viernes, 29 de octubre de 2010

195. todos tus muertos

El ex presidente Néstor Kirchner acababa de fallecer.
Me quedé consternado por la llegada de esa muerte sorpresiva ya que se trataba del esposo de quien ahora es presidenta de Argentina. Y más allá de ideologías políticas, había que apoyar, acompañar y demás a esa mujer que nos gobierna bajo el imperfecto pero saludable manto de la democracia.

Pasaron no sé cuántas horas mientras yo seguía pegado a la compu, y demás medios de comunicación a mano cuando el timbre volvió a sonar como hoy a la mañana.
Abro la puerta y ahí estaba Cecilia, con los ojos llenos de lágrimas y su cara con menos color que el habitual.
–¡No lo puedo creer! ¡Se murió! ¡Se murió! –me dijo mientras me abrazaba ahogada en un llanto.

La hice pasar y le ofrecí un poco de agua mientras temblando se sentó en el sillón.
Yo la observaba desde la cocina y me parecía un poco exagerada su reacción con respecto a la muerte del ex presidente Kirchner, pero bueno, cada cual tiene su forma de reacción y acción. Pensaba que quizás Cecilia era una militante política y de raza, o se ponía en el lugar de Cristina como mujer a mujer, o había pasado por algún duelo cercano y parecido que la tenía en ese estado, o quizás era una mina híper sensible que simplemente estaba llorando por el significado de la muerte ante la vida.
Después de todo habíamos compartido, hacía ya una década, un año y medio de facultad… Bueno, un año y medio de estudios facultativos y unas semanas de otros estudios más humanos.
Pero lo que quiero decir es que aunque llegué a conocerla con cierta “profundidad”, en todo este tiempo no sabía qué había sido de la vida e Cecilia en todo este tiempo, salvo que había estudiado para maestra, que estaba realizando el Censo Nacional, y que ahora estaba llorando por escenas de la muerte.

–La verdad es que no lo puedo creer… Se veía bien, normal y de pronto…
–Sí, es una cagada cuando pasa algo así sin previo aviso, o hasta con aviso. La muerte es toda una cagada, sobre todo cuando la recibe alguien que anda con su vida.
–Fue todo tan sorpresivo… –siguió reflexionando en voz alta Cecilia como quien deja salir un suspiro.
–Bueno, en realidad no fue tan sorpresivo –dije yo haciendo gala de mi información–. Hacía unos meses se había hecho una angioplastía y de todas maneras seguía trabajando con su ritmo frenético.
–Ahhh… ¿Vos lo conocías?
Me sorprendió la pregunta de Cecilia, pero supongo que se refería a sí seguía de cerca sus pasos y demás actividades.
–En persona no, sólo por lo que sale en los medios.
–¿Era famoso?
Una nueva pregunta sorpresa de Cecilia de la que comencé a dudar si se trataba de una tonta broma o de una tonta sin bromear.
–Supongo que haber sido Presidente de la Nación y después ser el marido de la Presidenta hace que su rostro sea algo conocido por la mayoría de los argentinos.
Los ojos de Cecilia se abrieron como dos huevos fritos de avestruz gigante.
–¿De qué me estás hablando? ¿Quién se murió? ¿Kirchner?
-Sí, claro. Esta mañana y es la noticia en cadena nacional.
–No lo puedo creer… –volvió a decir Cecilia pero ahora con otro tono de voz y otra expresión en su rostro.
–Pero, entonces… ¿A quién te referías con la muerte que no podías creer?
–Al viejo del 4º piso. Se murió mientras lo censaba. Se agarró el pecho y cayó al suelo al lado mío.
–No lo puedo creer… –alcancé a decir mientras me tomaba el agua del vaso de Cecilia.

jueves, 28 de octubre de 2010

194. preguntas, respuestas, y otros finales...

El martes por la noche, aprovechando que al otro día se realizaba el Censo Nacional y no se trabajaba y/o madrugaba, nos reunimos con los chicos/as en el depto a tomar algo y hacer uso del delivery.
Después de una variedad de gustos de pizzas y varias cervezas de distintos colores, se decidió realizar un juego acorde a lo que se venía al día siguiente, y que no era otra cosa que un simple, divertido y peligroso (según el azar y la sinceridad) juego de preguntas y respuestas.
Había que anotar en una hoja y de manera anónima 20 preguntas que otra persona se encararía de responder sobre temas personales, privados y quizás secretos. Después se recortaba cada una de las preguntas y se ponía en una caja que iba pasando de mano y así cada uno sacaba una de ellas y la respondía en voz alta. Por supuesto que más del 90% de las mismas tenían que ver con cuestiones sexuales y así pasamos por interrogantes del tipo: ¿De qué sexo sería la 3º persona que elegirías para hacer un trío?, hasta la famosa ¿Cómo fue tu primera vez?
La verdad es que nos divertimos demasiado (como siempre) pero el sol se hizo presente anunciando que había que regresar cada uno a su casa para poder responder las verdaderas y aburridas preguntas del censista que tocara en suerte.

