y hermosa viuda —divagó con sus ojos salidos de órbita.
Le traje un vaso con agua mientras yo me abría una botella de Dr. Lemon. Me senté frente a él y con extrema claridad le expliqué todo lo sucedido y la causa por la que aparecieron suegros, me llaman Gustavo, y todos me creen casado.
—¿Vos estás loco?
—¿Te cabe alguna duda? Pero prometo ante los testigos ocultos que después de esto me tomo unas largas y más que merecidas vacaciones.
—Sí, la otra vez dijiste lo mismo y mirá la situación en la que te encontrás.
—Bueno, puede fallar… Pero la séptima es la vencida, jajajaja.
—Gastón, sinceramente no sé cómo tenés todavía ganas de reírte.
—Será que me sigue entrando aire en los pulmones y me hace cosquillas.
—¿Hay alguien más sepa que la verdad de esta gran mentira?
—Sí, Sebas y Pablo.
—¿Y ellos porqué saben?
—Porque me dieron una mano enorme en un favorcito que les pedí, y que de hecho no sé cómo voy a hacer para devolverles tamaña ayuda.
—Me da miedo preguntar qué favorcito te hicieron.
—Después te cuento…
—Dejá, mejor ni me entero… Ahora me voy que tengo cosas que hacer.
—Sí, yo también.
Nos levantamos para irnos y cuando estamos a punto de salir, Cris se vuelve.
—¿Qué pasó?
—Nada, me olvidaba de llevarme esto —dijo mientras sostenía en la mano el paquete de sábanas que me había traído.
—Che, los regalos no se quitan —le retruqué en broma.
—No te lo quito, sólo lo reservo para dártelo en tu cumpleaños —me contestó en serio.


Salimos a la calle y frente a la entrada del edificio vemos un camión de “FLETES YA”, y a un hombre bajando de la parte trasera una cuna. La misma cuna que mis viejos me mandaron la otra vez cuando creían que iba a ser papá.
—Disculpe, ¿por casualidad esta cuna es para el 7º “A”? —le pregunto al fletero.
—Así es. ¿Usted es Gastón? ¿No le traje la cuna la vez pasada y había sido una falsa alarma?
—Sí, y supongo que ahora sonó la misma alarma —le digo con un poquito de vergüenza.
—¡Queloparió! Sus padres en vez de cunas deberían mandarle test de embarazos —vociferó el hombre cargando nuevamente la cuna y llevándola, una vez más, de regreso.

lunes, 13 de abril de 2009

80. mi familia es un dibujo

Mi suegro se quería ir ya del país. Y entiendo que los últimos acontecimientos lo tengan preocupado y con ganas de regresar a un lugar donde, aparentemente, la inseguridad no es tan frecuente.
Sin embargo, el domingo de Semana Santa, reunidos, cenando en familia y rompiendo los huevos (de chocolate, claro) pasamos la cena final.

Antes fui a visitar a Tami para llevarle un dulce conejo chocolatado.
Me encontraba charlando con mi hermana Ana sobre el robo de la editorial y de mi celular cuando Tami me hizo una pregunta peligrosa.
—Tío, ¿vos alguna vez te vas a casar?
—¿A qué viene esa pregunta, hermosa sobrinita mía?
—Vos me enseñaste que no se responde con preguntas.
—En realidad no te respondí, pero mi respuesta sería…
—Quiero escuchar esa respuesta —dijo Ana con cierto sarcasmo.
—Mamá ya me respondió —advirtió inocentemente Tami.
—¿Y qué respondió? —pregunté con el mismo sarcasmo familiar.
—Que sí.
Me quedé unos segundos en silencio después de escuchar la respuesta afirmativa. Sinceramente estaba convencido de que Ana no quería saber nada con casarse, pero es evidente que el universo femenino es el mayor de los misterios existentes.
—Bueno, pero para casarse tu mamá tiene que tener un novio, y que yo sepa todavía no…
—Sí que tiene uno —me interrumpió Tami.
Fue lo último que escuché, ya que de manea tempestuosa tuve que despedirme de Tami mientras Ana me echaba de la casa sin decirme siquiera la inicial del tipo con el que parece que está saliendo.
(de todas maneras ya tendré una charla a escondidas con mi adorable sobrinita, jejeje)


Antes de ir a lo de Sandra, pasé por lo de Sebas. Me prestó un celular para que lo use hasta que yo me compre el mío, y de paso me facilitó cierta información que necesitaba escuchar. Subí a mi depto a buscar el chip y por milagro recordé dónde lo había dejado. Apenas hago el injerto en el celular comienzo a recibir mensajes de medio mundo. Una rápida mirada y lectura de algunos me informan que me perdí algunas salidas interesantes, que Julieta no está en el país, que Fernanda no logra ubicarme (¡por suerte!), que hay muchos deseos de Pascuas por mensaje de texto pero pocos huevos de chocolate a domicilio. Bueno, nada demasiado importante…
Me cruzo a lo de Sandra a pasar lo que resta del día junto a ella y sus padres.

