jueves, 30 de diciembre de 2010

202. un buen final (de año)

La buena noche de Nochebuena la pasé en lo de Ana, junto a ella, Tami, Pablito, y parte de la barra que fue llegando después de las doce.
Mi amada sobrina recibió parte de los regalos que quería…
Ana y Pablo hicieron realidad su casita de muñecas, y yo fui el del libro de Hadas y Princesas.
–¡Era justo lo que quería! –dijo Tami fascinada con su obsequios.
–Yo no puedo decir lo mismo –respondí mientras abría mi paquete con una corbata en su interior y recordándome los casi cuarenta grados de sensación térmica que venimos sufriendo durante estos días.
–Quizás fue porque no te portaste del todo bien este año –dijo Pablito cagándose de la risa como siempre.

La joda siguió un poco más hasta que fueron llegando los demás y con Tami dormida, destapamos y vaciamos las últimas botellas con un muy lindo espíritu navideño.


Serían las 7 y pico cuando llegué al depto y me encontré con un sobre festivo que me habían dejado por debajo de la puerta. Al abrirlo descubro que era de Jorge Salonso y me pedía que sea la hora que sea, al leer este mensaje lo llame al número que ahí me dejaba anotado.
Dudé bastante, un poco por el cansancio, otro poco por la leve borrachera, y el mayor porcentaje era porque sabía que me iba a hablar del depto y que ya me tendría que estar yendo para que él pudiese venderlo y así saldar las deudas de su difunto padre.
Pero bueno, lo mejor era sacarme de encima esta pesada piedra y estaba por llamarlo cuando sonó el timbre y era él.
–Hola Gastón. Te vi desde el café de la esquina. Estaba con urgencia por hablar con vos. ¿Puedo pasar?
No podía negarle la entrada y mientras hacía café sin ganas pero con crema, el tipo comenzó a hablar. Y así fue que supe de la herencia genética que hizo que con parte de la venta de uno de los deptos, lo “invirtiera” en un dato preciso que le habían dado, por lo cual fue al Hipódromo con ese dinero y apostó todo al ganador de la Cuarta Carrera y… ganó!

–Mirá Jorge, mi vida por momentos parece una novela y me hago cargo de eso, pero la verdad es que no tengo imaginación para andar inventando personajes ni situaciones que entretengan a un posible lector. De todas maneras, como soy de leer y mirar películas, te pregunto algo imposible… ¿Ganaste tanto dinero como para venir a decirme que me regalás el depto y no tengo que mudarme de acá?
–No.
–Ah, ya me parecía –exclamé en un suspiro que me alejaba cada vez más de las creencias en seres extraordinarios.
–No gané dinero como para regalarte el depto. Pero sí lo suficiente como para saldar la deuda que mi papá tenía con esos mafiosos, y para decirte que no te tenés que mudar porque voy a retirar el depto de la inmobiliaria y vos lo que vas a hacer es mandarme un giro con el dinero del alquiler. ¿Qué te parece?
Fui corriendo a tirar el café a la cocina y volví de allá con un champagne bien frío y con las mejores burbujas.

Después de quedar la botella vacía, Jorge se fue y yo desperté a los chicos para hacerlos venir con urgencia y así poder darles la gran noticia.
-Entonces ya vamos a festejarlo a lo grande en casa, como cada despedida de año –anunció Sergio aunque era obvio que la fiesta de fin de año íbamos a su casa con pileta.

–Che Gastón, me corrijo –dijo Pablo–. Quizás esto pasó porque sos un buen pibe y no te portaste demasiado mal este año.
–Sólo sé que soy un ser humano al ciento por ciento. Me hago cargo de mis defectos y errores, pero también de mi corazón pasional, de mis pulsos e impulsos sin frenos, y de mi alma que vuela sin necesidad de alas. Y aunque me haya portado un poquitito mal, nada de lo que hago malo es con esa intención.
–Lo sé, por eso somos amigos.

Y ya que estábamos reunidos todos nuevamente… seguimos festejando, pero no sólo por esta noticia, sino también por la salud, por la alegría, por el amor (que viene y va), por las sonrisas sinceras, por las almas desnudas, y por sobre todo, por NUESTRA AMISTAD!!!


(y pensar que el año todavía no terminó, jejeje)

miércoles, 22 de diciembre de 2010

201. espíritu navideño... y de otros tiempos

–Tío, ¿me ayudás con la carta a Papá Noel?
–Sí Tami, ¿qué le vas a pedir este año?
–Una casa de muñecas que vi en una propaganda, y un libro de Hadas y Princesas.
–Bueno, lo de la casa lo entiendo, pero ¿por qué ese libro?
–Las Princesas porque me gustan sus vestidos, sus castillos, y los Príncipes que la vienen a rescatar y se enamoran de ella. Y las Hadas…
Tami hizo un silencio que me llamó poderosamente la atención, pero sabía que tenía que completar la frase, por lo que levanté una ceja en señal de espera y curiosidad, y ella continuó:
–Y las Hadas porque escuché decirle a mamá algo de que vos no creías más en ellas, y yo quiero prestarte el libro para que veas que existen de verdad.
(¿cómo resistir a esta ternurita en envase chico?)

Es obvio que sé lo que pudo haber escuchado mi amada sobrina, después de todo es parte de lo que estuve escribiendo y hubo varias charlas al respecto con el grupo, pero también muchos mensajes al correo de personas lectoras.
Y ahora llegaba el momento de tener que explicarle a Tami un poco del mundo real, cuando hubiese sido más sencillo si me preguntaba si existía Papá Noel y la mandaba a que investigue con Ana (su “Mamá Noela”). Sin embargo, ahí estaba Tami, mirándome a los ojos y levantando una ceja esperando que yo diga algo al respecto.

–Tami, mi amor. Vos sabés que conmigo miraste cientos de pelis animadas, y en su mayoría nos hemos descubierto al final de cada una con lágrimas de emoción, exageradamente felices, y en otras muy tristes por lo que iba sucediendo en la peli.
–¿Y eso que tiene que ver con las Hadas?
–Eso quiere decir que aunque hayas escuchado decir que yo no creo en las Hadas, en realidad no me refería a que no existan, sino a que…
–¿A qué, tío? –estaba con ganas de saber Tami, en verdad preocupada porque yo dejase de creer en ese mundo de fantasía que le enseñé a descubrir desde chiquita.
–Nada Tami. Fue una forma de decir porque estaba triste por algo (por alguien). Pero obvio que creo en las Hadas porque sinó los bosques no tendrían colores.
–Claro tío, es una pavada decir que no existen las Hadas, o las Princesas, o Papá Noel. No digas más eso porque es muy feo. Es como esas estrellas fugaces que vos me enseñaste a ver y que existen para que nosotros podamos pedir deseos difíciles. ¿Y quién va a ser tan tonto en no creer en las estrellas fugaces?

Le di un beso enorme y sonoro a Tami mientras la abrazaba con fuerza.
Muchas veces, aunque parezca una contradicción, es ella la que logra traerme al verdadero mundo del que soy y del que nunca me quiero ir.
Ese mundo donde existen los seres más increíbles (como parte de mi familia y todos mis amigos)
Ese mundo donde existen lugares mágicos (como una cama compartida, una bañadera llena de espuma, una playa en verano, una ciudad a estrenar).
Ese mundo donde existen elementos de otras dimensiones (como una estrella fugaz, un tren que pasa y te lleva, un mensaje en una botella).
Ese mundo donde todo es posible, desde amores locos e incondicionales, hasta un ser chiquito como Tami que te obliga a abrir los ojos del alma y ver la existencia de todo eso que los adultos se empecinan en negar.


Y ahora, una vez terminada la carta navideña, que Ana y Pablito se encarguen de la casa de muñecas, que yo iré en busca de ese preciado libro sobre Hadas y Princesas…

sábado, 11 de diciembre de 2010

200. sólo un momento

Más que 200 escritos…
Más que 200 días…
Porque todo comenzó desde mucho antes que ese 1º de enero de 2009 cuando amigos del alma, un profesional sin título, y un impar de curvas peligrosas con sus corazones en la mano, me llevaron a la escritura frenética y pasional.

En los últimos tiempos los amigos (MIS AMIGOS) se hicieron más presentes que nunca mientras yo me iba tropezando con varios latidos. Y es que ellos son testigos en primera fila del detrás del telón de estas hojas cibernéticas.
Y aunque nunca miento cuando digo la verdad, es evidente que hay días que quedaron sin escritura. En algunas ocasiones porque realmente no me pasó nada que amerite contarlo. Pero en otras oportunidades fue porque, o estaba atrapado en la suave telaraña del amor, o me encontraba siendo devorado por una “viuda negra”.

Más allá de los nombres de mujeres y los resortes de la cama, mi vida se hizo demasiado humana cuando en una esquina del mundo creí encontrar a mi verdadero amor.
Ella, con su sonrisa, su mirada, sus alas…
Pero sus alas perdieron cierto vuelo…
Su mirada se fue desviando…
Su sonrisa intermitente…
Sólo quedó ella. Y fue a ella que le entregué mi amor. Mi amor después del amor después del amor…
El amor fue inmenso y verdadero, pero el golpe fue certeramente duro.
(y varios de esos golpes llegaron desde otros puños ajenos)

Ese amor, por una diversidad de motivos terrenales, llegó a un final anunciado.
Hoy no quiero pensar que quizás nos podamos reencontrar en un geriátrico y jugar a la botellita (o a escaparnos por la ciudad), o reconocernos más temprano en una próxima vida y poder empezar desde cero.
Hoy mi corazón no está en venta, pero pide una nueva oportunidad para amar y ser amado.
Ya no será un hada, sino una mujer.
Ya no seré inmortal, sino un hombre.

Pero como escribí hace un par de horas en un mensaje dentro de una botella que arrojé a un mar de olas infinitas, el dolor del final lo voy a curar con la custodia bien guardada de los mejores recuerdos de lo mucho y poco que vivimos en esta vida, en algo que fue muy parecido al amor.

lunes, 29 de noviembre de 2010

199. especies que desaparecen

Me desperté llorando.
La almohada estaba completamente inundada como si alguien hubiese vaciado sobre ella un florero. Pero no tengo florero… ni tampoco flores.
Totalmente agotado y sin fuerza alguna me levanté de la cama y en el baño, frente al espejo y al verme la cara y los ojos, me di cuenta que me desperté llorando, pero que además había estado llorando toda la noche.
Me sentía deshidratado, mi cuerpo se había quedado seco y mi alma evaporado.
Abrí la ducha y me metí debajo de la lluvia artificial.
Sentía cada gota que caía como un golpe. Un golpe bajo. Un golpe duro. Un golpe mortal.
Entonces cerré la ducha y abrí la canilla y empecé a llenar la bañera para darme un baño de inmersión que me limpie (purifique) de esta extraña sensación.

Tocan el timbre y fui a abrir la puerta sin preguntar quién era.
–¿Estás con alguien? ¬–me preguntó sorprendido Cris al verme completamente mojado y desnudo.
–No, pasá –le dije mientras me volvía al baño con lágrimas que seguían cayendo sin freno.
–¿Qué te pasa, Gastón? ¿Por qué estás así? Me estás asustando –me decía Cris mientras me veía sumergirme en el agua.
–No lo sé…
–¿Cómo que no lo sabés?
–No lo sé… Me desperté hace un rato así, con una angustia extrema.
–¿Por lo del departamento? No seas boludo, nene. Vos sabés que te vamos a ayudar a encontrar un buen lug…
–No, no es por eso –lo interrumpí mientras cerraba la canilla y me hundía unos segundos bajo el agua.
–¿Y entonces…?
–Mirá –le dije mientras tomaba aire y trataba de no ahogarme en un llanto–, hace unos días hablaba con Ana sobre Tami, ya que ella ya descubrió que Papá Noel en realidad son los padres. Bueno, y más allá de que uno siendo grande también lo sepa, cada vez que se acercan las Fiestas y por más que sea uno mismo el que se encarga de los regalos, sigue jugando con la existencia de este personaje anual. ¿Y sabés por qué? Porque a nadie le gusta perder la inocencia de los juegos, ser realista ante los juegos, quebrar ilusiones en miles de pedazos rotos.
–Gastón, ¿vos estás así por el tema de las Fiestas?
–No, estoy así porque anoche el último hada que quedaba sobre el planeta perdió sus alas, y con ella su vuelo, su sonrisa, y su vida.
-¿Eso es lo que soñaste?
–No, eso es lo que sentí, y por eso me desperté llorando… y todavía no puedo dejar de hacerlo.
-Gastón, amigo, ¿estás loco?
No nene. Pero desde anoche el mundo se quedó sin hadas… y por lo tanto yo también.
-Gastón, amigo, ¿estás loco?
–No, hoy soy el tipo más realista que pueda existir.
-Pero si vos sos un soñador.
-Sip, pero me acabo de despertar… llorando, porque mi mundo acaba de cambiar, y seguramente yo con él.

lunes, 15 de noviembre de 2010

198. el depto late

–¿Me estás jodiendo?
–No Sebas, el tipo dijo que uno de los deptos a vender era el mío
–¿Y ahora qué vas a hacer?
–Supongo que mudarme.