Sentí que recién había logrado dormirme cuando a las nueve de la mañana el timbre sonó. Abrí la puerta y ahí estaba con su carpetita la censista que invadiría mi privacidad por el bien de la patria.
La verdad es que fue bastante simple todo y en menos de diez minutos ya había terminado todo, salvo por unos mates que me puse a hacer y que ella aceptó compartir.
Y hablando de nada importante, de pronto me preguntó (fuera del cuestionario legal):
–¿Vos estudiaste en un Profesorado?
–Sip, entre varios otros lugares.
–¿Pero en uno de microcentro?
–Sí… ¿Cómo sabés? ¿Pertenecés a la CIA?
–Gastón, ¿no te acordás de mí? Soy Cecilia… Hice hasta la mitad de 2º Año con vos y después me pasé a Magisterio.
–¿Cecilia? No te puedo creer… ¿Cómo me voy a olvidar de vos? Lo que pasa es que estás cambiada…
–Vos en cambio estás igual. Seguís siendo… tan así…
-¿Así cómo?
Continuamos charlando y recordando algunas cosas, hasta que el agua de la pava se acabó y ella se dio cuenta que tenía que seguir con su trabajo.
–Cuando termino vuelvo, ¿te parece?

Pasada la sorpresa de este encuentro, me senté en la compu y descubro la noticia que me había pasado por encima…
El ex presidente Néstor Kirchner acababa de fallecer.
Me quedé consternado por la llegada de esa muerte sorpresiva ya que se trataba del esposo de quien ahora es presidenta de Argentina. Y más allá de ideologías políticas, había que apoyar, acompañar y demás a esa mujer que nos gobierna bajo el imperfecto pero saludable manto de la democracia.

Pasaron no sé cuántas horas mientras yo seguía pegado a la compu, y demás medios de comunicación a mano cuando el timbre volvió a sonar como hoy a la mañana.
Abro la puerta y ahí estaba Cecilia, con los ojos llenos de lágrimas y su cara con menos color que el habitual.
–¡No lo puedo creer! ¡Se murió! ¡Se murió! –me dijo mientras me abrazaba ahogada en un llanto.

lunes, 25 de octubre de 2010

193. pensamientos interiores desde el balcón de mi séptimo piso

…sentado en el balcón de mi séptimo piso observando lo que no se ve pero puedo sentir borrachera de domingo resaca de lunes en que tantas vidas sin vidas pasan sin dejar de pasar prohibido estacionar aunque ya nada debería estar prohibido si no hay dolores a terceros o seres más cercanos al alcance de mi mano como el cuerpo que no me pertenece como tu figura que ya no es mía y me pregunto si alguna vez realmente lo fue cuando noto el moretón con tu nombre como autógrafo y en mi mano una copa de buen vino y alta latitud capicúa para brindar por el vuelo oportuno de un avión que pasa y no me lleva colgado de su cola como esa manzana que sabía disfrutar y saborear a plena luz del día y de la luna escondida por no saber decir que no cuando se trata del amor sobre todo de nosotros dos sobre todo en la cama sobre todo en el sillón verde como el césped que no crece aunque el riego de la lluvia ácida o las lágrimas de sal o la sonrisa sincera o la mirada clara como el agua clara que nunca supe disfrazar porque hace tiempo que prefiero la verdad a cien mentiras piadosas asquerosas odiosas desde que aprendí a no mentir cuando digo la verdad mirando tu cuerpo desnudo de curvas peligrosas tu alma tan libre como un taxi nocturno que ocupé durante un tiempo inexacto en un viaje hacia ninguna parte con la música de fondo y la poesía marchita desgajada deshojada camuflada como un cupido con bigotes y maldita buena puntería arrojando su flecha de humo en una botella que no se acaba y llena mi vaso para intentar olvidar el paso lento de un tiempo de almanaque gastado que marca los días como un preso esperando la sentencia a la querida muerte o a la amada libertad marcando cada una de las noches que se quedan a dormir acá y despierto con la soledad de un sueño y el bienestar de abrir los ojos y salir a respirar los extraños aires de mi buenos aires querido que me brinda su paisaje de tarjeta postal y la sorpresa de cada esquina de mi vida a diario cuando salgo a caminar sin prisa sin pausa sin direcciones exactas sin acompañamiento musical sin brújulas de otros tiempos que apuntan hacia el sur que existe y me gusta recorrer aunque ofrezcan cinco horas de eternidad y la experiencia en la facultad de la calle me haya enseñado y aprobado que los viajes más placenteros no se realizan con rapidez sino dedicándole a cada paisaje a cada rincón el cuerpo la mente el alma y el corazón aunque las mezclas no se aconsejen y los consejos nunca lleguen a tiempo y el reloj de arena se rompa en tantos pedazos como agujas clavadas en mi muñeco vudú que está dando vueltas en un horno de barro con los pies descalzos las huellas marcadas y el cigarrillo gitano encendido para mandar señales de humo que nunca vas a ver porque hay señales que es mejor pasar por alto salvo el del cruce del tren de ida y vuelta de sueños y desengaños de reencuentros y lejanías y pasantías y escondidas y despedidas que me abandonan en plena definición por penales entre el cielo y el infierno tan encantadores los dos y yo siendo un espectador de lujo pero sin lujos salvo por un cuaderno de mil hojas escritas por un poeta maldito que me dicta al oído mientras estoy sentado en el balcón de mi séptimo piso observando lo que no se ve pero puedo sentir…

