jueves, 29 de abril de 2010

176. bajo las estrellas (fugaces)

Carolina es muy linda y además tiene una personalidad interesante, fuerte, impulsiva. Y no lo digo por tooodoooo lo sucedido en Mardel, sino porque lo demostró desde el primer día en que me tropecé con ella en la puerta del diario.
Y durante una de las noches costeras en que resultó especialmente cálida, nos quedamos en la playa mirando el horizonte negro y húmedo bajo un manto de estrellas que parecían brillar para nosotros. Y la estrella fugaz que pasa por encima de nuestros cuerpos y el deseo que le pedimos de manera instintiva y natural.
−Ahora debemos pensar qué vamos a hacer con el dinero −dijo con una sonrisa segura Caro.
−¿Qué dinero? ¿De qué hablás? ¿Le pediste a la estrella ser millonaria?
−No, pero sí que nos vaya bien con la fotografía del concurso. Pero… ¿Vos acaso no pediste lo mismo?
−No te puedo decir lo que pedí porque sinó no se va a cumplir.
−Pero yo ya te dije el mío −protestó ella.
−Ok, te lo voy a decir pero… Entonces ahora sé que no vamos a besarnos mucho y terminar haciendo el amor acá en la playa.
Caro no dijo nada. Solamente sonrió como suele hacerlo y se tiró arriba mío para comenzar a besarnos con una dosis exacta de dulzura y pasión.





−Seguramente tengamos que ir pensando como vamos a gastar el dinero que saquemos con el premio del concurso −pensé en voz alta.
−¿Por qué decís eso si yo te conté mi secreto y me dijiste que eso no se hace?
−Parece que decir el deseo no impide su cumplimiento. Yo te conté el mío y mirá… −le dije divertido.
−Sí, es verdad −contestó entre sonrojada y divertida Carolina−. Y mejor que nos vistamos antes de que aparezca alguien...

sábado, 24 de abril de 2010

175. 35

Cómo el episodio de Mar del Plata sucedió la semana pasada, lo dejo en pausa por un momento (sí, y en la mejor parte, jejeje) para contar lo que sucedió recientemente y que hace que en este preciso momento esté escribiendo desde Buenos Aires…

El jueves a media mañana recibo un llamado de Pablo al celu preguntándome dónde me encontraba.
¬—En Olavarría, en lo de mi primo, en la habitación, sobre la cama leyendo “El anatomista”.
—Ok, agarrá un bolso con algo de ropa y salí a la calle —me ordenó frenéticamente.
—¿Por qué? ¿Pasó algo? —le preguntaba mientras metía algunas remeras en una mochila que tenía a mano.
La comunicación se cortó, me puse la mochila al hombro, abrí la puerta que da a la calle, y me encontré con Pablo arriba del auto y con el motor en marcha.
—¿Qué hacés acá nene? —lo saludé con un abrazo pero sin entender nada—.¿Ana, Tami, están bien?
—Sí, de hecho si te asomás al asiento de atrás…
Ahí estaban las dos, mi hermana y mi sobrina con una sonrisa enorme que se transformó en besos de reencuentro.
Pablo agarró el volante y salimos a la ruta…
—Che, una alegría verlos, pero… ¿Qué hacén acá? ¿Por qué nos estamos yendo para Baires? ¿Pasó algo?
—Todavía no, por eso nos tenemos que apurar antes de que sea tarde.
Conociendo a Pablo, no sabía si me estaba haciendo una broma o sucedía algo demasiado en serio. La miré a Ana para ver si me decía algo, pero sólo sonreía y me preguntaba por mi estadía, por mis cosas.
Así pasamos las casi cuatro horas de viaje, entre la distracción de la charla amena y la incertidumbre por saber con qué me estaba por encontrar al llegar.
Una vez en la ciudad, las calles se me hacían conocidas y algo de nostalgia me invadió.
Finalmente nos detuvimos frente a la puerta del edificio donde viví bastante tiempo hasta no hace mucho.
—Che, no me asusten… ¿Por qué nos paramos acá? ¿Sebas está bien? ¿Pasó algo con Vero?
—Gastón —me dijo Pablito agarrándome por los hombros y empujándome hacia el interior del edificio—, relájate y goza.
Cuando el ascensor se detuvo en mi entrañable séptimo piso y la puerta se abrió…
¿Cómo describir la sensación de felicidad que me invadió al ver la escena de interior del depto?
Ahí estaban todos y cada uno de ellos, con gorros multicolores en sus cabezas, haciendo ruidos ensordecedores con cornetas, bocinas y demás griteríos.
Rostros de alegría que fácilmente podía reconocer en cada uno de mis queridos y amados amigos.
Y Tami, recordándome la fecha exacta, se aparece desplegando un cartel de letras multicolores donde se lee: “Feliz cumple Gastón”.