Apenas se corrió la bola, los chicos se fueron haciendo presente en el depto. El ambiente era de despedida, y efectiva afectivamente lo era…
No quiero ahora sacar cuentas de cuándo llegué a este lugar. Sólo recuerdo que lo vi y fue amor a primera vista (más allá de la vista del balcón).
Como garante salió la Editorial y de ahí en más la renovación del alquiler fue automática. El dueño (que yo no conocía hasta que se murió el otro día) estaba conforme con su inquilino, y yo amaba este lugar.

Y fue acá donde me reencontré con Sebas…
Fue acá donde se hacían la mayoría de las reuniones…
Fue acá donde caímos 12 horas presos por una batucada de ruidos molestos a deshoras…
Fue acá donde el amor y el desamor se dieron cita…
Fue acá donde Fernanda se instaló conmigo…
Fue acá donde iniciamos las noches de Lost…
Fue acá donde Sandra me propuso “Casamiento”…
Fue acá donde supe que Ana tendría a Tami…
Fue acá donde me metí en los mejores problemas de mi vida…
Fue acá donde decidí irme para después regresar…
Fue acá donde condimenté mis días más intensos e inolvidables…
Fue acá donde tantas veces reí con ganas y también lloré en libertad…
Fue acá donde el celular y mi cabeza se perdieron una y otra vez…
Fue acá donde aprendí que vivir no es sólo respirar…
Fue acá donde sentí que había encontrado mi lugar en el mundo…


–Tu lugar en el mundo es donde seas feliz –dijo Lorena con su tono y espíritu de libro de auto-ayuda.
–Pero es que acá fui feliz.
–Fuiste feliz… Ese tiempo está pasando porque ahora tenés que mudarte de acá. Pero conociéndote, en el nuevo lugar donde vayas a parar, vas a estar vos y nosotros también. Nada se va a acabar. Solamente va a cambiar el paisaje pero el espíritu interior seguirá igual o mejor que ahora, porque estás yendo al lugar donde vas a vivir nuevas aventuras, donde nos vamos a divertir, donde vas a continuar con tu vida tan a diario, y que por todo esto y mucho más, seguro que más rápido de lo que vos creés, se va a convertir en tu nuevo lugar en el mundo.

Todos nos quedamos en silencio después del petit discurso de Lore.
Y fue Pablo el que alzando la mano rompió el silencio preguntando:
–Vamos a hacer una buena fiesta de despedida, ¿no?

jueves, 4 de noviembre de 2010

197. deudos y deudas

Por diversas cuestiones sociales y egoístas, no podíamos (y en verdad tampoco queríamos) quedarnos hasta el final de la ceremonia final.
El hijo, de nombre Jorge como su difunto padre, nos había regresado el dinero del sepelio y nos había dicho que él se haría cargo de los gastos que todavía restaban cubrir.
–¿Y el dinero de la corona? –preguntó alguien que prefiero resguardar en el anonimato.
(te parece bien, Pablito?)
Así cada uno de nosotros y con la claridad del día ya instalada sobre la ciudad, nos fuimos retirando a rehacer nuestras vidas que aún seguían con vida.

Cuando me encontraba llegando al edificio donde vivo, pude ver en la puerta al encargado hablando con algunos vecinos sobre las últimas novedades acontecidas en el lugar. Me detuve a pocos metros haciendo como que buscaba algo y así pude oír palabras como: “traslado”, “venta”, “apuestas”, “amenazas”.
La verdad que en otro momento quizás me hubiese quedado a completar la historia pero tenía sueño y quería reponer energías en mi cama, la misma que se ocupa de proporcionarme el descanso adecuado como de dejarme agotado
(aunque últimamente sólo me brinda lindos sueños…)

Me desperté a la tarde con el sonido de lo que creí era un león caminando por el departamento, pero no, se trataba del sonido de mi estómago quejándose porque le arrojara algo en su interior. No encontré nada para picar por lo que refunfuñando salí a la calle a cargarme de provisiones. Apenas puse un pié afuera me choco con Jorge Salonso… hijo, claro.
–Hola, Gastón era tu nombre, ¿no?
–Hola, sí, el tuyo supongo que es más fácil de recordarlo, ¿no?
-Lamentablemente sí… –contestó con cierto misterio-. ¿Vamos a tomar un café? Yo te invito.
-Ok, pero acá no… Y en casa no tengo, justo salí a ver si compro algo par…
–No, está bien –se rió algo nervioso Jorge–. Debe haber algún bar por acá cerca…
–Sí, en la otra esquina –le señalé y hacia él nos fuimos.

Y entre su café doblé y el mío con crema me empieza a contar con esa verborragia del que precisa descargar todo y así me hace acreedor del conocimiento, sin muchos detalles, de que su padre era jugador. No compulsivo pero sí peligroso, según aclaró. La cuestión es que hacía 10 días más o menos había apostado una suma demasiada importante de dinero a un caballo que no llegó a la meta en el tiempo adecuado. Lamentablemente la apuesta la levantó de personas que están en “el juego pesado” y ahora debía cubrir esos “gastos” sí o sí, no sólo porque se trata de la honra de su padre, sino porque él carga con el mismo nombre y apellido, y así fue que no sólo se enteró de la deuda, sino que los que la quieren cobrar lo ubicaron a él y le pasaron la factura como una herencia.
–¿Y cómo vas a hacer para cubrirla? –pregunté con mi extrema inocencia.
–Con la venta de las tres propiedades que tiene mi viejo, precisamente en el mismo edificio.
Un sudor frío se deslizó por todo mi no alto ser. Se me ocurrió algo pero sería demasiado doloroso, por lo que dejé que siguiera hablando mientras yo rezaba por lo bajo…
–Tengo que poner a la venta el departamento donde vivía mi viejo… (que no diga el del séptimo piso, que no diga el del séptimo piso…) uno del piso 10… (que no diga el del séptimo piso, que no diga el del séptimo piso…) y otro del piso 7.
(bueno, por lo menos no dijo el del “séptimo piso”)

La verdad es que sentía desfallecerme, pero tomé el último trago de café con crema, tomé otro poco de valor y le pregunté:
–¿Sabés cuál de los tres departamentos del séptimo piso es el que tenés que vender?
–Sí, el 7º “A”. ¿Sabés quién vive ahí?

lunes, 1 de noviembre de 2010

196. Los que acá estamos

Era raro vernos metidos en ese lugar tan vacío, frío, silencioso, sorpresivo, pero por suerte tan ajeno.
Los sillones eran cómodos y la mesa ratona estaba llena de tazas de café vacías.
Hablábamos despacio como si alguien más que nosotros nos fuera a escuchar. Si alguien reía por alguna extraña razón, la mueca no duraba más de tres segundos.
Creo que actuamos bien, pero eso no dejaba de hacernos sentir tan incómodamente incómodos.
–En media hora la arman y la traen –dijo Sergio.
–¿Y qué va a decir la cinta? –preguntó Sebas con una curiosidad que nos tocaba a todos–. ¿Tus amigos? ¿Tus vecinos? ¿Tus familiares? ¿Tus conocidos? Si al final no somos nada de eso de él.
–Podríamos ponerle: “Los desconocidos de siempre”, en honor a una peli de Marcelo Mastroianni, o por una banda que había formado Nito Mestre –expuso con su saber cultural y multifacético Pablito.


–¿Alguien más sabe de esto? –me preguntó Cecilia sin separarse de mí.
–Me parece que el encargado del edificio iba a ubicar a un hijo, pero por lo poco que sé es que estaba solo en el mundo –le informé a Cecilia con mi desinformación sobre el tema.

Las tres de la mañana. Nos preguntaron si deseábamos irnos y volver por la mañana, pero aunque el tipo estuvo solo toda su vida, quisimos regalarle un poco de compañía en este viaje que andaba haciendo de acá para allá.
–Está igual que ayer, con la misma cara aunque, claro, con un poco de menos color –comentó Cecilia en una de esas frases recurrentes en situaciones y postales como esta.
Y es que ahí estábamos nosotros, rodeando el cajón donde yacía Jorge Salonso, mi ex vecino del 4º piso. Nosotros y nadie más. Salvo la chica que nos traía café en buenas cantidades, el encargado del edificio que pasó un rato y curiosamente no dijo nada, alguna que otra vecina de edad exagerada asomándose a un futuro no lejano, y el flaco de la florería que trajo la corona que encargó Sergio y con una cinta cruzándola que dice: “Los que acá estamos”.
–Y sí, si somos los que acá estamos –se justificó Sergio.


Ya comenzaba a aclarar afuera cuando se hizo presente un tipo de unos cuarenta y pico de años. Entró casi sin saludar y fue directamente a mirar el interior del cajón y se quedó un rato ahí, en silencio, sin hacer ningún gesto.
Unos minutos después se acercó hacia donde estábamos la mayoría y preguntó secamente:
–¿Quién se hizo cargo del velatorio?
–Entre nosotros pusimos un poco de guita cada uno.
–¿Lo conocían?
–Más o menos. Yo era vecino de él, del mismo edificio, pero era raro cruzarnos ya que él salía poco del departamento.
–¿Y por qué se hicieron cargo de estos gastos?
–Por una cuestión de respeto y sentimentalismo –explicó Cecilia con un tono que denotaba la molestia por las preguntas del desconocido.
–Disculpame pero… ¿vos sos detective? –preguntó Pablo para descomprimir un poco el aire extraño del lugar.
–No, soy el hijo.

viernes, 29 de octubre de 2010

195. todos tus muertos

El ex presidente Néstor Kirchner acababa de fallecer.
Me quedé consternado por la llegada de esa muerte sorpresiva ya que se trataba del esposo de quien ahora es presidenta de Argentina. Y más allá de ideologías políticas, había que apoyar, acompañar y demás a esa mujer que nos gobierna bajo el imperfecto pero saludable manto de la democracia.

Pasaron no sé cuántas horas mientras yo seguía pegado a la compu, y demás medios de comunicación a mano cuando el timbre volvió a sonar como hoy a la mañana.
Abro la puerta y ahí estaba Cecilia, con los ojos llenos de lágrimas y su cara con menos color que el habitual.
–¡No lo puedo creer! ¡Se murió! ¡Se murió! –me dijo mientras me abrazaba ahogada en un llanto.

La hice pasar y le ofrecí un poco de agua mientras temblando se sentó en el sillón.
Yo la observaba desde la cocina y me parecía un poco exagerada su reacción con respecto a la muerte del ex presidente Kirchner, pero bueno, cada cual tiene su forma de reacción y acción. Pensaba que quizás Cecilia era una militante política y de raza, o se ponía en el lugar de Cristina como mujer a mujer, o había pasado por algún duelo cercano y parecido que la tenía en ese estado, o quizás era una mina híper sensible que simplemente estaba llorando por el significado de la muerte ante la vida.
Después de todo habíamos compartido, hacía ya una década, un año y medio de facultad… Bueno, un año y medio de estudios facultativos y unas semanas de otros estudios más humanos.
Pero lo que quiero decir es que aunque llegué a conocerla con cierta “profundidad”, en todo este tiempo no sabía qué había sido de la vida e Cecilia en todo este tiempo, salvo que había estudiado para maestra, que estaba realizando el Censo Nacional, y que ahora estaba llorando por escenas de la muerte.

–La verdad es que no lo puedo creer… Se veía bien, normal y de pronto…
–Sí, es una cagada cuando pasa algo así sin previo aviso, o hasta con aviso. La muerte es toda una cagada, sobre todo cuando la recibe alguien que anda con su vida.
–Fue todo tan sorpresivo… –siguió reflexionando en voz alta Cecilia como quien deja salir un suspiro.
–Bueno, en realidad no fue tan sorpresivo –dije yo haciendo gala de mi información–. Hacía unos meses se había hecho una angioplastía y de todas maneras seguía trabajando con su ritmo frenético.
–Ahhh… ¿Vos lo conocías?
Me sorprendió la pregunta de Cecilia, pero supongo que se refería a sí seguía de cerca sus pasos y demás actividades.
–En persona no, sólo por lo que sale en los medios.
–¿Era famoso?
Una nueva pregunta sorpresa de Cecilia de la que comencé a dudar si se trataba de una tonta broma o de una tonta sin bromear.
–Supongo que haber sido Presidente de la Nación y después ser el marido de la Presidenta hace que su rostro sea algo conocido por la mayoría de los argentinos.
Los ojos de Cecilia se abrieron como dos huevos fritos de avestruz gigante.
–¿De qué me estás hablando? ¿Quién se murió? ¿Kirchner?
-Sí, claro. Esta mañana y es la noticia en cadena nacional.
–No lo puedo creer… –volvió a decir Cecilia pero ahora con otro tono de voz y otra expresión en su rostro.
–Pero, entonces… ¿A quién te referías con la muerte que no podías creer?
–Al viejo del 4º piso. Se murió mientras lo censaba. Se agarró el pecho y cayó al suelo al lado mío.
–No lo puedo creer… –alcancé a decir mientras me tomaba el agua del vaso de Cecilia.

jueves, 28 de octubre de 2010

194. preguntas, respuestas, y otros finales...