lunes, 18 de octubre de 2010

192. madre hay una sola (y justo me vino a tocar a mí)

El sábado a la noche hizo su aparición mi amigo Denis. Por el estilo de vida que lleva, recorriendo el mundo e instalándose en sus mejores colinas y llanuras, hace que por esos azares de los almanaques nos veamos cada tres años.
Y ahí estaba el loco con un par de vinos traídos de Turquía. Mis copas argentinas saborearon el líquido manjar exótico y la noche quedó envuelta en un velo de misterio y fantasía.
–Si vas a ahogar penas que sea en un mar que lo vale –me dijo al primer brindis.
–¿Y quién te dijo que ando con penas? Si me encontrás en mi mejor momento –mentí aprovechando la distancia temporal que nos separaba.
–¿Quién me lo dijo? Nadie Gastón, lo sé por tres razones:
1. Siempre fuiste demasiado transparente y tu mirada sigue hablando por vos.
2. Encontrarte un sábado a la noche acá encerrado y solo.
3. Desde el año pasado soy un curioso y ansioso lector de tu vida.

Esto último me dejó mudo… Estoy acostumbrado a recibir mensajes, mails, y otras conexiones de personas que a falta de buenos libros deciden leer parte de mi vida y escritura. Pero cuando se trata de la lectura de algún conocido y/o amigo, siento la desnudez en pleno invierno.
De todas maneras la velada fue a pura risa, con anécdotas compartidas, historias extraordinarias (Denis tendría que tener su propia escritura de vida), y el sorpresivo acompañamiento de esos vinos extranjeros y exquisitos.


Siendo las 7.25 según alcancé a ver mientras parte del depto giraba con moderación, Denis se retiró prometiendo un pronto regreso y yo me dispuse a zambullirme en mi adorable cama, pero no llegué a tocar el colchón cuando el timbre sonó como si estuviera por caer un meteorito… Y casi resulto así!!!
Abrí la puerta esperando reencontrarme con Denis pero en su lugar me encontré a mi mamá con cara de ofendida y saludándome con un:
–¿Acaso no querés más a tu mamá que te parió con tanto amor?
–Mamá, ¿qué hacés acá? ¿Le pasó algo a papá? ¬–pregunté tan desconcertado como preocupado.
–Tu padre está bien y ahí viene con el bolso. Y yo estoy acá para que me saludes con un “feliz día”.
–¿Vos no cumplís años en febrero?
–Sí, pero hoy es el Día de la Madre, hijito ¬–me respondió remarcando el “hijito” para no decir otra cosa.
–Che, vení a ayudarme con este bolso, vos ¬–apareció papá pateando la puerta y protestando por notar que no había preparado ni el mate para recibirlos.
–Pero si yo no sabía que venían ¬–me quejé con inocencia mientras ya mamá se hacía dueña absoluta de la cocina.
–Nosotros le avisamos a Ana, ¿no te avisó?
Era evidente que no, y aunque me habían entregado mi celular nuevo, ni idea dónde podría haber quedado. Cuando por fin lo encontré debajo del sillón, pude ver que tenía varias llamadas perdidas de Ana y un mensaje a destiempo que me avisaba de la visita de los viejos por el “día mamario”.