Antes de soplar cualquier velita, mi deseo ya estaba más que cumplido…

miércoles, 21 de abril de 2010

174. huellas en el mar

El micro salió demasiado temprano, y aunque el viaje no es demasiado largo, convenía llegar con tiempo para inscribir la fotografía en el concurso ya que era el último día y en tres días se daba a conocer los resultados.
−¿Le vas a poner algún título a la foto? ¬−le pregunté a Caro que estaba sumergida en su netbook.
−Sí, pensé en ponerle: “Los ojos del alma”.
−No es como muy melancólico eso.
−Es el estado en el que te encontrabas el otro día, no?
−Sí, es verdad… Por suerte vos aparecés y lográs despejar esa humareda a mi alrededor.
Carolina no dijo nada. Sólo me miró con una sonrisa deliciosa y siguió con sus tareas cibernéticas.


Cuando llegamos a la Terminal, nos tomamos un taxi y fuimos directamente a anotarnos al Concurso.
−Después vamos a tener tiempo de relajarnos, pero lo primero es lo primero −dijo Carolina, y tenía razón.
Una vez que se terminó con el papelerío y demás, nos fuimos a comer a un barcito en la playa. Ella unas rabas y yo un revuelto de papa y huevos.
El día estaba muy lindo como para pasar la tarde en la playa, por lo que después de almorzar nos fuimos a dejar los bolsos en el depto que el padre de Carolina tiene a pocas cuadras de ahí.

Yo no conocía Mar del Plata y ella se entusiasmó con la idea de hacerme de guía turística ya que eran frecuentes sus veranos en estas arenas.
−Una sola vez vine al Casino con mis amigos y casi nos quedamos a vivir acá −le hice saber de una las tantas anécdotas y recuerdos que llevo siempre en el bolsillo.
−¿Casi se quedan a vivir acá? ¿Tanta plata ganaron? −preguntó sorprendida.
−No, al contrario. Casi nos quedamos acá a vivir porque nos desplumaron en cinco minutos y no teníamos para pegar la vuelta.

El depto lindo. Tres ambientes. Balcón sin vista al mar pero a pocas cuadras del mismo. De todas maneras, la tensión del concurso y algo del viaje nos hizo bostezar de buena forma y decidimos hacer una siestita antes de irnos para la playa.
Carolina ocupó la habitación que siempre le perteneció y a mí me ofreció la que era de los viejos.
Hicimos algún que otro chiste sobre sonambulismos y quedamos en que el primero que se despertaba hacía levantar al otro para aprovechar el resto del día.

Creo que no habían pasado cinco minutos de haberme dormido cuando siento a Carolina que me toca el hombro.
−¿Ya hay que levantarse? −pregunté confundido.
−No −contestó mientras se metía en la cama que yo ocupaba.

Desde ya que aprovechamos a full el resto del día… hasta el otro día.

lunes, 19 de abril de 2010

173. humo en mis ojos

Anoche domingo regresé a la ciudad después de un impar de días de notoria ausencia por estos pagos. Estuve en la costa, más exactamente en Mardel y bien acompañado. Pero la historia comenzó una tardecita cuando…

Tenía el ánimo atrapado bajo la suela del zapato. Como me hice amigo de una plaza cercana, me fui para allá a sentarme bajo la sombra al natural de algunos de los árboles o la sombra de mármol que ofrece el extraño monumento a quién sabe quién.
En el bolsillo de la campera tenía un paquete de Gitanes, y después de más de media década, decidí darle un beso de humo a mi antiguo vicio gitano. Antes de que la oscuridad se hiciera presente, la que sí apareció fue Carolina, con una sonrisa que delataba haber realizado alguna travesura… o con ganas de cometerla.
Se sentó a mi lado y me preguntó qué me pasaba, y simplemente le conté que como buen humano nostalgioso que soy, además de extrañar la música de los 80’, también me encontraba haciendo lo mismo con mis seres queridos. Pero claro, ella era más chica que yo y además estaba en pleno proceso independiente, por lo que le aclaré que más allá de mi hermana y mi sobrina Tami, estaban todos mis amigos y había días con sus tardes y noches que sentía necesitarlos.
¬ −Y seguramente a alguna mujer también −quiso saber Carolina con cierta inocencia, pero mi mente se encargó de no recordar a nadie para no agudizar el estado.