El martes por la noche, aprovechando que al otro día se realizaba el Censo Nacional y no se trabajaba y/o madrugaba, nos reunimos con los chicos/as en el depto a tomar algo y hacer uso del delivery.
Después de una variedad de gustos de pizzas y varias cervezas de distintos colores, se decidió realizar un juego acorde a lo que se venía al día siguiente, y que no era otra cosa que un simple, divertido y peligroso (según el azar y la sinceridad) juego de preguntas y respuestas.
Había que anotar en una hoja y de manera anónima 20 preguntas que otra persona se encararía de responder sobre temas personales, privados y quizás secretos. Después se recortaba cada una de las preguntas y se ponía en una caja que iba pasando de mano y así cada uno sacaba una de ellas y la respondía en voz alta. Por supuesto que más del 90% de las mismas tenían que ver con cuestiones sexuales y así pasamos por interrogantes del tipo: ¿De qué sexo sería la 3º persona que elegirías para hacer un trío?, hasta la famosa ¿Cómo fue tu primera vez?
La verdad es que nos divertimos demasiado (como siempre) pero el sol se hizo presente anunciando que había que regresar cada uno a su casa para poder responder las verdaderas y aburridas preguntas del censista que tocara en suerte.

Sentí que recién había logrado dormirme cuando a las nueve de la mañana el timbre sonó. Abrí la puerta y ahí estaba con su carpetita la censista que invadiría mi privacidad por el bien de la patria.
La verdad es que fue bastante simple todo y en menos de diez minutos ya había terminado todo, salvo por unos mates que me puse a hacer y que ella aceptó compartir.
Y hablando de nada importante, de pronto me preguntó (fuera del cuestionario legal):
–¿Vos estudiaste en un Profesorado?
–Sip, entre varios otros lugares.
–¿Pero en uno de microcentro?
–Sí… ¿Cómo sabés? ¿Pertenecés a la CIA?
–Gastón, ¿no te acordás de mí? Soy Cecilia… Hice hasta la mitad de 2º Año con vos y después me pasé a Magisterio.
–¿Cecilia? No te puedo creer… ¿Cómo me voy a olvidar de vos? Lo que pasa es que estás cambiada…
–Vos en cambio estás igual. Seguís siendo… tan así…
-¿Así cómo?
Continuamos charlando y recordando algunas cosas, hasta que el agua de la pava se acabó y ella se dio cuenta que tenía que seguir con su trabajo.
–Cuando termino vuelvo, ¿te parece?

Pasada la sorpresa de este encuentro, me senté en la compu y descubro la noticia que me había pasado por encima…
El ex presidente Néstor Kirchner acababa de fallecer.
Me quedé consternado por la llegada de esa muerte sorpresiva ya que se trataba del esposo de quien ahora es presidenta de Argentina. Y más allá de ideologías políticas, había que apoyar, acompañar y demás a esa mujer que nos gobierna bajo el imperfecto pero saludable manto de la democracia.

Pasaron no sé cuántas horas mientras yo seguía pegado a la compu, y demás medios de comunicación a mano cuando el timbre volvió a sonar como hoy a la mañana.
Abro la puerta y ahí estaba Cecilia, con los ojos llenos de lágrimas y su cara con menos color que el habitual.
–¡No lo puedo creer! ¡Se murió! ¡Se murió! –me dijo mientras me abrazaba ahogada en un llanto.

lunes, 25 de octubre de 2010

193. pensamientos interiores desde el balcón de mi séptimo piso

…sentado en el balcón de mi séptimo piso observando lo que no se ve pero puedo sentir borrachera de domingo resaca de lunes en que tantas vidas sin vidas pasan sin dejar de pasar prohibido estacionar aunque ya nada debería estar prohibido si no hay dolores a terceros o seres más cercanos al alcance de mi mano como el cuerpo que no me pertenece como tu figura que ya no es mía y me pregunto si alguna vez realmente lo fue cuando noto el moretón con tu nombre como autógrafo y en mi mano una copa de buen vino y alta latitud capicúa para brindar por el vuelo oportuno de un avión que pasa y no me lleva colgado de su cola como esa manzana que sabía disfrutar y saborear a plena luz del día y de la luna escondida por no saber decir que no cuando se trata del amor sobre todo de nosotros dos sobre todo en la cama sobre todo en el sillón verde como el césped que no crece aunque el riego de la lluvia ácida o las lágrimas de sal o la sonrisa sincera o la mirada clara como el agua clara que nunca supe disfrazar porque hace tiempo que prefiero la verdad a cien mentiras piadosas asquerosas odiosas desde que aprendí a no mentir cuando digo la verdad mirando tu cuerpo desnudo de curvas peligrosas tu alma tan libre como un taxi nocturno que ocupé durante un tiempo inexacto en un viaje hacia ninguna parte con la música de fondo y la poesía marchita desgajada deshojada camuflada como un cupido con bigotes y maldita buena puntería arrojando su flecha de humo en una botella que no se acaba y llena mi vaso para intentar olvidar el paso lento de un tiempo de almanaque gastado que marca los días como un preso esperando la sentencia a la querida muerte o a la amada libertad marcando cada una de las noches que se quedan a dormir acá y despierto con la soledad de un sueño y el bienestar de abrir los ojos y salir a respirar los extraños aires de mi buenos aires querido que me brinda su paisaje de tarjeta postal y la sorpresa de cada esquina de mi vida a diario cuando salgo a caminar sin prisa sin pausa sin direcciones exactas sin acompañamiento musical sin brújulas de otros tiempos que apuntan hacia el sur que existe y me gusta recorrer aunque ofrezcan cinco horas de eternidad y la experiencia en la facultad de la calle me haya enseñado y aprobado que los viajes más placenteros no se realizan con rapidez sino dedicándole a cada paisaje a cada rincón el cuerpo la mente el alma y el corazón aunque las mezclas no se aconsejen y los consejos nunca lleguen a tiempo y el reloj de arena se rompa en tantos pedazos como agujas clavadas en mi muñeco vudú que está dando vueltas en un horno de barro con los pies descalzos las huellas marcadas y el cigarrillo gitano encendido para mandar señales de humo que nunca vas a ver porque hay señales que es mejor pasar por alto salvo el del cruce del tren de ida y vuelta de sueños y desengaños de reencuentros y lejanías y pasantías y escondidas y despedidas que me abandonan en plena definición por penales entre el cielo y el infierno tan encantadores los dos y yo siendo un espectador de lujo pero sin lujos salvo por un cuaderno de mil hojas escritas por un poeta maldito que me dicta al oído mientras estoy sentado en el balcón de mi séptimo piso observando lo que no se ve pero puedo sentir…

lunes, 18 de octubre de 2010

192. madre hay una sola (y justo me vino a tocar a mí)

El sábado a la noche hizo su aparición mi amigo Denis. Por el estilo de vida que lleva, recorriendo el mundo e instalándose en sus mejores colinas y llanuras, hace que por esos azares de los almanaques nos veamos cada tres años.
Y ahí estaba el loco con un par de vinos traídos de Turquía. Mis copas argentinas saborearon el líquido manjar exótico y la noche quedó envuelta en un velo de misterio y fantasía.
–Si vas a ahogar penas que sea en un mar que lo vale –me dijo al primer brindis.
–¿Y quién te dijo que ando con penas? Si me encontrás en mi mejor momento –mentí aprovechando la distancia temporal que nos separaba.
–¿Quién me lo dijo? Nadie Gastón, lo sé por tres razones:
1. Siempre fuiste demasiado transparente y tu mirada sigue hablando por vos.
2. Encontrarte un sábado a la noche acá encerrado y solo.
3. Desde el año pasado soy un curioso y ansioso lector de tu vida.

Esto último me dejó mudo… Estoy acostumbrado a recibir mensajes, mails, y otras conexiones de personas que a falta de buenos libros deciden leer parte de mi vida y escritura. Pero cuando se trata de la lectura de algún conocido y/o amigo, siento la desnudez en pleno invierno.
De todas maneras la velada fue a pura risa, con anécdotas compartidas, historias extraordinarias (Denis tendría que tener su propia escritura de vida), y el sorpresivo acompañamiento de esos vinos extranjeros y exquisitos.


Siendo las 7.25 según alcancé a ver mientras parte del depto giraba con moderación, Denis se retiró prometiendo un pronto regreso y yo me dispuse a zambullirme en mi adorable cama, pero no llegué a tocar el colchón cuando el timbre sonó como si estuviera por caer un meteorito… Y casi resulto así!!!
Abrí la puerta esperando reencontrarme con Denis pero en su lugar me encontré a mi mamá con cara de ofendida y saludándome con un:
–¿Acaso no querés más a tu mamá que te parió con tanto amor?
–Mamá, ¿qué hacés acá? ¿Le pasó algo a papá? ¬–pregunté tan desconcertado como preocupado.
–Tu padre está bien y ahí viene con el bolso. Y yo estoy acá para que me saludes con un “feliz día”.
–¿Vos no cumplís años en febrero?
–Sí, pero hoy es el Día de la Madre, hijito ¬–me respondió remarcando el “hijito” para no decir otra cosa.
–Che, vení a ayudarme con este bolso, vos ¬–apareció papá pateando la puerta y protestando por notar que no había preparado ni el mate para recibirlos.
–Pero si yo no sabía que venían ¬–me quejé con inocencia mientras ya mamá se hacía dueña absoluta de la cocina.
–Nosotros le avisamos a Ana, ¿no te avisó?
Era evidente que no, y aunque me habían entregado mi celular nuevo, ni idea dónde podría haber quedado. Cuando por fin lo encontré debajo del sillón, pude ver que tenía varias llamadas perdidas de Ana y un mensaje a destiempo que me avisaba de la visita de los viejos por el “día mamario”.

Estaba sin dormir y sabía que me esperaba un largo domingo sin dulces sueños, sin dulces, y sin sueños.


Por esos milagros de la vida que ocurren cada dos mil años, Ana decidió que vayamos a almorzar a la casa a pasar todos juntos el dominguero y comercial Día de la Madre.
Alrededor de unos ricos tallarines amasados por mamá (por quién sinó) y la salsa preparada por Ana, ahí estábamos junto a papá y Tami.
–¿Y tu novio, hija? –preguntó mamá por Pablo.
–Fue a visitar a la madre. Después a la tarde viene a tomar unos mates con nosotros.
–¡Qué alegría! ¡Qué buen muchacho que es! Además qué lindo que haya querido formar una familia con vos, que estén juntos, que sean felices compartiendo un hogar, que puedan…
Mamá elogiaba demasiado el hecho de que Pablo estuviese con Ana, y por alguna razón me sonaba que se trataba de un disparo de boomerang para mi lado. Las dudas se disiparon cuando las mujeres se fueron a la cocina y me quedé a solas con papá.
–Gastón, tu madre está bastante preocupada por vos –me dijo papá en tono confidencial.
–¿Preocupada por qué?
–El año pasado cuando nos avisaron que ibas a ser papá y después resultó ser una falsa alarma; cuando tu casamiento, que de hecho hablé con tu “esposa”, que no lo era; que nunca tengas una novia para presentar… Bueno… Tu madre cree que vos…
–¿Qué yo qué?
–Ella, yo no lo creo. De hecho me acuerdo que ya desde que ibas al Jardín te enamorabas de tus compañeritas, y también cuando en aquel cumpleaños fuiste con…
–Papá –le corté los recuerdos y fui directo al grano–, ¿qué es lo que mamá cree de mí?
–Gastón… Gastoncito… Entre nosotros… Vos sabés que siempre serás mi hijo y te amaré como siempre, pero… La verdad, hijo… ¿Sos gay?


La tarde llegó y con ella Pablo con facturas. Cuando le conté las dudas de mi vieja con respecto a mi sexualidad, no hizo otra cosa que cagarse de la risa.
–Pero nene, no seas boludo. Hablá con tu vieja y despejale las dudas. Dale, contale de tu novio físcoculturista y listo, jajajaja.
Durante buena parte de la tarde tuve que soportar las indirectas de mamá, la mirada estudiosa de papá, y las humoradas de Pablo. Por suerte Tami me invitó a mirar una peli y pude escaparme un rato.
–¿Qué van a mirar? –preguntó mamá a su nieta.
–Con el tío Gastón vamos a ver “La Sirenita”, ¿querés verla con nosotros?
Mamá no dijo nada, pero se me quedó mirando y noté que sus ojos se llenaban de lágrimas. No me quedaba otra que aclarar las cosas de una buena vez con ella.