Estaba sin dormir y sabía que me esperaba un largo domingo sin dulces sueños, sin dulces, y sin sueños.


Por esos milagros de la vida que ocurren cada dos mil años, Ana decidió que vayamos a almorzar a la casa a pasar todos juntos el dominguero y comercial Día de la Madre.
Alrededor de unos ricos tallarines amasados por mamá (por quién sinó) y la salsa preparada por Ana, ahí estábamos junto a papá y Tami.
–¿Y tu novio, hija? –preguntó mamá por Pablo.
–Fue a visitar a la madre. Después a la tarde viene a tomar unos mates con nosotros.
–¡Qué alegría! ¡Qué buen muchacho que es! Además qué lindo que haya querido formar una familia con vos, que estén juntos, que sean felices compartiendo un hogar, que puedan…
Mamá elogiaba demasiado el hecho de que Pablo estuviese con Ana, y por alguna razón me sonaba que se trataba de un disparo de boomerang para mi lado. Las dudas se disiparon cuando las mujeres se fueron a la cocina y me quedé a solas con papá.
–Gastón, tu madre está bastante preocupada por vos –me dijo papá en tono confidencial.
–¿Preocupada por qué?
–El año pasado cuando nos avisaron que ibas a ser papá y después resultó ser una falsa alarma; cuando tu casamiento, que de hecho hablé con tu “esposa”, que no lo era; que nunca tengas una novia para presentar… Bueno… Tu madre cree que vos…
–¿Qué yo qué?
–Ella, yo no lo creo. De hecho me acuerdo que ya desde que ibas al Jardín te enamorabas de tus compañeritas, y también cuando en aquel cumpleaños fuiste con…
–Papá –le corté los recuerdos y fui directo al grano–, ¿qué es lo que mamá cree de mí?
–Gastón… Gastoncito… Entre nosotros… Vos sabés que siempre serás mi hijo y te amaré como siempre, pero… La verdad, hijo… ¿Sos gay?


La tarde llegó y con ella Pablo con facturas. Cuando le conté las dudas de mi vieja con respecto a mi sexualidad, no hizo otra cosa que cagarse de la risa.
–Pero nene, no seas boludo. Hablá con tu vieja y despejale las dudas. Dale, contale de tu novio físcoculturista y listo, jajajaja.
Durante buena parte de la tarde tuve que soportar las indirectas de mamá, la mirada estudiosa de papá, y las humoradas de Pablo. Por suerte Tami me invitó a mirar una peli y pude escaparme un rato.
–¿Qué van a mirar? –preguntó mamá a su nieta.
–Con el tío Gastón vamos a ver “La Sirenita”, ¿querés verla con nosotros?
Mamá no dijo nada, pero se me quedó mirando y noté que sus ojos se llenaban de lágrimas. No me quedaba otra que aclarar las cosas de una buena vez con ella.

–Mamá, no soy gay.
–Hijo, ¿por qué me decís eso?
–Papá ya me contó que piensan que soy gay, pero me siguen gustando demasiado las mujeres.
–¿Y por qué entonces estás solo? Sos lindo, joven, buena persona…
–Mamá, a veces no es fácil encontrar a la persona indicada. Papá está con vos. Pablo con Ana. Y yo… Ya va a aparecer esa mujer especial que… Que me haga desistir de mi idea de hacerme gay –le dije con una sonrisa para que se aflojara-. Mamá, hace poco tuve una desilusión amorosa demasiado grande y todavía estoy en recuperación, pero quedate tranquila que estoy bien y voy a estar mejor.
–Te amo, hijito. Y sí, vos te merecés esa mujer especial y mucho más –me dijo mientras me daba un beso de esos que sólo una madre puede dar a su hijo.
–Bueno, bueno, aflojá que a mi Edipo lo asesiné saludablemente ya hace demasiado tiempo.