Ya terminada la cena suena mi celular.
—Hola mamá, ¿cómo estás? Sí, yo bien… No, lo que pasa es que me robaron el celular y… No, nada, solamente el celular y… Que no mamá, no me hicieron anda… Bueno, al final para qué te cuento si… Esta bien… Sí… Sí… No… Sí…
Estaba algo concentrado hablando con mi vieja cuando Don Antonio, tan impulsivo como es, me quitó el celular de la mano para saludar a su consuegra.
—Salud señora… Pero ¿cómo que quién habla? ¿Acaso no me reconoce? Jojojo… Pues ni más ni menos que el padre de Sandra… De Sandra… ¿Cómo que quién es? Pues la esposa de su hijo, joder… ¿Cómo que qué esposa? Pues supongo que la única que tiene, ¿no es así? Claro, nos vinimos desde España para conocer a nuestro yerno que, debo decirle, señora mía, que felicito a usted y a su marido por semejante retoño. Sí, sí, ahora le paso con su niño. Un beso grande y ya veremos cuándo se van para allá. Adiós y saludos a su marido, joder.
Sandra no podía quitarle el celular mientras Don Antonio hablaba y caminaba por la casa, y yo no veía de volver a hablar con mi mamá.
Cuando por fin logro recuperar el celular, salgo a hablar al balcón…
—Hola mamá… No, no te avisé porque… No, no es la que estaba embarazada. Bueno, en realidad esa sigue embarazada pero yo no… No mamá, no fue de apuro... Mirá, ahora no puedo hablar pero dejame que mañana te llamo y te explico bien… Es todo una confusión, ¿me entendés mamá? ¿Mamá? ¿Mamá? ¿Me escuchás? Hola…
—Hijo, soy yo, papá. Tu mamá está a punto de desmayarse mientras dice que te casaste. ¿Es cierto eso?
—Sí… No… Papá, yo no…
—Gastón, no importa si te casaste de apuro, lo importante es que sepas que siempre vas a contar con todo nuestro apoyo. Lamento que no nos hayas invitado, sobre todo por tu mamá que siempre creyó que nunca lo harías. Y además le cae muy bien Fernanda… Sobre todo ahora que está embarazada…
—Pero papá, Fernanda no está embarazada… Y no me casé con ella… En realidad no los invité porque no me casé con nadie… ¿Hola? ¿Papá? ¿Me escuchás? Hola… Hola…

Entré nuevamente al depto.
—¿Qué pasó? —me pregunta Sandra preocupada.
—Perdí la señal… y quizás a algún familiar también

domingo, 12 de abril de 2009

79. hospedaje compartido

A las diez de la mañana el sueño de la luna de miel fue interrumpido por golpes repetidos en la puerta de nuestra habitación.
—¿Qué pasa? —pregunta Sandra al abrir la puerta y encontrarse con su padre alterado.
—Coños, que me he comunicado con el hotel donde nos hospedamos y el conserje me ha informado que me han robado de adentro de la habitación.
—¿Qué? ¿Pero cómo?
—Pues cómo coños lo puede saber, niña. Simplemente he llamado para un trámite que había dejado encargado y pues que de pronto me dicen esto, que me han vaciado la habitación, santísimo coño.

La espera del barco, la hora de navegación, luego el viaje en tren, y finalmente el taxi que nos deja en la puerta del hotel donde se hospedan los padres de Sandra.
Allí el conserje nos informa que la señora de la limpieza entró a la habitación a realizar su higiénico trabajo y se encontró con la habitación casi vacía.
—Pero joder, ¿cómo pudo haber sucedido algo así?
—Según nos dijo el encargado de la noche, dos jóvenes de acento español se presentaron diciendo que eran familiares suyos. De hecho dijeron el nombre y apellido de ustedes y hasta sabían el número exacto de la habitación.
—¿Pero cómo es que los dejaron pasar? —preguntó Sandra indignada.
—Dijeron que estaban en no sé dónde y que habían sufrido un pequeño accidente viniendo de regreso, por lo que necesitaban subir a buscar unos remedios y algo de ropa.
—No lo puedo creer —exclamé sin poder creer lo que escuchaba.
—mire caballero… realmente lamentamos lo sucedido, pero el hotel tiene un seguro que…
—¡Al carajo! Ese seguro no me devolverá ni mi camisa azul ni mis calcetines. Quiero ya mismo que me cancelen la estadía. No nos vamos a seguir quedando en este hotel… del reverendísimo coño. Los voy a denunciar… y los voy a recagar a patadas… y también…
Don Antonio se estaba agitando mal por lo que decidimos que Sandra se vaya con los padres al depto y yo me quedara haciendo los trámites correspondientes.


Ya nuevamente en el depto con Sandra y sus padres…
—Gastón, vamos a tener que hacer algo —me dice Sandra a solas en la cocina.
—¿Algo con qué?
—Mis viejos no se pueden quedar acá porque no hay lugar. Y no quieren saber nada con ir a otro hotel.
—¿Y entonces? —pregunté lleno de intriga— ¿Qué se te ocurre?
—Tu departamento.