–Mamá, no soy gay.
–Hijo, ¿por qué me decís eso?
–Papá ya me contó que piensan que soy gay, pero me siguen gustando demasiado las mujeres.
–¿Y por qué entonces estás solo? Sos lindo, joven, buena persona…
–Mamá, a veces no es fácil encontrar a la persona indicada. Papá está con vos. Pablo con Ana. Y yo… Ya va a aparecer esa mujer especial que… Que me haga desistir de mi idea de hacerme gay –le dije con una sonrisa para que se aflojara-. Mamá, hace poco tuve una desilusión amorosa demasiado grande y todavía estoy en recuperación, pero quedate tranquila que estoy bien y voy a estar mejor.
–Te amo, hijito. Y sí, vos te merecés esa mujer especial y mucho más –me dijo mientras me daba un beso de esos que sólo una madre puede dar a su hijo.
–Bueno, bueno, aflojá que a mi Edipo lo asesiné saludablemente ya hace demasiado tiempo.


Nos fuimos a Retiro, el micro salió a horario, una despedida certera, un domingo no muy grave, y el final de un Día de la Madre… con mi mamá!!!

jueves, 14 de octubre de 2010

191. libro cerrado

–¿Dónde estabas? –me preguntó Sebas apenas abrí la puerta.
–Había salido a dar una vuelta.
–No podés desaparecer así. Tu hermana me reventó las bolas para ubicarte –me retó Pablo de parte de él y de Ana.
–Es que no desaparecí como podrás ver.
–¿Y por qué no contestabas las llamadas? Hace como tres días que no te podíamos ubicar ni por acá ni por el celu –me dijo Sergio sin posibilidad de que se le pararan los pelos por obra y gracias de su pelada.
–Ah, el celu… –exclamé recordando el vuelo comunicacional–. Es que no sobrevivió a la caída desde el balcón, pero en unos días me lo reponen.
–Patadas en el culo te vamos a reponer, nene –me contestó sacado Cris–. ¿No te parece que ya va siendo hora de que vuelvas a la normalidad?
–Supongo que sí –dije mientras clavaba sin ironía la mirada en el almanaque.
–¿Dónde estabas? –sonó una vez más la pregunta inicial pero ahora en boca de todos.


En los últimos días intenté determinar porqué la ida-huida de Laura me afectó de una manera desconocida. No sé si era el tiempo el que intentaba curarme o simplemente se trataba del certero efecto de mi buena mala memoria, pero durante unas pocas noches logré dormirme a la hora señalada y sin despertares a destiempo.
Pero la paloma mensajera que me trajo señales de vida de ella desarmó mi fortaleza de arena. Lo demuestra el arrojo del celular por el balcón y mis noches de insomnio posteriores.
Cada pensamiento que me visitaba tenía su cara, y entonces salí a buscarla. Simplemente salía a la ciudad que conozco y me conoce y caminé por las calles que nos vieron alguna vez pasar, por las esquinas en que nos besamos, por los laberintos en que nos perdimos, por las plazas donde jugamos, por los bares donde soñamos…
Perdí noción del tiempo y del lugar, pero lo más grave es que había perdido noción de mí y mi alrededor.
La busqué como quien busca a su sombra durante la noche…
Como quien busca a un vendedor de corbatas en el desierto…
Como quien busca una estrella fugaz en el suelo…
Como quien busca la libertad en un bolsillo…
Como quien busca la felicidad en una sala de terapia intensiva…


–Y la encontraste, ¿no? –quiso saber Lorena con su instinto femenino intacto y su mirada humedecida.
–Sí, claro… Estaba yo sentado debajo del monumento de la plaza cuando la vi pasar caminando del brazo de su ex.
–¿Y qué hiciste?
–Ya no quedaba nada más por hacer, por lo que me volví al depto con la certeza de que nunca se sabe cómo termina el cuento… Hasta que llega el final y hay que cerrar el libro.

lunes, 4 de octubre de 2010

190. frágil

“Deberías aprender a estar solo”
“Un poco de soledad no te va a hacer mal”
“No es malo que el hombre esté solo pero tampoco es bueno que andes con alguien porque sí”
“Vos y vos van a tener mucho que conversar”


Estas frases y varias más del mismo estilo me fueron arrojadas con precisión por mis queridos amigos.
Está más que claro que me quieren demasiado, que todos somos como hermanos cubriéndonos de las lluvias del corazón, y que si me piden algo así es porque no me están viendo muy bien que digamos. Y de esto hace… Bueno, desde mi despedida de sólo ida con Laura.

Sí, es extraño… Nunca me pasó algo así con la espalda de una mujer, o por lo menos no recuerdo haberme desvelado tanto tiempo mientras iba en el horario de visitas a ver a mi corazón en terapia intensiva.
Pero es verdad que hasta la noche más profunda y oscura es aniquilada por la luz del día, alumbrando el camino perdido y llenando de energía los cuerpos sin almas.

Hace un par de días que me tomé en serio el reencontrarme conmigo mismo, más allá del saludo que le hago a la imagen en el espejo cada mañana al despertar.
Me dediqué a pensar en mí y mis planes inmediatos que ya comienzan a vislumbrar.
Otra vez sonando buena música de fondo…
Otra vez el calorcito que entra por mi balcón preferido…
Otra vez una exquisita copa de un buen vino desde el 7º piso…
Otra vez el regreso de la lectura desvelada (Raymond Carver) y el velador de ojos abiertos…
Otra vez el cuaderno de hojas cuadriculadas llenos de poemas a puros latidos…
Otra vez con mis gustos sin disgustos ni horarios esclavos…


El celular abandonado en algún lugar suena avisando de la llegada de un mensaje. Me acerco por simple curiosidad a ver de qué se trata, y me encuentro con…
“Disculpame la hora y todo lo demás, pero quería saber cómo estás.
De paso este es mi número nuevo.
Te mando un beso grande.
Lau”



Lo último que supe de ella era preferible no saberlo…
La última vez que vi a mi celular, cayó junto a una lágrima desde el 7º piso y ninguno de los dos sobrevivió.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

189. tango feroz

Durante mi excursión por el interior y por causas naturales (la mujer y su naturaleza) me perdí de ciertas noticias amistosas, y una de ellas fue el regreso a la ciudad de la furia de mi amigo Juanmar (ver día 15. teoría de la relatividad)
Por eso la sorpresa cuando apareció por el depto el sábado y en breve nos pusimos al día de nuestras vidas por medio de titulares al estilo:
“Pegué la vuelta para no seguir golpeándome”
“Ese del espejo no soy yo”
“Estoy a dieta pero no pienso hacerme vegetariano”
“La extraño aunque te parezca extraño”

En un momento nos dimos cuenta que el aire de afuera podía ser mucho mejor que el que estábamos respirando y montados en su camioneta nos fuimos sin rumbo fijo pero con el mate preparado para disfrutar de una charla relajada y el solcito primaveral.
El río (no muy limpio pero calmo) nos atrajo y estacionamos en el pintoresco barrio de La Boca, entre sus conventillos coloridos, el turismo invasor, y el paisaje que necesitábamos para la vista y el alma.
—¿Estás fumando? —me preguntó mientras me ofrecía un Gitanes.
—No —le dije mientras le aceptaba uno y disfrutaba de ese maldito humo.

La tarde fue pasando entre buenos mates, cigarrillos compartidos, filosofía barata, zapatos gastados, y unos tangos que sonaban de fondo…
Nos acercamos como hipnotizados por el ritmo arrabalero y cuando la charla ya había aflojado un poco con las heridas del corazón (un poco… un poquitito) no tuvimos mejor idea que inundarnos del bandoneón y demás acompañamientos del 2x4.

Nos sentamos en una mesa sobre la calle empedrada y mientras esperábamos que venga el mozo a levantarnos el pedido, la cantante empezó a entonar con coraje y desgarro el famoso “Naranjo en flor”.
Estaba cantando la parte de: “Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento...” y con Juanmar cruzamos una mirada fatal, como si un adoquín nos hubiese pegado con suma precisión en la nuca.

—¿Qué van a querer tomar? —nos preguntó el mozo.
—Dos tragos de cianuro, por favor, on the rocks.


Las penas íbamos a ahogarlas, quemarlas, destrozarlas, envenenarlas, aniquilarlas …
(o por lo menos eso íbamos a intentar hacer…)

jueves, 16 de septiembre de 2010

188. para bien o para mal

–¿Estás seguro? –pregunté.
–Sí, vos sabés que no te voy a decir una cosa por otra –me contestó Cris mientras me servía un tazón de café reparador y milagroso.
–En cambio yo no escuché ni vi nada –dijo Sergio que seguía con las huellas de su resaca eterna.
–Pero es que yo la vi ahí parada, y después cuando se fue…
–No –me dijo Cris mirándome como lo hace un médico a su paciente grave–, ya te dije que no había nadie, que ella no estuvo nunca en la puerta. Vos en un momento gritaste su nombre, te levantaste del sillón y te fuiste al suelo. O la borrachera cruel te hizo imaginártela, o te quedaste dormido y la soñaste, pero la verdad es que Laura no apareció por acá.

Laura no apareció por acá…
Laura un día, durante un minuto indefinido decidió alejarse para siempre de mí.
Seguramente con bastante de razón y demasiado de pasión, ayer se cumplió un mes de su presente ausencia en mi vida. Y mi vida que parece haberse ido con ella…


–¿Cuánto hace que no sabés nada de ella?
–Una eternidad y tres cuartos.
–¿Intentaste comunicarte con ella?
–Sí, claro. Quería saber cómo estaba y demás y por eso le mandé un impar de mensajes.
–¿Tuviste alguna respuesta?
–Su silencio…
–Ok, no hay más preguntas por hacer (por el momento). Qué conste en actas –terminó Pablo el interrogatorio amistoso al que fui sometido por mis queridos hermanos de la vida.
–La realidad es que te rompe las pelotas no saber nada de ella –dijo Lorena sorprendiéndonos con su exabrupto– porque vos siempre le diste señales y no te responde de la misma manera.
–¿Y si le pasó algo grave? –pregunté intentando justificar todo de alguna manera.
–¿Algo grave como qué? ¿Te referís a que haya tenido un accidente o a que te haya reemplazado por alguien? –repreguntó Sebas de una manera incisiva pero con la certeza de quien me conoce desde hace años.
No dije nada…

Laura no daba señales porque se había ido de mi vida.
Mis amigos estaban ahí conmigo porque querían devolverme a la vida.
(y yo también quería ese regreso…)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

187. fiesta sin invitación

Cris y Sergio me estuvieron convenciendo durante todo ese sábado para que vaya a la fiesta, al cumple de Oscar, y aproveche mi soltería como no lo ocurre a Sebas que andaba con ganas de ir también, pero Verónica no le dio permiso.
Por momentos tenía ganas, pero el desánimo estaba ganando el partido y yo no atajaba una.
Además seguía sin afeitarme…

Llegó la noche, la hora de la fiesta, del descontrol, del divertimento, de la joda nocturna, y finalmente los chicos se convencieron de que no me iba a mover del depto, atrincherado en mi séptimo piso, con la heladera semi vacía pero con algunos envases que vaciar, y demás condimentos para un sábado on the night con gusto a domingo por la tarde.
Cris aceptó la derrota y Sergio, antes de irse me lanzó una mirada extraña y exclamó:
-I'll be back –dicho con la peor entonación de un Terminator demasiado humano y nada amenazador.

Me quedé solo junto a mi soledad y no hice demasiado, salvo no mirar nada en la tele, poner algo de música (jack johnson sonando a la altura deseada y con el ritmo adecuado haciendo juego), y tirar al fondo del placard el celular apagado.
Sentía que el tiempo de duelo ya había terminado y que de a poco tenía que volver a ser yo.
Me pegué un baño de inmersión eterno… hasta que el agua perdió su temperatura, y al pasar por el espejo… decidí que tenía que hacer algo más con respecto a esa imagen que el espejo me devolvía con tanta fidelidad.
Y así fue que finalmente me afeité como una especie de pacto que diera término a una etapa algo extraña, y así empezar otra totalmente diferente pero sin perder mi identidad.


La mañana se presentó demasiado temprano con algunos golpes en la puerta y bastante ruido del otro lado. Fui a abrir y me encontré con Sergio saludándome con un:
-Viste que era verdad que “I'll be back” –ahora con la ebriedad en todo su ser y acompañado de Cris, de Oscar y de todo su harem de mujeres invitadas a la fiesta… que ahora sigue acá en mi casa!!!
-¿Qué es esto? –sabiendo que estaba realizando una “preguntonta”.
Obviamente nadie me contestó y todos fueron pasando a invadir este santo lugar (?)

