sábado, 24 de julio de 2010

184. entre mateadas

Cuando me desperté sentí el calor del colchón pero no el cuerpo que me había calcinado hasta desmayarme. La poca luz que se filtraba por la ventana no me permitía recordar dónde me encontraba, hasta que de a poco fui reconociendo mi sweet home y me quedé tranquilo y sin la obligación de tener que saltar de la cama.
Sin embargo, el silencio que reinaba en el depto me hizo sospechar que Laura sí había tenido que irse. Me fijé la hora en el celu y marcaba que habían pasado un par de minutos del mediodía y no tenía ningún mensaje nuevo.

Ya me encontraba levantado, vestido y haciéndome unos mates cuando apareció Sebas.
—¿Recién te levantás?
—No, hace unos 11 minutos.
—Entonces te van a venir bien estas medialunas calentitas que traje.
Desde que estos días me quedé en Baires, los chicos no dejan de mimarme como siempre lo hicieron, aunque creo que ahora yo los siento mucho más.
Entre cebada y medialuna, con Sebas nos fuimos poniendo más o menos al día con nuestras vidas. Y así como le conté de la ida de Carolina y la reaparición de Laura, él me contó de lo bien que andaba con Vero y que no podía creer cómo la llegada del “verdadero amor” podía hacerle a uno modificar su vida sin dolores y casi de manera natural.
—Supongo que llega un momento en la vida en que uno quiere despertarse y no tener que salir corriendo porque llegan visitas inesperadas o esconderse en un placard rezando para que al marido no se le ocurra colgar el saco del perchero.
—Es verdad… —reflexionó Sebas mirándome extrañado de que sea yo el que esté diciendo eso—. ¿Y eso es lo que estás buscando ahora?
—Puede ser… Pero igual todavía no logro encontrarlo.
—Mejor dicho, encontrarla. Porque lo que vos querés es una mujer a la que te puedas dedicar totalmente sin pensar en invenciones o salidas de emergencia.
—No sé… Supongo que sí… La verdad es que tengo ganas de… Bueno, por ejemplo hoy me desperté y Laura no estaba.
—¿Y a dónde se fue? ¿No me dijiste que estaba divorciada?
—Sí, pero…
No terminé la frase porque de pronto descubrí un papel escrito sobre le mesa y resulta que era un mensaje de Laura.
—¿Qué dice? Dale, leela en voz alta —me pidió Sebas.

“Gas: No quise despertarte porque era todavía temprano y… sé que estabas cansadito.
La verdad es que yo también, pero le prometí a Thiago que hoy lo iba a llevar al zoológico y quiero aprovechar que hoy apareció el solcito.
Cuando te despiertes (y me extrañes) si querés llamame y vemos si hoy nos podemos volver a ver.
Te dejo un besito como el de anoche…
Lau”


—¿La vas a llamar, no? —quiso saber Sebas.
—Sí, pero más tarde… No quiero que sospeche que me partió la cabeza.

viernes, 16 de julio de 2010

183. el día y la noche

El frío polar de los últimos días me dejó varado por gusto propio en mi propio depto.
Fue lindo reencontrarme con mis cosas, mis lugares, mis espacios, como también lo fue poder compartir más tiempo con los chicos, mis amigos del alma.
Bueno, con ellos siempre estoy comunicado vía chat, celu o demás inventos de este siglo, pero no hay nada como el vivo y el directo…

El domingo pasado, en plena final del Mundial y al no decidirme por quién hinchar planifiqué una salida con Tami, mi amada sobrina. Un rato antes me suena el celu y veo con sorpresa de la agradable que la que se estaba comunicando era Laura.
La otra vez, después de ese furtivo encuentro a plena luz del día, mucho no pudimos hablar porque tenía que hacer unas cosas y quedamos para encontrarnos en otra oportunidad y lugar.

Fue entonces que el domingo vacío de personas, lo aprovechamos para salir a pasear los cuatro: Laura, su hijo Thiago, Tami y yo.
Con la excusa de la presencia infantil, nos fuimos todos a ver Toy Story 3. Después nos fuimos a comer algo a lo del tío Mc., y por último, mientras los chicos jugaban en un pelotero salvador, nosotros pudimos ponernos un poco más al tanto de nuestras vidas. Pero sólo un poco ya que la constante interrupción de los chicos parece que es algo que existe y más cuando dos adultos quieren hablar más allá de las lenguas.

De todas maneras la pasamos muy bien y Laura, que también se había quedado con ganas de más, me dijo que esa noche podía dejar a Thiago en lo de unos tíos y que si yo no tenía problema con mi sobrina, podíamos reencontrarnos más tarde.