Después de una breve y directa explicación sobre mi departamento de enfrente que “en realidad” es donde yo vivía de soltero antes de casarme con Sandra, y que ahora sigue armado pero lo uso como oficina.
Los padres aceptaron hospedarse ahí por pocos días ya que Don Antonio quiere irse ya mismo para España.
—Poder, yo lo he dicho muy claramente el otro día. Ante esta inseguridad no nos vamos a quedar a esperar que se agrave la cosa. Hablaré con la compañía de aviación y a más tardar, con el corazón hecho trizas, nos iremos de esta bendita tierra el lunes, martes o miércoles.

Los ánimos se calmaron y “mis suegros” se quedaron en mi depto mientras yo me quedaba en lo de Sandra, que aunque tiene un buen sillón… no lo usé para dormir.

sábado, 11 de abril de 2009

78. naturaleza salvaje

El viernes se sentía la ausencia de gente en la ciudad.
No era como en el verano, pero se podía andar tranquilo entre las calles de pocos autos y las veredas ausentes de multitudes.
Y aprovechando todos los ingredientes, nos subimos al Tren de la Costa y recorrimos el paisaje de casas pudientes y barrios prestigiosos.
La última parada nos dejó en el Tigre y sus caminos de agua.
Nos embarcamos y recorrimos buena parte del Delta aprovechando el día maravilloso de la fecha.
Un puerto pintoresco nos recibió después de una hora de viaje, y almorzamos en un restaurante ubicado en uno de los islotes y rodeado de la naturaleza.
Antes, fuimos a caminar un poco…

—Gastón, vas a tener que hacer algo —me dijo misteriosamente y en un susurro Sandra.
—¿Algo con qué? —le pregunté en el mismo tono.
—Mi mamá me preguntó si andábamos bien entre nosotros, como pareja, porque no te ve cariñoso conmigo y está algo preocupada.
—¿Y qué tengo que hacer?
—Lo que harías con tu esposa.
—¿Dejarla por una más joven?
—Dale, de verdad te hablo…
—Ok, ya entendí.

Continuamos unos pasos más recorriendo el lugar y teniendo a los padres de Sandra unos metros por detrás nuestro, cuando me detuve y exclamé en voz alta:
—Amor, esto es hermoso. Me encanta poder compartir este paseo con tus padres y sobre todo con vos, la mujer más linda que tiene mi corazón —y dicho esto le di un beso laaaargoooo a Sandra que hizo suspirar a su madre… y a ella también.
—¿Estuve bien? —pregunté con inocencia.
—Demasiado —contestó Sandra mientras me pasaba la mano por la cintura.


Pasamos un día maravilloso, y fue tan así que en el lugar había una hostería y el padre tuvo la ocurrente y sorpresiva idea de hospedarnos y pasar la noche en el lugar.
Por casualidad (y algo de maldición) quedaban habitaciones, por lo que nos dieron dos matrimoniales para pasar cierta noche romántica entre estrellas, barquitos y demás…
Cenamos en el mismo y único restaurante y aprovechando que no nos íbamos, Don Antonio nos invitó con buenas botellas de vino.
Pasada la una de la madrugada, cada pareja se retiró a su habitación caminando por un suelo que parecía moverse.

No había sillón donde tirarme a pasar la noche.
—Dormí acá —me invita Sandra señalando la cama matrimonial—. No te voy a violar, lo prometo.
—Confío en que no hayas cruzado los dedos.
Ya en la cama los dos nos quedamos charlando un rato. Cuando ya el sueño parecía vencer, Sandra me dio las gracias por la ayuda y el sacrificio que estaba haciendo por ella.
—Por suerte está saliendo todo bien, y después de todo será una gran anécdota de esas que se cuentan hasta el final de los días —le digo con sinceridad y riéndome de tanta locura.
—Sí, una locura que no se sabe hasta dónde se estirará.
—¿Por?

Mi breve pregunta fue contestada por un beso de Sandra en la oscuridad que dio comienzo a una noche movediza… y no por culpa del vino.

jueves, 9 de abril de 2009

77. seguro contra la inseguridad

Por lo sucedido en la editorial estoy obligado (Y todos los demás también) a tener un fin de semana largo… y seguramente parte de la próxima semana también.
Esto hace que las ocho horas laborales que me servían de salida de emergencia, ahora me tengan haciendo vida de casado y familiar full-time.
Justamente de esto me encontraba hablando con Sandra.
—No te preocupes… Está todo más que bien. Encima a papá le caíste genial. De hecho me estoy poniendo un poco celosa, jajaja.
—Sí, eso es bueno… De todas maneras me sigue dando miedo la posibilidad de meter la pata con algo. La otra noche cuando se me cayó el monitor me podrían haber visto por la ventana y…
—Podemos decir que es un departamento que alquilaste como oficina, o que te lo ofreció la editorial.
—Sí… —dije pensando—, no sería una mala idea. De hecho me permitiría estar en casa y no molestarte acá.
—Pero es que no me molestás. A no ser que seas vos el que se siente incómodo conmigo.
—No, para nada… Pero sí con la presencia cercana de tus viejos.
De pronto Sandra comenzó a reírse con ganas.
—¿De qué te reís? —pregunté desconcertado.
—Es que parece un diálogo entre novios apunto de tener relaciones por primera vez y con miedo a ser descubiertos por los padres.
—Bueno… Más o menos, ¿no?
—Claro, salvo que no vamos a tener relaciones, ¿no?
—No, claro… Por supuesto…