Las bebidas eran muy ricas y bastante fuertes, o eran muy ricas y demasiado temprano porque el mareo que me agarré hacía tiempo que no lo sentía.
En un momento me encontré rodeado de algunas chicas que estaban con hambre… por lo que aproveché que habían tocado el timbre para levantarme del sillón y dejar un poco a la jauría femenina.
Pero antes de llegar a la puerta tropecé con al aire y caí al suelo.
-Gastón –pude escuchar que me llamaba la voz desencajada de Oscar desde la puerta-, una tal Laura pregunta por vos.
Alcancé a levantar la cara del suelo y pude ver como Laura, desde la entrada y sin entrar, observaba el ambiente festivo que había en el departamento, para después lanzarme una mirada de odio? furia? desilusión? lástima? vergüenza? arrepentimiento?
No lo sé porque lo último que vi fue como se iba… una vez más.

jueves, 2 de septiembre de 2010

186. buscando una señal

Los últimos días estuve muy perdido pero reencontrándome con mis amigos.
-Che nene, no podés andar así –me dijo Sergio.
-¿Así cómo? –le pregunté a mitad de camino de unos de los mates.
-Así… -y me hizo levantar y me paró frente al espejo.

Me encontré con la imagen de alguien muy despeinado, muy barbudo, muy ojeroso.
Reconocí que era yo porque levanté una mano y la imagen hizo el mismo gesto.
-Gastón, ¿tanto te afectó la ida de Laura? Es decir, evidentemente sí, pero vos siempre tuviste y estuviste con mujeres hermosas que nunca supimos cómo llegaban a tu vida, y sin embargo ahí estaban, dándote placer y llenándote de esos recuerdos que, vos sabés, quisiera tener yo alguno de ellos. Por eso es que no entiendo cómo te dejó así hecho una piltrafa Laura. Estás irreconocible, pibe.
Sergio intentaba levantarme el ánimo, pero por momentos no podía hacerlo porque yo lo estaba pisando con la suela de mis zapatos.

Saqué mi celular del bolsillo y lo abrí.
-¿Qué vas a hacer? ¿A quién vas a llamar? – me preguntó a dúo Sergio y mi consciencia.
-A nadie. Estoy mirando el almanaque.
Habían pasado casi 20 días desde la última vez que la vi, y sin embargo cada noche que me acostaba sin dormir en la cama, sentía su cuerpo, su piel, su aroma, su mirada, su…

Tocaron el timbre y era Cris.
Armo otra ronda de mate mientras afuera llueve torrencialmente y mirando por la ventana pienso que debería ya ser suficiente este tiempo de duelo, pero cómo saberlo. Quizás necesite alguna señal que me haga saber que Laura ya no regresa, y que yo debo regresar a ser el Gastón de siempre.
Aparezco con el mate ya listo mientras Sergio abre el paquete de facturas que trajo Cris al mismo tiempo que este anuncia:
-Che, el sábado festeja el cumple Oscar, y según me dijo va a ser mejor que no faltemos porque sus amigas quieren empezar la primavera con tutti.


¿Esa será la señal?

¿Puede ser el Universo tan fiestero?

¿Me tendré que afeitar?

martes, 17 de agosto de 2010

185. sobreviviente

Ya sé que hace un tiempo prudencial e irrespetuoso que no escribo, pero hay una razón (y varias pasiones) para la excusa perfecta, y es la siguiente…

El domingo último (en todos los sentidos) y tan cruel por lo mismo, amaneció sin amanecer. Abrí los ojos y reconocí el lugar exacto en el que me encontraba, mi departamento de un 7º piso en mi Buenos Aires querido.
Sin embargo la mitad de la cama estaba vacía y lo último que recuerdo fue el cuerpo todavía caliente de Laura y su respiración jadeante acompañando la mía.


El mediodía se presentó por la ventana y a falta de yerba, un capuchino me acompañó en este despertar en soledad.
Pero no me sentía solo. El lugar donde me encontraba y estuve en estos últimos días era mi refugio de siempre, mi depto de aventuras, mi lugar en el mundo propio, mi descanso en las horas necesarias, mi reparo de aromas conocidos.


A pocas cuadras mis amigos de la vida, un poco más allá la próxima mujer-amor con la que me vaya a cruzar, a una distancia incalculable un nuevo viejo amor que se va sin final feliz aunque la noche haya dicho lo contrario.

Laura se fue y ya sé que no va a volver.
Quizás por su hijo…
Quizás por su ex marido…
Quizás porque necesita aire…
Quizás porque se dio un gusto…
Quizás porque hay secretos sin compartir…

Sin embargo, y quizás porque casi sin darme cuenta le di mi corazón, fue que estuve este tiempo sin escribir. Estaba demasiado transparente y exageradamente vulnerable.
Cuando me di cuenta de su presente ausencia me llevé rápidamente la mano a mi pecho y me quedé en silencio escuchando, sintiendo.
El tilín del corazón todavía se encontraba sonando dando cuenta que seguía vivo.
Y eso siempre será una buena señal!

sábado, 24 de julio de 2010

184. entre mateadas

Cuando me desperté sentí el calor del colchón pero no el cuerpo que me había calcinado hasta desmayarme. La poca luz que se filtraba por la ventana no me permitía recordar dónde me encontraba, hasta que de a poco fui reconociendo mi sweet home y me quedé tranquilo y sin la obligación de tener que saltar de la cama.
Sin embargo, el silencio que reinaba en el depto me hizo sospechar que Laura sí había tenido que irse. Me fijé la hora en el celu y marcaba que habían pasado un par de minutos del mediodía y no tenía ningún mensaje nuevo.

Ya me encontraba levantado, vestido y haciéndome unos mates cuando apareció Sebas.
—¿Recién te levantás?
—No, hace unos 11 minutos.
—Entonces te van a venir bien estas medialunas calentitas que traje.
Desde que estos días me quedé en Baires, los chicos no dejan de mimarme como siempre lo hicieron, aunque creo que ahora yo los siento mucho más.
Entre cebada y medialuna, con Sebas nos fuimos poniendo más o menos al día con nuestras vidas. Y así como le conté de la ida de Carolina y la reaparición de Laura, él me contó de lo bien que andaba con Vero y que no podía creer cómo la llegada del “verdadero amor” podía hacerle a uno modificar su vida sin dolores y casi de manera natural.
—Supongo que llega un momento en la vida en que uno quiere despertarse y no tener que salir corriendo porque llegan visitas inesperadas o esconderse en un placard rezando para que al marido no se le ocurra colgar el saco del perchero.
—Es verdad… —reflexionó Sebas mirándome extrañado de que sea yo el que esté diciendo eso—. ¿Y eso es lo que estás buscando ahora?
—Puede ser… Pero igual todavía no logro encontrarlo.
—Mejor dicho, encontrarla. Porque lo que vos querés es una mujer a la que te puedas dedicar totalmente sin pensar en invenciones o salidas de emergencia.
—No sé… Supongo que sí… La verdad es que tengo ganas de… Bueno, por ejemplo hoy me desperté y Laura no estaba.
—¿Y a dónde se fue? ¿No me dijiste que estaba divorciada?
—Sí, pero…
No terminé la frase porque de pronto descubrí un papel escrito sobre le mesa y resulta que era un mensaje de Laura.
—¿Qué dice? Dale, leela en voz alta —me pidió Sebas.

“Gas: No quise despertarte porque era todavía temprano y… sé que estabas cansadito.
La verdad es que yo también, pero le prometí a Thiago que hoy lo iba a llevar al zoológico y quiero aprovechar que hoy apareció el solcito.
Cuando te despiertes (y me extrañes) si querés llamame y vemos si hoy nos podemos volver a ver.
Te dejo un besito como el de anoche…
Lau”


—¿La vas a llamar, no? —quiso saber Sebas.
—Sí, pero más tarde… No quiero que sospeche que me partió la cabeza.

viernes, 16 de julio de 2010

183. el día y la noche

El frío polar de los últimos días me dejó varado por gusto propio en mi propio depto.
Fue lindo reencontrarme con mis cosas, mis lugares, mis espacios, como también lo fue poder compartir más tiempo con los chicos, mis amigos del alma.
Bueno, con ellos siempre estoy comunicado vía chat, celu o demás inventos de este siglo, pero no hay nada como el vivo y el directo…

El domingo pasado, en plena final del Mundial y al no decidirme por quién hinchar planifiqué una salida con Tami, mi amada sobrina. Un rato antes me suena el celu y veo con sorpresa de la agradable que la que se estaba comunicando era Laura.
La otra vez, después de ese furtivo encuentro a plena luz del día, mucho no pudimos hablar porque tenía que hacer unas cosas y quedamos para encontrarnos en otra oportunidad y lugar.

Fue entonces que el domingo vacío de personas, lo aprovechamos para salir a pasear los cuatro: Laura, su hijo Thiago, Tami y yo.
Con la excusa de la presencia infantil, nos fuimos todos a ver Toy Story 3. Después nos fuimos a comer algo a lo del tío Mc., y por último, mientras los chicos jugaban en un pelotero salvador, nosotros pudimos ponernos un poco más al tanto de nuestras vidas. Pero sólo un poco ya que la constante interrupción de los chicos parece que es algo que existe y más cuando dos adultos quieren hablar más allá de las lenguas.

De todas maneras la pasamos muy bien y Laura, que también se había quedado con ganas de más, me dijo que esa noche podía dejar a Thiago en lo de unos tíos y que si yo no tenía problema con mi sobrina, podíamos reencontrarnos más tarde.


Mientras estaba en el depto acomodando un poco las cosas, la brújula golpeó la ventana y me hizo preguntarme si llegará en algún momento el tiempo de que el ancla me detenga en un buen puerto. Sin embargo las nuevas olas se hicieron sentir con el timbre corto que anunciaba la llegada de Laura.

Estábamos en el sillón tomando un café con crema que alejara el frío exterior cuando las palabras comenzaron a surgir como lava viva:
¬—Nunca supe porqué desapareciste así de un día para el otro —lanzó Laura con tiempo para esperar mi respuesta que no tardaría en llegar en la frecuencia de honestidad brutal.
—Porque vos estabas con ese tipo más alto que yo que te encandiló con algo que tenía pero que no era, y fue tan así que me llegaron las noticias sin invitación de tu casamiento, pero decidí irme a una fiesta que sería mucho más divertida.
—La verdad que no sé qué hubiese hecho si vos te me declarabas antes.
—La verdad que no reniego de los pasados porque vivo en presente y siempre apuntando hacia un futuro mejor.
—El presente hoy nos tiene acá compartiendo un rico café calentito, pero ¿y el futuro? Quiero decir, ¿y el futuro inmediato?

La respuesta llegó en imágenes…
Dos tazas vacías, algo de ropa en el suelo, un almohadón en el suelo, las sábanas desarregladas, y un lunes amaneciendo al lado de un par de ojos verdes que descansaban a mi lado.

martes, 6 de julio de 2010

182. pasiones extremas

En los últimos tiempos estuve yendo y viniendo por cuestiones laborales, sociales y demás contactos con tacto, que me hacían sentir que en realidad no me encontraba en ninguna parte.
Durante uno de mis viajes para el lado de la ciudad más pequeña, estuve con Caro en su depto y noté el esquive de su mirada y sus andares dialécticos por el camino más largo, lo que me permitió adelantarme en lo que finalmente me iba a decir.
-¿Cómo estás? -fue mi pregunta tan simple como profunda que desencadenó un caer de lágrimas de su parte. Realmente no quise provocar ese mar, pero tenía que ayudarla de alguna manera a que descargara de una vez lo que debía decirme.
Y lo que me dijo es que iba a intentarlo de nuevo con su ex, y al mismo tiempo (un poco en broma y otro poco no tanto) que quizás podíamos seguir viéndonos… como amantes.

Mientras regresaba, ahora para Baires, recordaba la indecente e interesante propuesta de Caro, y estaba netamente sorprendido de mi respuesta: “No, gracias”.
¿Tendré que ir a consultar a un médico, o será que simplemente uno llega a un momento de su vida en que quiere estar tranquilo, que las sorpresas no estén todas envueltas en adrenalina y ser importante en la vida de una persona como esa otra persona puede serlo en la vida de uno?


Tiempos mundiales, pero yo estaba con el mío en particular. Sin embargo, la fiesta deportiva futbolística me iba a deparar más que la derrota sufrida contra los alemanes.
Resulta que el tema de la revista que me había ofrecido Juanto y que se iba a comerciar en el exterior es porque había un alemán al que le había gustado la idea y era el que pondría la plata para llevarla adelante.
Pero el fin de semana Alemania le ganó a Argentina 4 a 0, hubo un chiste llegado desde el viejo continente, y parece que la pasión de Juanto es un tanto extrema ya que se calentó exageradamente y mandó a “Plumas verdes” al tipo que ponía el dinero para su proyecto literario. Y si escribí “ponía” es porque eso quedó en el pasado y la sociedad quedó disuelta… al igual que la revista.


Estaba caminando por Plaza Francia intentando aclarar mis ideas desordenadas y de recordarme que es pecado asesinar boludos cuando…
-¿Gastón? -me preguntó una flaca de ojos del color de mi esperanza perdida.
-¿Laura? -le pregunté sabiendo que efectivamente ella… era ella.