Mientras estaba en el depto acomodando un poco las cosas, la brújula golpeó la ventana y me hizo preguntarme si llegará en algún momento el tiempo de que el ancla me detenga en un buen puerto. Sin embargo las nuevas olas se hicieron sentir con el timbre corto que anunciaba la llegada de Laura.

Estábamos en el sillón tomando un café con crema que alejara el frío exterior cuando las palabras comenzaron a surgir como lava viva:
¬—Nunca supe porqué desapareciste así de un día para el otro —lanzó Laura con tiempo para esperar mi respuesta que no tardaría en llegar en la frecuencia de honestidad brutal.
—Porque vos estabas con ese tipo más alto que yo que te encandiló con algo que tenía pero que no era, y fue tan así que me llegaron las noticias sin invitación de tu casamiento, pero decidí irme a una fiesta que sería mucho más divertida.
—La verdad que no sé qué hubiese hecho si vos te me declarabas antes.
—La verdad que no reniego de los pasados porque vivo en presente y siempre apuntando hacia un futuro mejor.
—El presente hoy nos tiene acá compartiendo un rico café calentito, pero ¿y el futuro? Quiero decir, ¿y el futuro inmediato?

La respuesta llegó en imágenes…
Dos tazas vacías, algo de ropa en el suelo, un almohadón en el suelo, las sábanas desarregladas, y un lunes amaneciendo al lado de un par de ojos verdes que descansaban a mi lado.

martes, 6 de julio de 2010

182. pasiones extremas

En los últimos tiempos estuve yendo y viniendo por cuestiones laborales, sociales y demás contactos con tacto, que me hacían sentir que en realidad no me encontraba en ninguna parte.
Durante uno de mis viajes para el lado de la ciudad más pequeña, estuve con Caro en su depto y noté el esquive de su mirada y sus andares dialécticos por el camino más largo, lo que me permitió adelantarme en lo que finalmente me iba a decir.
-¿Cómo estás? -fue mi pregunta tan simple como profunda que desencadenó un caer de lágrimas de su parte. Realmente no quise provocar ese mar, pero tenía que ayudarla de alguna manera a que descargara de una vez lo que debía decirme.
Y lo que me dijo es que iba a intentarlo de nuevo con su ex, y al mismo tiempo (un poco en broma y otro poco no tanto) que quizás podíamos seguir viéndonos… como amantes.

Mientras regresaba, ahora para Baires, recordaba la indecente e interesante propuesta de Caro, y estaba netamente sorprendido de mi respuesta: “No, gracias”.
¿Tendré que ir a consultar a un médico, o será que simplemente uno llega a un momento de su vida en que quiere estar tranquilo, que las sorpresas no estén todas envueltas en adrenalina y ser importante en la vida de una persona como esa otra persona puede serlo en la vida de uno?


Tiempos mundiales, pero yo estaba con el mío en particular. Sin embargo, la fiesta deportiva futbolística me iba a deparar más que la derrota sufrida contra los alemanes.
Resulta que el tema de la revista que me había ofrecido Juanto y que se iba a comerciar en el exterior es porque había un alemán al que le había gustado la idea y era el que pondría la plata para llevarla adelante.
Pero el fin de semana Alemania le ganó a Argentina 4 a 0, hubo un chiste llegado desde el viejo continente, y parece que la pasión de Juanto es un tanto extrema ya que se calentó exageradamente y mandó a “Plumas verdes” al tipo que ponía el dinero para su proyecto literario. Y si escribí “ponía” es porque eso quedó en el pasado y la sociedad quedó disuelta… al igual que la revista.


Estaba caminando por Plaza Francia intentando aclarar mis ideas desordenadas y de recordarme que es pecado asesinar boludos cuando…
-¿Gastón? -me preguntó una flaca de ojos del color de mi esperanza perdida.
-¿Laura? -le pregunté sabiendo que efectivamente ella… era ella.

Si mal no recuerdo, y el reloj de arena marca los tiempos exactos, hace poco más de una década estuve perdidamente enamorado de ella, pero se me hizo tarde y ella se fue con quien en ese momento tenía a su lado.
Sin embargo… Ahora no la veía acompañada más que por un chico que tendría unos tres años.
-Qué cachetón tu sobrino -le dije con cierta picardía.
-Gracias, pero no es mi sobrino… es mi hijo.
-Me imaginé…
-¿Y qué más te imaginás? -me preguntó con mayor picardía que la mía.
-Que si te vuelvo a encontrar después de tanto tiempo es porque estás recontra casada, enamorada y feliz.
-Es verdad… estoy feliz de tener a mi hijo, enamorada de la vida, y casada… hasta que me salga el bendito divorcio!!! ¿Y vos? ¿Qué es de tu vida?
-Ahora te cuento…