Llegaron los padres y decidimos ir a dar una vuelta por algún lugar. Cuando estábamos en la calle por tomar un taxi lo veo venir a Cris, y con desesperación noto que no tengo escapatoria alguna. Ya me descubrió y…
—Hola nene.
—¿Cómo estás Cris? Mirá que me estoy yendo, así que cualquier cosa lo dejamos para otro día.
—No, está bien. Venía a ver a Sebas. De todas maneras te estuve llamando y fue imposible comunicarme con vos. ¿Dónde te olvidaste el celular esta vez?
—Me lo robaron.
—¿De verdad? ¿Y estás bien? ¿Te hicieron algo? —comenzó Cris a preocuparse con su exageración habitual.
—No, estoy bien. De hecho me dejó el chip, pero bue…
—¡Qué lo parió, che! No se salva nadie de la inseguridad, carajo —se quejó Cristian con angustia.
—Pero coños, si además le han robado en sus oficinas, ¿no es así?
El padre de Sandra se metió en la conversación y Cris se percató en ese preciso momento de que me encontraba acompañado.
—¿Quiénes son ellos? —me preguntó para que le respondiera presentándolos.
—Ellos… Ellos son… Bueno… Son… —por más esfuerzo que hacía no lograba que se me ocurriera algo ni que me secuestrara una nave extraterrestre.
—Mejor dejá que me presento yo solo —dijo Cris saludando y presentándose en sociedad—. Soy Cristian, uno de sus mejores amigos.
—Coños tío, qué alegría me dais conocer a uno de los amigos de mi querido yerno. Ella es mi esposa Marta y yo soy Antonio. Somos los padres de la esposa de tu amigo, qué joder.
—Los… ¿qué? —preguntó y se atragantó Cris abriendo sus ojos como nunca lo vi hacerlo antes en su vida.
—Los suegros de Gustavo.
—¿De quién? ¿Quién es Gustavo?
—Pero ¿qué coños te sucede jovencito? ¿Acaso no conocéis el nombre de quien dices ser su mejor amigo? —preguntó indignado Don Antonio-
—Pero… Es que… No entiendo nada… —decía totalmente extrañado Cris—. ¿Vos te casaste y no me dijiste nada?
—Bueno… No tenía que pedirte permiso, ¿no? —le dije sin saber qué decir—. Mirá, otro día te explico bien. Ahora me tengo… Nos tenemos que ir. Chau —me despedí con urgencias y empujando a todos hacia el interior de un taxi y alejarnos de este lío.


Ya en el taxi, Don Antonio no pudo evitar preguntarme sobre lo sucedido.
—Cris tiene problemas de memoria. A veces no recuerda ni quién es él. Hay que tenerle paciencia… Es una buena persona, pero su cabeza…
—¿Se golpeó la cabeza?
—Ehhh… Sí, Sí, lo golpearon… Le quisieron robar, se resistió y ahí nomás le dieron un golpe en la cabeza.
—Pero coños, esto e terrible. Mira, os puedo asegurar que si me ocurriera algo así, no me quedo ni medio minuto más aquí. Es que no llego a comprender cómo podéis estar en un lugar tan inseguro, junto a personas que no son de fiar.



(no dije nada, pero pese a todos los problemas… ¡¡¡Tuve una revelación!!!)

miércoles, 8 de abril de 2009

76. peor es nada

La editorial en laque trabajo no e de las grandes ni de las medianas como tampoco de las conocidas para el público común.
Entre las demás empresas dedicadas al mismo rubro, poco a poco fue haciéndose notar, pero siempre con humildad y trabajando a pulmón y corazón.
Su fundación comenzó como un pequeño proyecto que fue hecho realidad gracias a un dinero ahorrado y otro poco por un juicio en el que salió favorecido mi jefe Lorenzo por un accidente vehicular sufrido bastante tiempo atrás.
En ese momento me encontraba en un trabajo malo (ni vale la pena recordarlo) y él que me conocía desde que era yo adolescente, me habló de su antiguo sueño sobre abrir una editorial y me ofreció formar parte de la realidad a punto de concretarse.
Fui testigo directo y privilegiado de los esfuerzos sobrehumanos de los primeros tiempos.
Siempre estuvimos ubicados en el cuarto piso de un viejo edificio céntrico. Y en ese mismo lugar fue que se abrió la editorial con sólo dos escritorios, un par de sillas y libros propios como adornos.
Con mucho esfuerzo y vientos en contra, de a poco se fue acomodando todo y hoy, además de Lorenzo y yo, hay otras diez personas trabajado en el lugar. Desde la recepcionista hasta el cadete, desde el que se encarga del papelerío legal y numérico hasta quien se encarga de lo contactos necesarios.
La editorial fue creciendo con el hombro compartido y, aunque me siento cómodo y me siento de alguna manera parte de la misma, por momentos tengo ganas de cambiar de aire.
Pero mientras tanto… acá estoy.