Si mal no recuerdo, y el reloj de arena marca los tiempos exactos, hace poco más de una década estuve perdidamente enamorado de ella, pero se me hizo tarde y ella se fue con quien en ese momento tenía a su lado.
Sin embargo… Ahora no la veía acompañada más que por un chico que tendría unos tres años.
-Qué cachetón tu sobrino -le dije con cierta picardía.
-Gracias, pero no es mi sobrino… es mi hijo.
-Me imaginé…
-¿Y qué más te imaginás? -me preguntó con mayor picardía que la mía.
-Que si te vuelvo a encontrar después de tanto tiempo es porque estás recontra casada, enamorada y feliz.
-Es verdad… estoy feliz de tener a mi hijo, enamorada de la vida, y casada… hasta que me salga el bendito divorcio!!! ¿Y vos? ¿Qué es de tu vida?
-Ahora te cuento…

martes, 22 de junio de 2010

181. paralelas

En los últimos tiempos me estuvo contactando Juanto, un flaco que no veía hacía unos mil años (o quizás un poco menos) y que ahora reapareció con una propuesta interesante. Tiene una revista turística que se comercializa en el exterior y quiere que yo tome parte escribiendo notas que atraigan a los extranjeros y elijan esta zona geográfica como su lugar de vacaciones.
La propuesta es interesante, pero implicaría el volver a mudarme.
Por momentos me entusiasmo con la idea, pero por otros siento que no tengo ganas.
En los últimos días estuve meditando sobre el asunto con mi soledad. No quise comentárselo a nadie ya que no quería entusiasmar a mis amigos de allá ni poner mal a Carolina, en caso de decidir irme.
—Pero podés venir los fines de semana, no? ¬¬—me preguntó la imagen en el espejo.
—No creo en los amores a la distancia —le contesté con cierta frialdad¬—, y no podría someterla a ella a lo mismo. Creo que no sería justo para ninguno de los dos.
—¿Y cuándo se lo vas a decir? —siguió con su cuestionario mi reflejo.
—Cuando tome la decisión.

Pasaron varios días que se contaron en semanas.
Con Caro estuvimos juntos pero no saqué el tema porque todavía no tenía la seguridad en la cabeza. Pero anoche pasó algo curioso…

Cuando la veía a Caro notaba algo extraño en su mirada, en sus acciones. No sé qué era pero “algo” me llamaba la atención, pero no le di demasiada importancia ya que yo estaba sumergido en mis pensamientos de acciones de futuro inmediato.
Y anoche nos encontramos en su depto y escuchamos algo de música mientras charlamos sobre diversos temas sin importancia. Después cenamos, nos quedamos haciendo una sobremesa, y nos fuimos a la cama.
Como es una sana costumbre, no dormimos.
Cuando las sábanas se quedaron tranquilas y nuestros cuerpos decidieron descansar un poco, no sé porqué imaginé que esa era el momento propicio para hablar sobre el tema laboral que me habían propuesto y lo que había resuelto hacer al respecto.
La habitación estaba en penumbras pero alcanzábamos a vernos.
Me incorporé un poco y Caro se movió sentándose en la cama.
Hubo dos segundos de silencio absoluto y entonces sucedió que en estereo los dos dijimos a la vez: “tengo que decirte algo”.
Nos sorprendimos, nos reímos algo nerviosos (la mayoría sabemos lo alarmante e inesperado que puede seguir a la frase dicha) y finalmente le di la palabra.
Y la sorpresa fue que no habló, sino que simplemente empezó a llorar.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué llorás? —le preguntaba mientras intentaba calmarla.
—Estoy confundida… Hace unos días me llamó mi ex y el muy hijo de puta me movió toda la estantería. Yo siento que con vos tengo una conexión recontra especial, pero él… Él fue mi primer hombre y…

Sé lo que significa eso para muchas mujeres y cómo muchos de esos hombres utilizan el haber sido los primeros para romper las pelotas e ir y volver cuando ellos quieren. Pero yo no podía hacer nada. Es un tema que tiene que manejar ella y ver qué le pasa, qué quiere realmente con él o conmigo.
Cuando sus lágrimas dejaron de caer nos quedamos en silencio hasta que nos dormimos.

Finalmente voy a aceptar el ofrecimiento en la revista y mi ausencia quizás la ayude a saber qué quiere… y si me quiere, sin importar el número de hombre que soy en su vida.

jueves, 3 de junio de 2010

180. hablar de vos... hoy

Hoy amaneció como aquel mismo día, aunque ya pasaron algunos pocos años. “Aunque no lo veamos el sol siempre está” cantó alguien y hoy esa frase tendría más un contenido de fe que una realidad a la luz del día ya que el gris del cielo, las nubes y la neblina con forma de lluvia no dejan rastro alguno de la calidez solar.

Y aunque mis estados anímicos están un poco más inestables por cuestiones que, debo confesar, no confieso del todo en este diario (personal), hoy simplemente me siento acompañar el aire de esta mañana con el vuelo de baja altura de mi alma.

Por decisión propia y no del todo razonable (o quizás sí) dejé pasar el micro que me iba a trasladar a una ciudad no muy lejana y demasiado significativa para mi corazón.
A unos cien kilómetros de la compu donde estoy escribiendo hay un cementerio.
En ese mismo lugar de silencios afónicos, un 3 de junio como el de hoy, mi abuela se quedó ahí.


Hablar de mi abuela es referirme a quien me dio la vida, quien me enseñó a disfrutar de las maravillosas simplezas que nos regala cada día, a despertarme con una sonrisa y a dormirme con otra un poco más grande y, por sobre todas las cosas, a amar con el corazón en la mano.

Hablar de mi abuela en un día así me resulta demasiado intenso, porque por más que sé que sigue estando conmigo (y lo está), el mate que tengo a mi lado para mí solo me resulta un poco más solitario.
Y es que sé que entre cebada y cebada podría hacerle un par de preguntas de las que necesito escuchar de su voz (cómo extraño su voz…) las respuestas directas, y también contarle un impar de cuestiones que seguro algunas le harán reír y otras enojar apenas lo suficiente como para que esté con el ceño fruncido y en silencio alrededor de dos minutos y medio.

Hablar de mi abuela implicaría escribir demasiado pero con buen gusto, o tener una conversación que repasaría buena parte de mi vida durante su mejor parte al lado de la suya.

Hablar de mi abuela es hacerlo con felicidad y orgullo, porque aunque pueda apagarme un poco (inevitable) hay una luz que brilla fuerte allá en el cielo… y es la misma que brilla acá en mi interior.

miércoles, 26 de mayo de 2010

179. revoluciones interiores

No es que me haya escapado, simplemente me alejé los centímetros (metros, kilómetros) necesarios para saber por dónde estoy volando.
Ni cuando tuve que hacerme pasar por casado con Sandra imaginé esta realidad que me supera. Sobre todo teniendo en cuenta que me mudé sin quedarme callado para navegar un poco por aguas tranquilas.
Pero ahora aparece Carolina y cuando creo que todo se va armando como un tetris, resulta que es la hija de la esposa de mi primo y mi torre de colores me aplasta contra el techo.

Aprovechando ciertos desperfectos tecladistas y sabiendo de mi alergia a los cibers, dejé mi terapia cibernética por un tiempo, aunque sigo estando tan a destiempo. Por suerte un pasaje exacto me depositó nuevamente en mi Buenos Aires para celebrar sus 200 revolucionarios años.
Cena con amigos, juegos con mi sobrina Tami, y paseos históricos junto a unas dos millones de personas con las que acerté a elegir el lugar del paseo cumpleañero.

En el medio de un par de noches de desvelo y demasiadas risas, se encontraba la invitación unitaria para ir a ver la versión teatral de “El anatomista”, pero además de estar demasiado acompañado, fui un padrino mágico de MJ y JM que andaban caminando por un sendero de crisis y los acompañé con los oídos abiertos, los zapatos gastados, y la risa en el bolsillo como la mejor arma de estos tiempos.
Como ya se sabe, el tiempo lo dirá, pero la ansiedad pide que hable ya…

Y como el combo patriótico cada un siglo llega con todo, recordé el cumpleaños de Lola en la misma noche de fuegos artificiales.
¿Quién es Lola?
Es una muy buena pregunta pero la respuesta puede resultar mucho más interesante, por lo que voy a dejarla para la próxima estación.

Mientras tanto fui recibiendo mensajes de Caro preguntándome por dónde andaba, a los que respondí con la certeza de una flecha fría sobre el blanco de un corazón con otra temperatura.
Porque si la novia de un amigo tiene bigotes… ¿Con qué la disfrazo a Carolina siendo quien es?

En tres días (y dos noches) estoy dejando Buenos Aires para regresar a mis nuevos aires. Y mientras el almanaque avanza hasta la fecha de mi pasaje, me quedo un rato más en mi antiguo balcón del séptimo piso con un capuchino como mi fiel compañía.

martes, 11 de mayo de 2010

178. cumpleaños sorpresa

La cena era familiar y por eso me vestí para la ocasión, aunque sabiendo que tendría que hacerle buena compañía a mi primo mientras él se hacía cargo de la parrilla.
Brenda estaba concentrada preparando una de esas súper picadas a las que no le falta nada, mientras que Máximo me mandó a descorchar uno de los buenos vinos que tenía reservado para este momento.

La carne y demás compañías ya arrojadas sobre la parrilla, y Máximo y Brenda riéndose mientras les contaba algunas de mis anécdotas vividas con mis amigos. A ellos les divierte mucho estas historias y a mí me hace bien traerlas al presente.
Estábamos a mitad de otra cuando sonó el timbre.
−Esa es Maca −dijo Brenda saliendo casi corriendo a la puerta a recibirla.
−¡Qué bueno, llegó temprano! −se alegró Máximo mientras iba a su encuentro.
Con su cuerpo grandote de jugador de rugby grandote, abrazo a la hija de Brenda y desapareció en esa calidez paternal que le brota por los poros, al mismo tiempo que sus hijas también la rodeaban a los gritos.
Una vez calmada la bienvenida, sorpresivamente mi primo me miró y dijo:
−Vení que te presento a alguien…
Cuando ella se hizo a un costado de la espalda de Máximo, y Brenda dejaba de besarla con su baba maternal, mis ojos no podían creer lo que estaban observando y sólo abrí la boca y exclamé:
−Carolina.
−Exactamente −dijo Máximo tomándome por el hombro a mí y a Caro−. Ella es Carolina y él es Gastón.
−Hola, encantada −me saludó Carolina dándome un beso en la mejilla.
−Lo mismo digo… −la saludé yo y dándome vuelta buscando la cámara oculta que me explique esto.
−Qué gusto que estemos todos reunidos −comentó mi primo−. Este va a ser uno de esos cumpleaños que no se olvidan.
−No tengo la menor duda de eso −solté con cierta honestidad−. Pero lo que sí no entiendo es por qué le dicen Maca siendo que no se llama Macarena.
−Jajajaja −se rió Brenda y me explicó−, es que “Maca” no es por Macarena, sino por las primeras letras de María Carolina.
−Claro, lo tendría que haber sospechado desde un principio −exclamé haciendo un mínimo honor al Chapulín Colorado.

Mientras Máximo y yo seguíamos junto a la parrilla, las mujeres terminaban de armar la mesa con la picada.
Caro se acercó para llamarnos a la mesa y cuando quedamos solos un minuto alcancé a decirle:
−No lo puedo creer.
−Yo tampoco, pero me resulta demasiado divertido que vos y yo…
−¡¡¡Ni lo digas!!!

Por suerte no lo dijo y la cena resultó sin ningún inconveniente, pero no dejé de sentir cierta adrenalina cuando los pies de Caro me tocaban divertidos por debajo de la mesa… y ni hablar de cuando fue a buscar el tenedor que se le cayó al suelo.

jueves, 6 de mayo de 2010

177. texturas

Caro tenía que regresar a su trabajo en el diario y demás actividades relacionadas con la fotografía. Pero regresaba feliz con el envión anímico y profesional que le daba la obtención del 2° Puesto en el Concurso de Fotografía. Y si el festejo no resultó exagerado fue porque no nos dieron los asientos de atrás en el micro en el que regresamos.
−Es difícil competir con una buena foto que tiene a la lluvia como una de las protagonistas −
me explicó ella.
−Más difícil es fumar debajo de la lluvia, a no ser que tengas una nariz importante −le respondí al mismo tiempo que le mostraba mi perfil.
Y más allá de la excitación que producía este viaje del que ahora regresábamos, aprovechamos a dormir y lo hicimos de buena manera.


