jueves, 30 de diciembre de 2010

202. un buen final (de año)

La buena noche de Nochebuena la pasé en lo de Ana, junto a ella, Tami, Pablito, y parte de la barra que fue llegando después de las doce.
Mi amada sobrina recibió parte de los regalos que quería…
Ana y Pablo hicieron realidad su casita de muñecas, y yo fui el del libro de Hadas y Princesas.
–¡Era justo lo que quería! –dijo Tami fascinada con su obsequios.
–Yo no puedo decir lo mismo –respondí mientras abría mi paquete con una corbata en su interior y recordándome los casi cuarenta grados de sensación térmica que venimos sufriendo durante estos días.
–Quizás fue porque no te portaste del todo bien este año –dijo Pablito cagándose de la risa como siempre.

La joda siguió un poco más hasta que fueron llegando los demás y con Tami dormida, destapamos y vaciamos las últimas botellas con un muy lindo espíritu navideño.


Serían las 7 y pico cuando llegué al depto y me encontré con un sobre festivo que me habían dejado por debajo de la puerta. Al abrirlo descubro que era de Jorge Salonso y me pedía que sea la hora que sea, al leer este mensaje lo llame al número que ahí me dejaba anotado.
Dudé bastante, un poco por el cansancio, otro poco por la leve borrachera, y el mayor porcentaje era porque sabía que me iba a hablar del depto y que ya me tendría que estar yendo para que él pudiese venderlo y así saldar las deudas de su difunto padre.
Pero bueno, lo mejor era sacarme de encima esta pesada piedra y estaba por llamarlo cuando sonó el timbre y era él.
–Hola Gastón. Te vi desde el café de la esquina. Estaba con urgencia por hablar con vos. ¿Puedo pasar?
No podía negarle la entrada y mientras hacía café sin ganas pero con crema, el tipo comenzó a hablar. Y así fue que supe de la herencia genética que hizo que con parte de la venta de uno de los deptos, lo “invirtiera” en un dato preciso que le habían dado, por lo cual fue al Hipódromo con ese dinero y apostó todo al ganador de la Cuarta Carrera y… ganó!

–Mirá Jorge, mi vida por momentos parece una novela y me hago cargo de eso, pero la verdad es que no tengo imaginación para andar inventando personajes ni situaciones que entretengan a un posible lector. De todas maneras, como soy de leer y mirar películas, te pregunto algo imposible… ¿Ganaste tanto dinero como para venir a decirme que me regalás el depto y no tengo que mudarme de acá?
–No.
–Ah, ya me parecía –exclamé en un suspiro que me alejaba cada vez más de las creencias en seres extraordinarios.
–No gané dinero como para regalarte el depto. Pero sí lo suficiente como para saldar la deuda que mi papá tenía con esos mafiosos, y para decirte que no te tenés que mudar porque voy a retirar el depto de la inmobiliaria y vos lo que vas a hacer es mandarme un giro con el dinero del alquiler. ¿Qué te parece?
Fui corriendo a tirar el café a la cocina y volví de allá con un champagne bien frío y con las mejores burbujas.

Después de quedar la botella vacía, Jorge se fue y yo desperté a los chicos para hacerlos venir con urgencia y así poder darles la gran noticia.
-Entonces ya vamos a festejarlo a lo grande en casa, como cada despedida de año –anunció Sergio aunque era obvio que la fiesta de fin de año íbamos a su casa con pileta.

–Che Gastón, me corrijo –dijo Pablo–. Quizás esto pasó porque sos un buen pibe y no te portaste demasiado mal este año.
–Sólo sé que soy un ser humano al ciento por ciento. Me hago cargo de mis defectos y errores, pero también de mi corazón pasional, de mis pulsos e impulsos sin frenos, y de mi alma que vuela sin necesidad de alas. Y aunque me haya portado un poquitito mal, nada de lo que hago malo es con esa intención.
–Lo sé, por eso somos amigos.

Y ya que estábamos reunidos todos nuevamente… seguimos festejando, pero no sólo por esta noticia, sino también por la salud, por la alegría, por el amor (que viene y va), por las sonrisas sinceras, por las almas desnudas, y por sobre todo, por NUESTRA AMISTAD!!!


(y pensar que el año todavía no terminó, jejeje)

miércoles, 22 de diciembre de 2010

201. espíritu navideño... y de otros tiempos

–Tío, ¿me ayudás con la carta a Papá Noel?
–Sí Tami, ¿qué le vas a pedir este año?
–Una casa de muñecas que vi en una propaganda, y un libro de Hadas y Princesas.
–Bueno, lo de la casa lo entiendo, pero ¿por qué ese libro?
–Las Princesas porque me gustan sus vestidos, sus castillos, y los Príncipes que la vienen a rescatar y se enamoran de ella. Y las Hadas…
Tami hizo un silencio que me llamó poderosamente la atención, pero sabía que tenía que completar la frase, por lo que levanté una ceja en señal de espera y curiosidad, y ella continuó:
–Y las Hadas porque escuché decirle a mamá algo de que vos no creías más en ellas, y yo quiero prestarte el libro para que veas que existen de verdad.
(¿cómo resistir a esta ternurita en envase chico?)