Y justamente ahí estaba al llegar a la mañana y bastante puntual a la editorial cuando la encuentro semi vacía.
—¿Van a pintar otra vez o nos mudamos? —pregunté inocentemente.
—Ni lo uno ni lo otro… Nos robaron.
—¿Qué? No puede ser…
—Sí que puede ser… Mirá todo… No nos dejaron nada.
Realmente la escena ahora cobraba un estado dramático, triste, vacío.
—Fue a la madrugada —me cuenta Jorge, el cadete—. El diariero del puesto de enfrente dice que mientras preparaba el reparto vio un camión de mudanza cargando computadoras y demás. Le llamó la atención por la hora, pero nunca imaginó que se trataba de un robo,
Busqué a Lorenzo pero estaba como loco (naturalmente) haciendo llamadas, contestando preguntas de la policía y averiguando cosas por el seguro.
No había nada que hacer en el lugar porque no había nada en el lugar.

Antes del mediodía me volví a casa.
Con chip pero sin celular…
Con computadora pero sin monitor…
Con trabajo pero sin nada que poder hacer…
Con billetera pero sin dinero…
Con ganas de estar solo pero “casado y con suegros”…


¡¡¡Paren el mundo que me quiero bajar!!!

martes, 7 de abril de 2009

75. maldito lunes (II)

El depto donde vivo es, por momentos, mi refugio más seguro.
Si por alguna razón tuviera que permanecer acá por un tiempo indeterminado, tengo todo lo necesario para la sobrevivencia y pasar una estadía tranquila.
Tengo los discos y el equipo necesario para que la música suene con ritmo y sin pausa.
Tengo los libros que valen la pena leer y releer.
Tengo la heladera llena… de imanes con los números de lugares que traen comida y demás (léase bebidas, helados, autos, ropa limpia, películas, etc.).
Tengo la cama donde tengo mis sueños más inconscientes y lo que además inconscientemente se cumplen.
Tengo el sillón multiuso (léase multiuso y sígase imaginando)
Tengo la computadora con la que me informo, me contacto, y ejecuto uno de mis grandes placeres como resulta ser la escritura.
Tengo el balcón que me permite salir al exterior y respirar en los momentos de ahogo suburbano.
Y tengo… varias cosas más, pero quiero detenerme en estos dos últimos, es decir, el balcón y la compu y lo que resultó ser una combinación maldita.

Resulta que anoche estábamos en el depto de Sandra cenando junto a Don Antonio y Doña Marta cuando, mirando por el ventanal del balcón, descubro con cierta facilidad mi departamento justo en frente, y al mismo tiempo lo tarde que se hizo para la escritura diaria.
Terminada la cena Sandra quiere preparar café pero no queda. Ni lerdo ni perezoso me ofrezco enseguida para ir a comprar un frasco.

Salgo del edificio de casado y entro al de soltero.
Ya en mi depto me voy a poner a escribir con rapidez y cierta precisión cuando me percato que mi ubicación en la computadora tiene vista al balcón, y por ende estoy expuesto a la mirada desde lo de Sandra. Decido mover el escritorio hacia la otra punta para no ser interceptado, por lo que comienzo a desenchufar la maquinaria y realizar la mudanza. Y en ese apuro paranoico es que me enredo con uno de los cables en el momento preciso que iba cargando el monitor.
Con reflejo y algo de fuerza, mientras voy acercándome al suelo vertiginosamente, lanzo el monitor hacia el sillón y es cuando maldigo no haber jugado al básquet de chico.
Que se rompa la pata de apoyo del monitor no me preocupa, pero sí que se haya hecho trizas la pantalla.

Todavía no cobré el sueldo, y aunque ya tengo el gasto del celular que todavía no fui a comprar, es poco comparado con la adquisición de un monitor nuevo.
Y otra cosa que lamento es que no puedo quedarme acá a rezongar o pensar en alguna posible solución o tomar algo en el balcón o irme a acostar y que termine el día (sí, tenía que ser un maldito lunes todavía) o cualquier otra cosa, ya que tengo que regresar a lo de Sandra y “mis suegros”.
Con los pedazos de monitor en una caja salgo a la calle y los dejo en el lugar indicado para quien quiera un poco de chatarra cibernética e inservible.
Cruzo la calle y me sumerjo a terminar la velada nocturna y familiar en lo de Sandra.

—¿Pero qué coños te ha pasado? Que estábamos preocupados pensando si te había pillado algún gilipollas o un tranvía, niño —me recibió Don Antonio con su natural tono elevado y exagerado.
—Nada, todo bien —dije haciendo un esfuerzo sobrenatural por disimular mi reciente desgracia casera.
—Bueno —reestableció la calma Sandra—, ahora que ya volvió Gustavo, vamos a preparar y tomar un sabroso café.
—Puta… ¡¡¡Me olvidé el café!!!