Nos fuimos a Retiro, el micro salió a horario, una despedida certera, un domingo no muy grave, y el final de un Día de la Madre… con mi mamá!!!

jueves, 14 de octubre de 2010

191. libro cerrado

–¿Dónde estabas? –me preguntó Sebas apenas abrí la puerta.
–Había salido a dar una vuelta.
–No podés desaparecer así. Tu hermana me reventó las bolas para ubicarte –me retó Pablo de parte de él y de Ana.
–Es que no desaparecí como podrás ver.
–¿Y por qué no contestabas las llamadas? Hace como tres días que no te podíamos ubicar ni por acá ni por el celu –me dijo Sergio sin posibilidad de que se le pararan los pelos por obra y gracias de su pelada.
–Ah, el celu… –exclamé recordando el vuelo comunicacional–. Es que no sobrevivió a la caída desde el balcón, pero en unos días me lo reponen.
–Patadas en el culo te vamos a reponer, nene –me contestó sacado Cris–. ¿No te parece que ya va siendo hora de que vuelvas a la normalidad?
–Supongo que sí –dije mientras clavaba sin ironía la mirada en el almanaque.
–¿Dónde estabas? –sonó una vez más la pregunta inicial pero ahora en boca de todos.


En los últimos días intenté determinar porqué la ida-huida de Laura me afectó de una manera desconocida. No sé si era el tiempo el que intentaba curarme o simplemente se trataba del certero efecto de mi buena mala memoria, pero durante unas pocas noches logré dormirme a la hora señalada y sin despertares a destiempo.
Pero la paloma mensajera que me trajo señales de vida de ella desarmó mi fortaleza de arena. Lo demuestra el arrojo del celular por el balcón y mis noches de insomnio posteriores.
Cada pensamiento que me visitaba tenía su cara, y entonces salí a buscarla. Simplemente salía a la ciudad que conozco y me conoce y caminé por las calles que nos vieron alguna vez pasar, por las esquinas en que nos besamos, por los laberintos en que nos perdimos, por las plazas donde jugamos, por los bares donde soñamos…
Perdí noción del tiempo y del lugar, pero lo más grave es que había perdido noción de mí y mi alrededor.
La busqué como quien busca a su sombra durante la noche…
Como quien busca a un vendedor de corbatas en el desierto…
Como quien busca una estrella fugaz en el suelo…
Como quien busca la libertad en un bolsillo…
Como quien busca la felicidad en una sala de terapia intensiva…


–Y la encontraste, ¿no? –quiso saber Lorena con su instinto femenino intacto y su mirada humedecida.
–Sí, claro… Estaba yo sentado debajo del monumento de la plaza cuando la vi pasar caminando del brazo de su ex.
–¿Y qué hiciste?
–Ya no quedaba nada más por hacer, por lo que me volví al depto con la certeza de que nunca se sabe cómo termina el cuento… Hasta que llega el final y hay que cerrar el libro.

lunes, 4 de octubre de 2010

190. frágil

“Deberías aprender a estar solo”
“Un poco de soledad no te va a hacer mal”
“No es malo que el hombre esté solo pero tampoco es bueno que andes con alguien porque sí”
“Vos y vos van a tener mucho que conversar”


Estas frases y varias más del mismo estilo me fueron arrojadas con precisión por mis queridos amigos.
Está más que claro que me quieren demasiado, que todos somos como hermanos cubriéndonos de las lluvias del corazón, y que si me piden algo así es porque no me están viendo muy bien que digamos. Y de esto hace… Bueno, desde mi despedida de sólo ida con Laura.

Sí, es extraño… Nunca me pasó algo así con la espalda de una mujer, o por lo menos no recuerdo haberme desvelado tanto tiempo mientras iba en el horario de visitas a ver a mi corazón en terapia intensiva.
Pero es verdad que hasta la noche más profunda y oscura es aniquilada por la luz del día, alumbrando el camino perdido y llenando de energía los cuerpos sin almas.

Hace un par de días que me tomé en serio el reencontrarme conmigo mismo, más allá del saludo que le hago a la imagen en el espejo cada mañana al despertar.
Me dediqué a pensar en mí y mis planes inmediatos que ya comienzan a vislumbrar.
Otra vez sonando buena música de fondo…
Otra vez el calorcito que entra por mi balcón preferido…
Otra vez una exquisita copa de un buen vino desde el 7º piso…
Otra vez el regreso de la lectura desvelada (Raymond Carver) y el velador de ojos abiertos…
Otra vez el cuaderno de hojas cuadriculadas llenos de poemas a puros latidos…
Otra vez con mis gustos sin disgustos ni horarios esclavos…


El celular abandonado en algún lugar suena avisando de la llegada de un mensaje. Me acerco por simple curiosidad a ver de qué se trata, y me encuentro con…
“Disculpame la hora y todo lo demás, pero quería saber cómo estás.
De paso este es mi número nuevo.
Te mando un beso grande.
Lau”



Lo último que supe de ella era preferible no saberlo…
La última vez que vi a mi celular, cayó junto a una lágrima desde el 7º piso y ninguno de los dos sobrevivió.