Ya en la ciudad, ella se puso al día con sus laburos y yo con mi vida a diario.
A mitad de una mateada familiar, mi primo Máximo me pidió disculpas por no haberme saludado con cierta puntualidad para mi cumpleaños.
−No te preocupes porque yo tampoco sé el tuyo.
−Es este sábado, por lo que te pido que trates de no irte muy lejos ya que voy a hacer algo a la parrilla y me gustaría que cenemos en familia.
−Obvio, no me perdería por nada esta invitación.
−Gracias, además también ya confirmó “Maca” que viene.
−¿”Maca”? No sé quién es… −confesé algo tímido.
¬−”Maca” es la hija de Brenda, mi esposa, aunque yo la siento también mi hija.
−Ah, claro… Sí, va a estar bueno conocerla…
−Por eso te pido que no arregles nada para el sábado así…
−Dalo por descontado, primín. Va a ser un verdadero placer.
−Además quiero que salgas en las fotos que ella nos saque esa noche, ya que es fotógrafa, y de las buenas.


A la noche, ya acostado en mi cama, me quedé pensando demasiado en “Maca”.
Es que sabiendo de las bromas que la vida suele hacerme, por un segundo se me ocurrió que Macarena podría ser Carolina y ahí me muero todas las veces necesarias como para quedarme sin ninguna de mis siete vidas.
−Hola Gastón, ¿qué hacés llamándome a esta hora? ¿Tanto me extrañás? −me preguntó divertida Caro del otro lado del celu.
−No, simplemente tengo una duda loca y quería preguntarte algo. ¿Vos tenés segundo nombre? −le pregunté sabiendo que es imposible que alguien se pueda llamar Carolina Macarena.
−Sí, claro que tengo segundo nombre, pero vos ya lo conocés.
−¿Lo conozco?
−Y sí, mi segundo nombre es Carolina. Me llamo María Carolina… ¿Pero por qué querías saber?
−Jajajaja −me reí totalmente aliviado−. Lo que pasa es que yo no tengo segundo nombre y no sabía si te podías unir a mi grupo.
Nos quedamos conversando otro ratito y después me dormí feliz y tranquilo de saber que todo iba bien y que seguía con esta extraña racha de no meterme en problemas…

jueves, 29 de abril de 2010

176. bajo las estrellas (fugaces)

Carolina es muy linda y además tiene una personalidad interesante, fuerte, impulsiva. Y no lo digo por tooodoooo lo sucedido en Mardel, sino porque lo demostró desde el primer día en que me tropecé con ella en la puerta del diario.
Y durante una de las noches costeras en que resultó especialmente cálida, nos quedamos en la playa mirando el horizonte negro y húmedo bajo un manto de estrellas que parecían brillar para nosotros. Y la estrella fugaz que pasa por encima de nuestros cuerpos y el deseo que le pedimos de manera instintiva y natural.
−Ahora debemos pensar qué vamos a hacer con el dinero −dijo con una sonrisa segura Caro.
−¿Qué dinero? ¿De qué hablás? ¿Le pediste a la estrella ser millonaria?
−No, pero sí que nos vaya bien con la fotografía del concurso. Pero… ¿Vos acaso no pediste lo mismo?
−No te puedo decir lo que pedí porque sinó no se va a cumplir.
−Pero yo ya te dije el mío −protestó ella.
−Ok, te lo voy a decir pero… Entonces ahora sé que no vamos a besarnos mucho y terminar haciendo el amor acá en la playa.
Caro no dijo nada. Solamente sonrió como suele hacerlo y se tiró arriba mío para comenzar a besarnos con una dosis exacta de dulzura y pasión.





−Seguramente tengamos que ir pensando como vamos a gastar el dinero que saquemos con el premio del concurso −pensé en voz alta.
−¿Por qué decís eso si yo te conté mi secreto y me dijiste que eso no se hace?
−Parece que decir el deseo no impide su cumplimiento. Yo te conté el mío y mirá… −le dije divertido.
−Sí, es verdad −contestó entre sonrojada y divertida Carolina−. Y mejor que nos vistamos antes de que aparezca alguien...

sábado, 24 de abril de 2010

175. 35

Cómo el episodio de Mar del Plata sucedió la semana pasada, lo dejo en pausa por un momento (sí, y en la mejor parte, jejeje) para contar lo que sucedió recientemente y que hace que en este preciso momento esté escribiendo desde Buenos Aires…

El jueves a media mañana recibo un llamado de Pablo al celu preguntándome dónde me encontraba.
¬—En Olavarría, en lo de mi primo, en la habitación, sobre la cama leyendo “El anatomista”.
—Ok, agarrá un bolso con algo de ropa y salí a la calle —me ordenó frenéticamente.
—¿Por qué? ¿Pasó algo? —le preguntaba mientras metía algunas remeras en una mochila que tenía a mano.
La comunicación se cortó, me puse la mochila al hombro, abrí la puerta que da a la calle, y me encontré con Pablo arriba del auto y con el motor en marcha.
—¿Qué hacés acá nene? —lo saludé con un abrazo pero sin entender nada—.¿Ana, Tami, están bien?
—Sí, de hecho si te asomás al asiento de atrás…
Ahí estaban las dos, mi hermana y mi sobrina con una sonrisa enorme que se transformó en besos de reencuentro.
Pablo agarró el volante y salimos a la ruta…
—Che, una alegría verlos, pero… ¿Qué hacén acá? ¿Por qué nos estamos yendo para Baires? ¿Pasó algo?
—Todavía no, por eso nos tenemos que apurar antes de que sea tarde.
Conociendo a Pablo, no sabía si me estaba haciendo una broma o sucedía algo demasiado en serio. La miré a Ana para ver si me decía algo, pero sólo sonreía y me preguntaba por mi estadía, por mis cosas.
Así pasamos las casi cuatro horas de viaje, entre la distracción de la charla amena y la incertidumbre por saber con qué me estaba por encontrar al llegar.
Una vez en la ciudad, las calles se me hacían conocidas y algo de nostalgia me invadió.
Finalmente nos detuvimos frente a la puerta del edificio donde viví bastante tiempo hasta no hace mucho.
—Che, no me asusten… ¿Por qué nos paramos acá? ¿Sebas está bien? ¿Pasó algo con Vero?
—Gastón —me dijo Pablito agarrándome por los hombros y empujándome hacia el interior del edificio—, relájate y goza.
Cuando el ascensor se detuvo en mi entrañable séptimo piso y la puerta se abrió…
¿Cómo describir la sensación de felicidad que me invadió al ver la escena de interior del depto?
Ahí estaban todos y cada uno de ellos, con gorros multicolores en sus cabezas, haciendo ruidos ensordecedores con cornetas, bocinas y demás griteríos.
Rostros de alegría que fácilmente podía reconocer en cada uno de mis queridos y amados amigos.
Y Tami, recordándome la fecha exacta, se aparece desplegando un cartel de letras multicolores donde se lee: “Feliz cumple Gastón”.


Antes de soplar cualquier velita, mi deseo ya estaba más que cumplido…

miércoles, 21 de abril de 2010

174. huellas en el mar

El micro salió demasiado temprano, y aunque el viaje no es demasiado largo, convenía llegar con tiempo para inscribir la fotografía en el concurso ya que era el último día y en tres días se daba a conocer los resultados.
−¿Le vas a poner algún título a la foto? ¬−le pregunté a Caro que estaba sumergida en su netbook.
−Sí, pensé en ponerle: “Los ojos del alma”.
−No es como muy melancólico eso.
−Es el estado en el que te encontrabas el otro día, no?
−Sí, es verdad… Por suerte vos aparecés y lográs despejar esa humareda a mi alrededor.
Carolina no dijo nada. Sólo me miró con una sonrisa deliciosa y siguió con sus tareas cibernéticas.


Cuando llegamos a la Terminal, nos tomamos un taxi y fuimos directamente a anotarnos al Concurso.
−Después vamos a tener tiempo de relajarnos, pero lo primero es lo primero −dijo Carolina, y tenía razón.
Una vez que se terminó con el papelerío y demás, nos fuimos a comer a un barcito en la playa. Ella unas rabas y yo un revuelto de papa y huevos.
El día estaba muy lindo como para pasar la tarde en la playa, por lo que después de almorzar nos fuimos a dejar los bolsos en el depto que el padre de Carolina tiene a pocas cuadras de ahí.

Yo no conocía Mar del Plata y ella se entusiasmó con la idea de hacerme de guía turística ya que eran frecuentes sus veranos en estas arenas.
−Una sola vez vine al Casino con mis amigos y casi nos quedamos a vivir acá −le hice saber de una las tantas anécdotas y recuerdos que llevo siempre en el bolsillo.
−¿Casi se quedan a vivir acá? ¿Tanta plata ganaron? −preguntó sorprendida.
−No, al contrario. Casi nos quedamos acá a vivir porque nos desplumaron en cinco minutos y no teníamos para pegar la vuelta.

El depto lindo. Tres ambientes. Balcón sin vista al mar pero a pocas cuadras del mismo. De todas maneras, la tensión del concurso y algo del viaje nos hizo bostezar de buena forma y decidimos hacer una siestita antes de irnos para la playa.
Carolina ocupó la habitación que siempre le perteneció y a mí me ofreció la que era de los viejos.
Hicimos algún que otro chiste sobre sonambulismos y quedamos en que el primero que se despertaba hacía levantar al otro para aprovechar el resto del día.

Creo que no habían pasado cinco minutos de haberme dormido cuando siento a Carolina que me toca el hombro.
−¿Ya hay que levantarse? −pregunté confundido.
−No −contestó mientras se metía en la cama que yo ocupaba.

Desde ya que aprovechamos a full el resto del día… hasta el otro día.

lunes, 19 de abril de 2010

173. humo en mis ojos

Anoche domingo regresé a la ciudad después de un impar de días de notoria ausencia por estos pagos. Estuve en la costa, más exactamente en Mardel y bien acompañado. Pero la historia comenzó una tardecita cuando…

Tenía el ánimo atrapado bajo la suela del zapato. Como me hice amigo de una plaza cercana, me fui para allá a sentarme bajo la sombra al natural de algunos de los árboles o la sombra de mármol que ofrece el extraño monumento a quién sabe quién.
En el bolsillo de la campera tenía un paquete de Gitanes, y después de más de media década, decidí darle un beso de humo a mi antiguo vicio gitano. Antes de que la oscuridad se hiciera presente, la que sí apareció fue Carolina, con una sonrisa que delataba haber realizado alguna travesura… o con ganas de cometerla.
Se sentó a mi lado y me preguntó qué me pasaba, y simplemente le conté que como buen humano nostalgioso que soy, además de extrañar la música de los 80’, también me encontraba haciendo lo mismo con mis seres queridos. Pero claro, ella era más chica que yo y además estaba en pleno proceso independiente, por lo que le aclaré que más allá de mi hermana y mi sobrina Tami, estaban todos mis amigos y había días con sus tardes y noches que sentía necesitarlos.
¬ −Y seguramente a alguna mujer también −quiso saber Carolina con cierta inocencia, pero mi mente se encargó de no recordar a nadie para no agudizar el estado.


Al otro día recibí un mensaje de ella pidiéndome que vaya a la dirección que me había mandado.
Sin la puntualidad requerida toqué el timbre del lugar y Caro abrió la puerta junto a una enorme sonrisa.
Me encontraba en el departamento de ella y me llevó directamente a la habitación. A una de las dos habitaciones que tiene. Precisamente en la que no hay cama alguna y sí un par de compus y varios monitores de distintos tamaños.
−Este es el cuarto que uso de estudio fotográfico −me explicó después de ver mi cara extrañada.
Enseguida abrió un par de carpetas y al mismo tiempo que desplegaba una imagen en el monitor más grande me pidió que me acercara a ver la misma y darle mi opinión.
−¿Y, qué te parece?
Me dispuse a mirar la imagen con mayor atención. En ella se veía a un hombre fumando con su rostro cubierto por el humo y con sus ojos clavados en algún lugar indeterminado.
−¿Estás haciendo una campaña contra el cigarrillo?
−Pero… ¿No reconocés al tipo? −me preguntó entre divertida y ofendida.
−La verdad que no… Es que no se le ve la cara y además… Esperá… ¡Ese soy yo!
−¡Por fin! −exclamó riéndose. Claro que sos vos. Te la saqué el otro día cuando te encontré en la plaza.
−Ahhh…
−Y si me lo permitís… La voy a usar para un Concurso de Fotografía que se va a hacer en Mar del Plata.
−Yo no tengo problema, pero… ¿Estás loca?
−Jajajaja… No, ¿por qué? La imagen es buena y además el premio es de diez mil pesos. Si gano te doy la mitad.
−¿Y si perdés? −le pregunté siguiéndole la corriente.
−Nos quedamos unos días en la costa divirtiéndonos y pasándola bien. ¿Qué te parece?
No hizo falta que le contestara. Mi mirada lo dijo todo…

lunes, 5 de abril de 2010

172. mis últimos días

Podría decir que mi primo necesitaba la compu, que se había roto la conexión, o que estaban de huelga los empleados de los ciber de la zona, pero no. Si estuve sin escribir durante estos largos días, fue simplemente porque no tuve ganas.