74. complicado y aturdido

Un fin de semana difícil…
Entre escapes, rodeos, volteretas en el aire y monedas del azar lanzadas al aire.

Con la excusa del próximo feriado, Sandra les dijo a sus padres que este sábado me tocaba trabajar, por lo que ella se quedó sola junto a sus españolísimos padres y aprovecharon para recorrer parte de mi Buenos Aires querido.
Y mientras ellos ausentes, yo presente en casa buscando calmar mis nervios sin poder encontrar una buena excusa (ni el dinero necesario) para irme a dar una vuelta por Japón mientras dura la estadía de los visitantes.

De pronto… como si mis plegarias no hubieran chocado contra el techo, tuve una iluminación, y fue llamar a los chicos para que me aconsejen, comiencen a tirar ideas, escuchar qué se les ocurre a ellos. Quién sabe… entre tanta locura quizás apareciera algo bueno.
Voy al depto de Sebas pero no encuentro a nadie.
Salgo a la calle y me dirijo al kiosco de la esquina por si acaso anduviera por ahí, pero tampoco.
Decido llamarlo con el celular y mientras estoy marcando el número, una sombra rápida y furtiva me lo quita de la mano.
Y allá va mi celular viajando en moto con un desconocido que escapa a toda velocidad para realizar una llamada urgente.
Me quedé parado entre la gente indiferente que seguía en su mundo mientras yo recordaba que los números no estaban anotados en ninguna otra parte.


El domingo ya estaba entregado a caminar hacia el patíbulo, pero cuando vino Sandra a casa me avisó que los padres habían decidido irse a pasar el día en Luján y de paso visitar un pariente lejano, o algo así, de la madre, por lo que tenía el día libre.
Como me encontraba incomunicado por el robo del día anterior, salí a disfrutar del sol otoñal que me ofreció Plaza Francia.


Hoy lunes me desperté con demasiado sueño a causa de demasiados (buenos) sueños que tuve anoche. Fui a la oficina, cumplí con cierta rutina, y cuando ya faltaban pocos minutos para irme, me avisan que me está buscando una persona sin cita previa y con acento español.
Me corre un frío por la espalda y trato de pensar cuál sería la manera más rápida, efectiva e indolora de suicidarme, pero no puedo hacerlo porque ya veo al papá de Sandra que se dirige a mi escritorio acompañado de la recepcionista.
—El señor dice que es tu suegro… y que te llamás Gustavo —me dice algo risueña y curiosa.
—Y sí —le contesto en un tono monocorde—, es así. Es el papá de mi esposa, por lo tanto… —le alcanzo a decir mientras se retira extrañada y haciéndome señas de si estaba bebido.
—Buenas tardes, Gustavo. Espero no resultar inoportuno con mi visita, pero es que le he preguntado a mi hija la dirección y me lancé nomás. Es que deseo hablar alguna cosilla contigo.
—¿Pasó algo Don Antonio?
—Qué no, coños, no te asustéis. Sólo que he querido decirte pues lo bien que me ha hablado mi hija de ti, y que, como se dice que la primera impresión es la que vale, pues que me has caído de putas, pese a lo poco que nos hemos visto.
Estaba respirando aliviado con las palabras escuchadas cuando entró furtivamente Lorenzo… mi jefe.
—Perdón pero… Me dijo Marina (la recepcionista) que estabas en “reunión” con… ¿tu suegro, puede ser?
—Sí, jeje… Estem…, Sí, eh… Llegó el otro día y yo… Ejem… Te presento… Cof-cof… Él es Don Antonio, mi suegro… Él es Lorenzo, mi jefe.
—Encantado —saluda mi jefe desconcertado.
—Que lo mismo digo —saluda “mi suegro” con mano firme.
—Me tengo que ir —digo yo como despedida llevándome a Don Antonio y escapando de las miradas curiosas.

viernes, 3 de abril de 2009

73. aterrizaje forzoso

Hoy apuré el trabajo de la oficina y logré escabullirme temprano de miradas curiosas preguntando por mi pronta salida. Al llegar a la puerta del edificio y poner mis pies en el exterior, me encuentro a Sandra esperándome en el interior de una pequeña combi que hace el oficio de remís y desde donde me hace señas para que suba.

El remís avanza por la autopista como si al final del recorrido lo esperara un gran premio, o tan sólo quisiera llegar rápido para no perderse mi encuentro con mis suegr… perdón, quiero decir, con mis supuestos suegros.
Sandra está al lado mío anotando algo en una libreta mientras habla por el celular con alguien de su trabajo.
Yo miro el mío y espero alguna llamada salvadora que me obligue a tirarme del coche en movimiento. Pero además de ser muy peligroso… no recibo ni un mensaje equivocado.
El viaje sigue y ella sigue dando ciertas instrucciones por teléfono.
Me hace sentir como si, efectivamente, estuviésemos casados.
Por la ventanilla veo pasar un avión y pido un deseo como si se tratase de una estrella fugaz.
Cuando veo el cartel que anuncia la llegada al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, veo que no funciona pedir deseos a Pájaros de hierros.