Es obvio que sé lo que pudo haber escuchado mi amada sobrina, después de todo es parte de lo que estuve escribiendo y hubo varias charlas al respecto con el grupo, pero también muchos mensajes al correo de personas lectoras.
Y ahora llegaba el momento de tener que explicarle a Tami un poco del mundo real, cuando hubiese sido más sencillo si me preguntaba si existía Papá Noel y la mandaba a que investigue con Ana (su “Mamá Noela”). Sin embargo, ahí estaba Tami, mirándome a los ojos y levantando una ceja esperando que yo diga algo al respecto.

–Tami, mi amor. Vos sabés que conmigo miraste cientos de pelis animadas, y en su mayoría nos hemos descubierto al final de cada una con lágrimas de emoción, exageradamente felices, y en otras muy tristes por lo que iba sucediendo en la peli.
–¿Y eso que tiene que ver con las Hadas?
–Eso quiere decir que aunque hayas escuchado decir que yo no creo en las Hadas, en realidad no me refería a que no existan, sino a que…
–¿A qué, tío? –estaba con ganas de saber Tami, en verdad preocupada porque yo dejase de creer en ese mundo de fantasía que le enseñé a descubrir desde chiquita.
–Nada Tami. Fue una forma de decir porque estaba triste por algo (por alguien). Pero obvio que creo en las Hadas porque sinó los bosques no tendrían colores.
–Claro tío, es una pavada decir que no existen las Hadas, o las Princesas, o Papá Noel. No digas más eso porque es muy feo. Es como esas estrellas fugaces que vos me enseñaste a ver y que existen para que nosotros podamos pedir deseos difíciles. ¿Y quién va a ser tan tonto en no creer en las estrellas fugaces?

Le di un beso enorme y sonoro a Tami mientras la abrazaba con fuerza.
Muchas veces, aunque parezca una contradicción, es ella la que logra traerme al verdadero mundo del que soy y del que nunca me quiero ir.
Ese mundo donde existen los seres más increíbles (como parte de mi familia y todos mis amigos)
Ese mundo donde existen lugares mágicos (como una cama compartida, una bañadera llena de espuma, una playa en verano, una ciudad a estrenar).
Ese mundo donde existen elementos de otras dimensiones (como una estrella fugaz, un tren que pasa y te lleva, un mensaje en una botella).
Ese mundo donde todo es posible, desde amores locos e incondicionales, hasta un ser chiquito como Tami que te obliga a abrir los ojos del alma y ver la existencia de todo eso que los adultos se empecinan en negar.


Y ahora, una vez terminada la carta navideña, que Ana y Pablito se encarguen de la casa de muñecas, que yo iré en busca de ese preciado libro sobre Hadas y Princesas…

sábado, 11 de diciembre de 2010

200. sólo un momento

Más que 200 escritos…
Más que 200 días…
Porque todo comenzó desde mucho antes que ese 1º de enero de 2009 cuando amigos del alma, un profesional sin título, y un impar de curvas peligrosas con sus corazones en la mano, me llevaron a la escritura frenética y pasional.

En los últimos tiempos los amigos (MIS AMIGOS) se hicieron más presentes que nunca mientras yo me iba tropezando con varios latidos. Y es que ellos son testigos en primera fila del detrás del telón de estas hojas cibernéticas.
Y aunque nunca miento cuando digo la verdad, es evidente que hay días que quedaron sin escritura. En algunas ocasiones porque realmente no me pasó nada que amerite contarlo. Pero en otras oportunidades fue porque, o estaba atrapado en la suave telaraña del amor, o me encontraba siendo devorado por una “viuda negra”.

Más allá de los nombres de mujeres y los resortes de la cama, mi vida se hizo demasiado humana cuando en una esquina del mundo creí encontrar a mi verdadero amor.
Ella, con su sonrisa, su mirada, sus alas…
Pero sus alas perdieron cierto vuelo…
Su mirada se fue desviando…
Su sonrisa intermitente…
Sólo quedó ella. Y fue a ella que le entregué mi amor. Mi amor después del amor después del amor…
El amor fue inmenso y verdadero, pero el golpe fue certeramente duro.
(y varios de esos golpes llegaron desde otros puños ajenos)

Ese amor, por una diversidad de motivos terrenales, llegó a un final anunciado.
Hoy no quiero pensar que quizás nos podamos reencontrar en un geriátrico y jugar a la botellita (o a escaparnos por la ciudad), o reconocernos más temprano en una próxima vida y poder empezar desde cero.
Hoy mi corazón no está en venta, pero pide una nueva oportunidad para amar y ser amado.
Ya no será un hada, sino una mujer.
Ya no seré inmortal, sino un hombre.

Pero como escribí hace un par de horas en un mensaje dentro de una botella que arrojé a un mar de olas infinitas, el dolor del final lo voy a curar con la custodia bien guardada de los mejores recuerdos de lo mucho y poco que vivimos en esta vida, en algo que fue muy parecido al amor.