Al otro día recibí un mensaje de ella pidiéndome que vaya a la dirección que me había mandado.
Sin la puntualidad requerida toqué el timbre del lugar y Caro abrió la puerta junto a una enorme sonrisa.
Me encontraba en el departamento de ella y me llevó directamente a la habitación. A una de las dos habitaciones que tiene. Precisamente en la que no hay cama alguna y sí un par de compus y varios monitores de distintos tamaños.
−Este es el cuarto que uso de estudio fotográfico −me explicó después de ver mi cara extrañada.
Enseguida abrió un par de carpetas y al mismo tiempo que desplegaba una imagen en el monitor más grande me pidió que me acercara a ver la misma y darle mi opinión.
−¿Y, qué te parece?
Me dispuse a mirar la imagen con mayor atención. En ella se veía a un hombre fumando con su rostro cubierto por el humo y con sus ojos clavados en algún lugar indeterminado.
−¿Estás haciendo una campaña contra el cigarrillo?
−Pero… ¿No reconocés al tipo? −me preguntó entre divertida y ofendida.
−La verdad que no… Es que no se le ve la cara y además… Esperá… ¡Ese soy yo!
−¡Por fin! −exclamó riéndose. Claro que sos vos. Te la saqué el otro día cuando te encontré en la plaza.
−Ahhh…
−Y si me lo permitís… La voy a usar para un Concurso de Fotografía que se va a hacer en Mar del Plata.
−Yo no tengo problema, pero… ¿Estás loca?
−Jajajaja… No, ¿por qué? La imagen es buena y además el premio es de diez mil pesos. Si gano te doy la mitad.
−¿Y si perdés? −le pregunté siguiéndole la corriente.
−Nos quedamos unos días en la costa divirtiéndonos y pasándola bien. ¿Qué te parece?
No hizo falta que le contestara. Mi mirada lo dijo todo…

lunes, 5 de abril de 2010

172. mis últimos días

Podría decir que mi primo necesitaba la compu, que se había roto la conexión, o que estaban de huelga los empleados de los ciber de la zona, pero no. Si estuve sin escribir durante estos largos días, fue simplemente porque no tuve ganas.

Hay silencios que lo dicen todo y simplemente me aferré a ese mensaje sin palabras. Pero después pensé que alguien podría pensar que me pisó un tren, y así como habría personas que se contentarían, otras se preocuparían, y entonces decidí volver a teclear en mi vida a diario sobre mis últimos días sin mucho por contar, pero ahora con ganas algo renovadas.

En los últimos tiempos tomé decisiones importantes en mi vida, como cada una de las que formé parte. Y no me refiero solamente al cambio de escenario, sino a las distintas curvas que hacen al camino.
Obviamente que antes de comenzar la escritura de este diario íntimo S. XXI, había vida y anécdotas para ser recordadas por siempre. Pero fue el 1 de enero del 2009 que comencé con mis memorias sin olvidos y entonces todo lo que comencé a escribir en estos últimos tiempos fue tomando un color y una forma que me permitían verme a mi mismo en el espejo de la escritura.

Me acuerdo que trabajando en la editorial escribí un artículo para una revista que hablaba sobre el mundo blog y la política del aire cibernético. Hace tres días me reencontré con ese escrito y me di cuenta que estoy yendo un poco a contramano de este loco y querido mundo de personas y personajes (como en la vida misma).
Y aunque sigo en contacto con mis amigos (hermanos), ahora la frecuencia debido a la distancia es menor. Casi lo mismo sucede con las personas de los otros barrios blogueros, aunque por otras excusas menos evidentes. Pero aunque sigo en contacto vía mail con algunos, a otros los he perdido en el camino, como hice con otras personas de otros tiempos y otras vidas.

El tema es que en los últimos tiempitos los nuevos aires desestabilizaron un poco el vuelo y de pronto me vi cayendo y esquivando los brazos abiertos para estos aterrizajes de emergencia.

La mezcla de: Un 24 de marzo que me duele porque sé que de haber estado andando por aquellos tiempos, seguramente hoy sería uno de los que no están. Un aniversario de la guerra del 82 en que las balas mataron a la paloma de la paz y a otros pibes como yo. Y una Semana Santa en que más allá de la liturgia, me comí un conejo dulce en una extrema soledad.
Y todo esto me hace pensar en tantas cosas, en tantas personas, en tantos corazones, en tantas esquinas, en tantas vidas que desde el séptimo piso los recibía siempre y para siempre, sin saber que esa clase de eternidad es inexistente…

Pero hoy es lunes, y aunque odio los días lunes, acá me encuentro nuevamente haciéndole cosquillas al teclado, en la compañía de gente nueva que voy conociendo, junto a un mate fiel, una gorra de lana que me mandó de regalo mi sobrina Tami, un nuevo corte de pelo que no debo agradecerle a mi primo Máximo, y unas ganas de continuar que lo demuestran estas palabras que confiesan mis sentires y decires de esta, mi vida a diario.