Entramos, miramos la pizarra electrónica con el horario de los arribos y todavía falta poco más de media hora.
Para hacer tiempo nos sentamos en una de las mesitas de la confitería y ella pide un jugo de naranja exprimido y yo un tequila… doble, o triple.
—¿Estás nervioso?
—No, ¿por qué tendría que estarlo? —le dije mientras escondía mis manos temblorosas.
—Quedate tranquilo… Va a estar todo bien… Además mis viejos no son ogros, che, jajajajaja. Bueno, mi papá quizás un poco, pero sólo por su mentalidad de otros siglos.
—¿Vos no estás ni un poquititititito nerviosa? ¿Y si me equivoco en algo o meto la pata?
—Nos divorciamos, jajajajaja.
La verdad es que era admirable la despreocupación que mostraba, y después de terminar mi tequila sin la pavada esa del limón y la sal, por los parlantes anuncian el arribo del avión que trae en su interior a los padres de Sandra.

Mientras van apareciendo los distintos pasajeros y se estrechan en abrazos con sus familiares y/o conocidos, voy rezando en espera de un milagro inmediato.
—Ahí están mis papis —dice Sandra destrozando la posibilidad del milagro.
La veo abrazar a quien supongo es su mamá ya que la otra persona tiene bigotes… más espesos.
Una escena conmovedora…
Sandra secando las lágrimas de su mamá y abrazando a su papá quien responde con un abrazo prolongado.
Quizás se olviden de mí y me pueda ir despacio y sin pausa, pero Sandra me hace señas con la mano para que me acerque.
—Mamá, papá… El es Gustavo, mi marido.
Me inclino para saludar con un beso a “mi suegra” y ella no sólo me da los dos besos característicos, sino que me salpica con sus lágrimas.
Me acerco ahora al padre y le extiendo mi mano.
—Acércate y abrázame que soy tu padre político.
Y dicho eso me abraza con tal entusiasmo que siento el sonido de una a dos costillas que no resistieron el apretón.
—Pero que coños… ¿Acaso te has emocionado, niño? —me pregunta al ver mis ojitos humedecidos por el grito ahogado de dolor.

Nos subimos al remís después de cargar con las valijas que me impresionan por lo grandes que son y la cantidad.
—¿Hacia donde vamos? —pregunta el chofer.
—Pues al hotel a dejar todo esto y a descansar que el avión tiene las suyas —ordena al papá de Sandra con su acento españolísimo—. Ya mañana estaremos todos juntos y en familia, como corresponde, qué coño.


Y así nos volvemos para el centro a instalarnos cada uno en su lugar y a prepararnos para pasar los próximos días… “todos juntos y en familia, como corresponde, qué coño”.

jueves, 2 de abril de 2009

72. sueño de guerra (2 de abril – Islas Malvinas)

Voy corriendo por entre esos trozos de tierra pelada que le dan al lugar un aspecto de abandono que no concuerda con la realidad. Por más que lo intento no puedo correr como quisiera. Siento un peso descomunal en los pies que me impiden el movimiento rápido, como una carga que no debería llevar y a la que intento patear, pero de manera inútil. A veces tropiezo con mis propias piernas o con alguna piedra y hago todo lo posible para no caer. Quién sabe si lograría levantar vuelo una vez que hubiese tocado la tierra con todo mi cuerpo. Sigo corriendo y el paisaje que tengo a mis costados se va desdibujando, se vuelve borroso, no se entiende, no lo comprendo. El ruido es incesante, ensordecedor, en este lugar Dios no creó el silencio, y me temo que algunas otras cosas tampoco.

De pronto hace su aparición un pequeño milagro. Voy deteniendo la marcha poco a poco hasta quedarme completamente inmóvil. No se escucha nada, sólo el eco de los últimos sonidos que continúan silbando en mi interior. Aprovecho a respirar ya que nadie puede asegurar por cuánto tiempo más se podrá seguir. Giro mirando a mi alrededor y es como si el planeta hubiese detenido sus vueltas, como si la pausa fuese universal, como si esta fuera la única manera que existe de poder demostrarme que sigo estando en este extraño mundo.

¿Cuánto tiempo habrá pasado? ¿Más de veinte años, unos cuantos meses, algunas semanas indefinidas, un impar de días, unas pocas horas, algunos escasos minutos? La verdad, si es que hoy alguien puede jactarse de tenerla, es que pasaron menos de cuarenta segundos desde el último sonido hasta el primero de esta nueva serie infinita. En el medio, de entre la maleza, apareció la figura del flaco Ramírez mirándome a los ojos como un tigre agazapado con alma de gato casero. Se paró sobre sus dos piernas delgadas, cada vez más delgadas, y me saludó con su habitual gesto de levantar su mano derecha por encima de su cabeza, por encima de su casco descolorido. Y fue en ese preciso momento que los silbidos de finales explosivos empezaron nuevamente a sonar. Cuando comencé a gritar, el cuerpo del flaco se desplomaba hacia atrás. Entonces corrí dos, tres, cuatro, cinco pasos, hasta que sentí ese dolor desconocido en mi hombro y caí de cara contra la tierra. Desde el cielo cubierto de nubes, cientos de gotas también comenzaron a caer...