Hay silencios que lo dicen todo y simplemente me aferré a ese mensaje sin palabras. Pero después pensé que alguien podría pensar que me pisó un tren, y así como habría personas que se contentarían, otras se preocuparían, y entonces decidí volver a teclear en mi vida a diario sobre mis últimos días sin mucho por contar, pero ahora con ganas algo renovadas.

En los últimos tiempos tomé decisiones importantes en mi vida, como cada una de las que formé parte. Y no me refiero solamente al cambio de escenario, sino a las distintas curvas que hacen al camino.
Obviamente que antes de comenzar la escritura de este diario íntimo S. XXI, había vida y anécdotas para ser recordadas por siempre. Pero fue el 1 de enero del 2009 que comencé con mis memorias sin olvidos y entonces todo lo que comencé a escribir en estos últimos tiempos fue tomando un color y una forma que me permitían verme a mi mismo en el espejo de la escritura.

Me acuerdo que trabajando en la editorial escribí un artículo para una revista que hablaba sobre el mundo blog y la política del aire cibernético. Hace tres días me reencontré con ese escrito y me di cuenta que estoy yendo un poco a contramano de este loco y querido mundo de personas y personajes (como en la vida misma).
Y aunque sigo en contacto con mis amigos (hermanos), ahora la frecuencia debido a la distancia es menor. Casi lo mismo sucede con las personas de los otros barrios blogueros, aunque por otras excusas menos evidentes. Pero aunque sigo en contacto vía mail con algunos, a otros los he perdido en el camino, como hice con otras personas de otros tiempos y otras vidas.

El tema es que en los últimos tiempitos los nuevos aires desestabilizaron un poco el vuelo y de pronto me vi cayendo y esquivando los brazos abiertos para estos aterrizajes de emergencia.

La mezcla de: Un 24 de marzo que me duele porque sé que de haber estado andando por aquellos tiempos, seguramente hoy sería uno de los que no están. Un aniversario de la guerra del 82 en que las balas mataron a la paloma de la paz y a otros pibes como yo. Y una Semana Santa en que más allá de la liturgia, me comí un conejo dulce en una extrema soledad.
Y todo esto me hace pensar en tantas cosas, en tantas personas, en tantos corazones, en tantas esquinas, en tantas vidas que desde el séptimo piso los recibía siempre y para siempre, sin saber que esa clase de eternidad es inexistente…

Pero hoy es lunes, y aunque odio los días lunes, acá me encuentro nuevamente haciéndole cosquillas al teclado, en la compañía de gente nueva que voy conociendo, junto a un mate fiel, una gorra de lana que me mandó de regalo mi sobrina Tami, un nuevo corte de pelo que no debo agradecerle a mi primo Máximo, y unas ganas de continuar que lo demuestran estas palabras que confiesan mis sentires y decires de esta, mi vida a diario.

jueves, 18 de marzo de 2010

171. hundido

El otro día estaba recorriendo algunas calles de la ciudad bajo un señor sol cuando comenzó a caer repentinamente una lluvia refrescante y exagerada. Supuse que se trataba de una nube pasajera, pero después de unos veinte minutos y notando que el cielo estaba totalmente cubierto, me di cuenta que la gran nube se había estacionado y no pensaba por el momento seguir con su camino.
Me quedé observando la escena desde el interior de un supermercado y como era la hora exacta en que los alumnos salen de las escuelas, las calles comenzaron a taponarse de autos, de personas intentando vanamente no mojarse, de chicos que jugaban a mojarse, de amas de casa desesperadas, y demás húmedos personajes.

Cinco minutos después, la lluvia se calmó un poco y decidí emprender la retirada.
Esquivé algunos charcos y estudié el panorama ya que algunos lugares habían acumulado demasiada agua.
Iba a acortar camino por la plaza pero al no llevar puestas mis patas de rana, avancé por la vereda de enfrente. No alcancé a hacer cincuenta metros cuando otra vez una infinidad de gotas comenzaron a lanzarse desde lo alto.
Apuré apenas el paso, subí unas escaleras donde vi a tres personas a resguardo, y me quedé en esa entrada con vista a la plaza y a salvo de esta lluvia infinita.
-Parece que te has mojado, muchacho –me dijo un hombre con cara de bueno y panza de buen comer mientras me hacía lugar al lado de la puerta.
-Sí, de todas maneras hoy pensaba bañarme –contesté con una sonrisa.
-A veces es necesario hacer el sacrificio.

La lluvia continuaba cayendo y esta vez parecía no querer detenerse.

-Este aguacero viene bien, pero más que acá tendría que caer del otro lado de la ruta, más para aquel lado –explicó el tipo señalándome el horizonte lejano como si yo supiera que hay más allá.
-¿Mucha sequía? –pregunté adivinando el problema.
-En aquellas zonas hace más de 8 meses que no cae una gota.
-Claro, y acá cae un poco de lluvia y como hay agua de sobra se inunda todo. Y bue… como dice ese sabio refrán: “Dios le da pan al que no tiene dientes”.
El hombre no dijo nada. Sólo se quedó mirando las nubes que se movían en el cielo.
Supuse que su silencio se debía a que él era de aquel lugar escaso de lluvia y estaba preocupado por esa causa.
Pero mi duda quedó despejada cuando una señora salió del interior del lugar en el que estábamos protegiéndonos de la lluvia y al mismo tiempo que se abrochaba el último botón del piloto dijo:
-Voy a irme ahora porque después se me va a hacer más tarde y no quiero.
-Está bien m’hijita. Nos vemos mañana –le contestó el hombre abriéndole el paso.
-Ya cerré la puerta y dejé ordenados los cancioneros para la misa de esta noche, Padre.
-Dios te bendiga.
-Igualmente Padre. Hasta mañana –y se fue bajo la lluvia que comenzaba a disminuir.

Con cierto disimulo miré a mi alrededor y me di cuenta que las escaleras que había subido y la puerta donde me encontraba eran la de una iglesia. Y yo había dicho esa frase sobre Dios y los dientes al mismísimo cura de la iglesia.
Lentamente comencé a bajar los escalones cuando escucho que desde atrás la voz del curita me dice:
-Muchacho, cuidado con los charcos.
Y yo más hundido no me podía sentir.

jueves, 11 de marzo de 2010

170. historias de vida

−Dale, contame ahora vos algo de tu vida –me pidió simplemente por saciar su curiosidad sobre el forastero que tenía sentado frente a ella. Y yo no podía rehusarme porque cuando yo le pregunté por su nombre, después de responderme “Carolina”, me hizo un breviario de su vida, de su corta e interesante vida…

-Nació hace 20 años en un pueblo ubicado a unos 50 Km. de acá. Tuvo una linda infancia que sólo se vio alterada por la separación de sus padres. La mamá cuidaba de ella mientras el padre se la pasaba viajando por trabajo. Al principio esos viajes resultaban tener un buen beneficio económico, pero con el correr de los tiempos la economía le ganó al amor, a la presencia física, al cariño sentido, y su madre comenzó a sentirse que estaba demasiado sola haciéndose cargo de su amada hijita mientras su esposo agudizaba esos viajes y su presencia era ya una prolongada ausencia.
Su mamá consiguió un empleo que le permitiría vivir con su hija Carolina y de paso cortar las cadenas de alguien que ya no estaba en su vida.
En pocos meses logró un ascenso que le significó mudarse a unos pocos kilómetros de ahí, para hacerse cargo de una nueva sucursal abierta. Ya en la ciudad conoció a un buen tipo, se enamoró, anduvieron de novios, se casaron, se fueron a vivir juntos, y el hombre fue el padre que Carolina no había tenido en los últimos años. Al tiempo la familia se agrandó y todos fueron muy felices.
-Ok, esa es la historia de tu familia… ¿Y la tuya? –le pregunté.
-Yo seguí mi vida rodeada de una buena familia que era mía. Terminé la secundaria con un muy buen promedio y eso me permitió que en casa me dejaran estudiar fotografía. Me dediqué de lleno a esa pasión y logré ganar algún que otro premio. A causa de eso recibí una tarde un llamado en que me ofrecían trabajar de fotógrafa en el diario. Comencé hace ya un tiempo y soy feliz porque hago lo que me gusta y los tiempos son lo bastante flexibles como para escaparme a realizar fotografías que no son para el diario… sino para mí.

Carolina hablaba con pasión y con el extraño encanto de ese acento ajeno a mi vida, ese tono que despierta cierta dulzura en los oídos cansados de escuchas monótonas. Era linda, joven, decidida y tenía una mirada que penetraba más que la lente de su cámara.

−Dale, contame ahora vos algo de tu vida –me pidió apoyando sus codos sobre la mesa en claro gesto de regalarme su atención.
-¿Sobre mi vida? ¿Y qué te puedo contar sobre mi vida?
-Lo que vos quieras –me dijo sonriendo, pensando que quizás no tenía mucho por contar, cuando en realidad no sabía bien qué contarle exactamente de mi vida para que ella no saliera corriendo espantada.
Pedimos otra vuelta de algo para tomar, por un instante extrañé encenderme un cigarrillo (me está sucediendo bastante seguido), y me dispuse a comenzar mi autobiografía oral sin saber bien por dónde empezar.
-Podés comenzar desde el principio –me aconsejó Carolina como si hubiese escuchado mis pensamientos-. O diciéndome qué andás haciendo acá en esta ciudad.


Cuando finalicé de hablar sobre mis últimos tiempos noté que Carolina me miraba fijamente, con la boca entreabierta, y sin decir nada…
-¿Pasa algo?
-No, simplemente me quedé pensando en todo lo que me estabas contando y me preguntaba si… ¿Nunca se te ocurrió escribir sobre tu vida?

miércoles, 3 de marzo de 2010

169. la página de sociales

Hacía bastante que no veía a mi primo y al resto de la familia. La única diferencia que teníamos era la ubicación geográfica, cuestión que desde hace ya unos días quedó resuelta.
Y así como se mató de la risa con algunas de mis anécdotas, él me puso al tanto de su vida.
Se había casado, separado y conocido a una buena mujer que tenía una hija de su antiguo matrimonio. Después de noviar más de un año, se casaron y tuvieron un nene y una nena. Formaron una familia muy linda y fue a fines del año pasado cuando la mayor decidió independizarse e irse a vivir a… unas 20 cuadras (nuevas distancias) y quedaron los cuatro en la enorme casa.
Y ahí están, tranquilos, felices, con los problemas normales de cualquier vecino, pero con la saludable manera de un despertar de aire puro.

Como algunos hábitos ciudadanos son difíciles de desterrar de manera rápida, a la mañana muy temprano salí en busca del gran diario… local.
Pocas noticias, ausencia de crónicas rojas, chistes internos, horóscopo mentiroso, y clasificados divertidos. Pero volviendo a hojear el diario ahora de atrás hacia delante, en la columna de la segunda página encuentro que el Director del diario “El ciudadano” se llama Francisco Zappa. Con clara influencia rockera en su identidad, se me ocurrió ir a verlo, pero no para hablar de música, sino para presentarle algún proyecto laboral.
Marqué el teléfono de pocos números y una voz femenina me ofreció una entrevista con el Sr. Zappa para las cinco de la tarde.

Diez minutos antes de la hora señalada, me presenté con una carpetita donde había escrito la idea que tenía para el diario, una mezcla de cultura e interés general que sabía que podía interesar al lector aburrido.
¬—El Sr. Director se encuentra demorado, pero si desea aguardar a que llegue…
—Sí, vine a verlo por lo que me quedo a esperarlo —le dije a la recepcionista con su sonrisa sin forzar.
Quince minutos, media hora, sesenta minutos, una hora diez y la misma recepcionista que se acerca al asiento donde yo estaba ya algo acalambrado y me informa que acaba de comunicarse con ella el Director para pedirle disculpas por la demora y por no poderme dar hoy la entrevista. Que arregle con la recepcionista para otra cita.

Salí del edificio del diario un tanto enojado-distraído y fue exactamente en la vereda cuando tuve un primer contacto de verdad con alguien de la ciudad. Es que el choque fue grande y mi carpeta y el bolso de ella volaron por los aires, y si la chica no hizo lo mismo fue porque logré atraparla en el aire.
—No te vi —le dije disculpándome de una manera obvia.
—No te preocupes, lo importante es que la cámara no se rompió —exclamó después de abrir el bolso y cerciorarse de que la cámara de fotos estaba intacta.
—¿Sos la fotógrafa del diario?
—Así es… ¿Y vos?
—Yo no… y por ahora tampoco nada porque tenía una entrevista con Zappa pero el tipo no apareció.
—Moneda corriente. No te preocupes. Esperá que descargo unas fotos acá y si querés vamos a tomar algo a la confitería de la esquina. Tengo una sed tremenda.

A los cinco minutos salió del diario y nos cruzamos a la confitería a charlar un poco y saciar la sed con un licuado para ella… y otro para mí.