La habitación se encontraba bastante ordenada a no ser por la cama que era un campo de batalla. La frazada había desaparecido de su lugar y la sábana se encontraba hecha un bollo a los pies. La almohada había volado más allá de la mesita de luz, y yo, después de correr esos pocos pasos, fue cuando caí, de cara contra la alfombra.

Entró rápidamente mamá a mi cuarto y me ayudó a levantarme del suelo mientras me decía de los peligros de estas camas tan altas. Me había preparado el desayuno que más me gusta y dejó la bandeja a un costado mientras iba a buscar la almohada y levantaba la persiana que dejaba ver el día y su mundo exterior. En cualquier momento se pone a llover, dijo mamá, y en ese comentario en voz alta creí adivinar una queja, una resignación, algo que no logré retener en mi cabeza y que lo corté al querer contarle sobre el extraño sueño que tuve. Fue horrible, le dije mientras ella me miraba con sus ojos café con leche, porque estaba en un lugar lejano, desconocido para mí, y el ruido de las bombas, de las balas, los gritos, y yo corría pero sin poder hacerlo realmente y sin ninguna dirección, porque ahí todo era guerra, y lo peor es que no sabíamos qué defendíamos ni qué atacábamos. Mamá se acercó y se sentó sobre la cama. Me acarició, con sus manos suaves, el pelo y la mejilla y me dijo que me quedara tranquilo, que ahora ya estaba bien, que no tenía que preocuparme por nada, que ella siempre me cuidaría.

Pero era horrible, volví a decir como una manera de poder descargarme del todo, completamente, porque en el sueño aparecía el flaco Ramírez y...

Y fue en ese preciso momento cuando apareció debajo del marco de la puerta de mi habitación, el flaco, saludándome con su habitual gesto de levantar su mano derecha por encima de su cabeza, por encima de su casco descolorido. Por la ventana se podía ver que había comenzado a llover, y fue cuando me di cuenta que la alfombra se había vuelto a convertir en la realidad de la tierra, que la habitación era nuevamente el campo de batalla, y que el desayuno de mamá era un hermoso sueño que contrastaba con esta realidad, la de esta herida mortal que causaba el dolor desconocido sobre mi hombro, y este último momento para poder soñar mientras caía pesadamente de cara contra la tierra.

miércoles, 1 de abril de 2009

71. casamiento de apuro

Sé que yo solito me metí en esto.
Sandra no apareció con un revólver o totalmente desnuda para obligarme al sí. Sin embargo, dije que sí y lo sostuve en el tiempo.
Ahora estamos en el baile y habrá que bailar nomás
(y si es con buen paso… mejor)

Hoy en el trabajo estuve como ausente.
Me fui a casa temprano y seguí como tal.
(no tanto como los jugadores de la Selección, pero más o menos…)
Tenía cientos de preguntas y detalles que arreglar con Sandra antes de que el viernes llegara y con ellos… ¿mis suegros?

Por fin vino Sandra y se aclararon algunas cosas…

—Mis viejos se hospedan en un hotel. Esto significa que te los vas a cruzar únicamente después del lauro y en alguna cena. Después ellos se van y nosotros cada uno en su casa.
(tema vivienda… solucionado)

—Supuestamente nosotros nos casamos el viernes 20 de marzo. Les avisé muy sobre la hora y ellos no consiguieron vuelo. De todas maneras tengo el presentimiento que mi papá lo hizo a propósito lo de postergar el viaje y no verme en la ceremonia
(tema casorio… solucionado)

—Como no hace ni 15 días del casamiento, no tenemos las fotos ni la filmación. Después les diremos que les hacemos llegar las copias y podrán disfrutar de lo que se perdieron.
(tema fotos… solucionado)

—Tu nombre es Gustavo. Esa era el nombre de mi ex. Espero que no te suene raro… Por lo menos tienen la misma inicial. Quiero creer que no los mismos gustos, jajajajaja.
—Quedate tranquila que no…
(tema identidad secreta… solucionado)

—Me contaste que tus viejos no viven acá y que cerca nada más está tu hermana y tu sobrina. Yo en su momento no les dije nada de la familia de Gustavo, por lo que si te preguntan algo le podés decir la verdad. Total no se van a cruzar.
(tema familiar… solucionado)

—Y sobre tu vida… si te preguntan le podés contar lo que quieras. Yo fui bastante reservada y además con la única que hablaba algo era con mamá. Ella además no tiene buena memoria por lo que si llegás a decir algo diferente a lo que yo pude haber dicho… no se va a acordar.
(tema pasado… solucionado)

—No se qué más… Cualquier cosa vamos viendo lo que surja en el momento … ¿Tenés alguna duda de algo vos?
—Sí. Mañana que es feriado… ¿puedo salir con mis amigos?
—Jajajajaja… Claro, pero portate bien. Acordate que el viernes al mediodía hay que ir al aeropuerto a buscar a mis viejos.
—Sí querida.
(tema conyugal... solucionado)