miércoles, 29 de junio de 2011

238. locos por el fútbol

Ok, puedo entender un par de lágrimas, cierta emoción, algunas puteadas, promesas exageradas, y demás pasiones humanas en nombre del Sr. Fútbol.
De hecho Sebas se enfermó con el descenso de Huracán y por más que me parezca una pelotudés, entiendo que hay un porcentaje del corazón que está ocupado por ese querido deporte del balompié.
Y de hecho yo festejé como loco el triunfo de Belgrano de Córdoba sin tener siquiera la dicha de conocer tan hermosa provincia, sino por el hecho de ser de Boca.
Sin embargo tanta policía, tantos destrozos, tanta polémica por sanciones me harta y quita ese gustito rico que produce el poder ir a la cancha y disfrutar del verde césped en vivo y en directo.
Pero la vida continúa, Sebas obviamente ya salió de la cama y está como nuevo (seguramente mi prima Vero habrá tenido algo que ver con esa “levantada”), y yo el lunes salí muy abrigado a la ciudad y a disfrutar del primer lunes con river en la B.

Tenía que encontrarme con una persona pero me avisa que se desocupa al mediodía, por lo que decidí entrar a un café a leer los diarios deportivos tranquilo y escuchar de fondo a los opinadores profesionales del pueblo.
Trato de elegir una mesa del fondo y encuentro por esa zona a una chica muy linda con un gorrito de lana multicolor sobre su cabeza. Completaba su atuendo una camiseta celeste de Belgrano de Córdoba atada a su cuello, y unas lágrimas que caían sobre un enorme tazón de café con leche.
–Supongo que tus lágrimas no tienen nada que ver con lo deportivo, ¿no? –dije al mismo tiempo que pensaba para mí mismo porqué me encontraba desviando mi buscada tranquilidad.
–¡Te equivocás! –me dijo clavándome sus ojos marrones llenos de lágrimas, y un acento cordobés inconfundible–. Tienen que ver porque mi ex novio es un pelotudo a cuerda.
–Intuyo que estabas de novia con un hincha fanático de river…
–Sí, y se enojó conmigo porque nosotros ganamos. Pero bueno, ahora que se joda porque se va a quedar solo y en la B.
–Vos también sos bastante fanática, me parece.
–Amo “la celeste” y estoy feliz de que hayamos ascendido, pero no deja de molestarme la actitud de él. ¿O vos te creés que no me iba a decir nada ni gastar ni nada si era al revés la cosa?
–Seguro que sí, pero había muy pocas posibilidades de que sucediera algo así.
Se quedó en silencio unos segundos mirándome de arriba hacia abajo y haciendo el recorrido de vuelta y finalmente me preguntó:
–¿Vos de qué cuadro sos hincha?
–De Boca.
–¿No tenés ganas de que juguemos un partido vos y yo?

viernes, 24 de junio de 2011

237. la trama y el desenlace

Días de ocupaciones varias cumpliendo con obligaciones laborales, sociales, naturales, y demás. Y a veces, la manera que tiene de descansar en silencio alguien que escribe, es dejando el teclado en paz.
De todas maneras, el finde largo y patriótico que pasó, estuve en cama, acompañado de la almohada y algo de música. Pero no por placer (aunque un poco lo disfruté) sino por cierto malestar repentino que me visitó y se vino a quedar conmigo.

¬–Era obvio que ibas a caer en cualquier momento –me dijo Sebas haciéndose el misterioso pero con aire profesional.
–Y… Se supone que en el lapso de final del otoño y comienzo del invierno es normal que las personas se engripen– le devolví la pelota sin ganas de cuidados intensivos.
–Por supuesto –continuó él, mi queridísimo amigo, el loco por las teorías descabelladas– salvo que tu malestar no lo ocasionó el frío de la estación, sino un dolor interno provocado por una noticia más helada y filosa.
Muchas veces Sebas habla como si uno pudiese saber la teoría que está desarrollando en su mente, por lo que más directo y breve es preguntarle como lo hice yo:
–¿De qué carajo hablás?
El que respondió fue Cris viniendo de la cocina y trayendo unas tazas de capuchino a pedido mío y aprovechando que yo estaba en cama.
–Gastón, estás así por lo de Laura.
–¿Qué pasó con Laura? ¿Qué tiene que ver ella con este simple malestar?
–Vos sabés que esto es porque ella se puso de novia y entonces…
–Chicos, todo bien, pero no me vengan con estas boludeces. Laura ya se fue y se había ido hace rato. Sí, me jodió que buscara contarme eso, pero hoy estoy en cama porque me siento apenas mal y aprovecho que es un finde largo, ok.
No dijeron nada más, tomamos nuestros respectivos capuchinos calientes, y empezamos a hablar de otros temas diversos, lejanos, sin importancia.

Antes de despedirnos porque Cris tenía que ir a estudiar su bendito y eterno Inglés, mientras que Sebas tenía que hacer unos llamados para ir al otro día a la cancha a ver a su amado Huracán, fue este último quién asomó su cabeza y gritó:
–Igual estamos en lo cierto… Estás así por ella! –y desapareció sin llegar a escuchar mi puteada con dedicatoria.
(aunque quizás tengan un poco de razón)



Bajé en el ascensor hasta el 2º piso.
Me abrió la puerta y se fue derecho a la habitación en un silencio absoluto y doloroso.
Sin decir nada fui también yo hacia la habitación y llevé una silla para quedarme ahí un rato.
Sebas estaba hecho mierda. Una fiebre que volaba y una pasión desbordad por un dolor que no tiene explicación alguna desde la racionalidad.
Vero me hizo un gesto con la mirada y me dejó a solas con él.
Cuando la puerta se cerró, me acerqué a Sebas y este me miró con sus ojos rojos por las lágrimas.
–¡No lo puedo creer! –exclamó con una voz temblorosa, débil, herida.
–Son cosas que pasan, y vos sabías cómo venía la mano.
–Sí, pero es injusto que se vaya otra vez… –interrumpió su frase mientras me abrazaba y se descargaba llorando como todo un hombre.

Ahora era Sebas el que caía enfermo por la ida de un amor, de un gran amor...
Como lo es para él la ida a la Segunda División de su amado Huracán.

miércoles, 8 de junio de 2011

236. puñal bajo la manga

Mi Psico estaba esperando el momento con cierta ansiedad…
Por un lado tenía en cuenta que era recién la quinta sesión, pero por otra parte, yo había sabido contar y ponerla al tanto de mi vida con entrega y pasión.
Fue por eso que largué el aire de mis pulmones y alcancé a decir en voz alta:
–Ahora viene la parte en que me clavo el puñal y revuelvo, no?
Esa tardecita zafé porque a ella le pareció más interesante analizar mi frase, y yo me dejé llevar por ese desvío desde el incómodo diván.

Hoy, una década después de aquella sesión afilada, sigo pensando que una cosa es que yo decida cuándo-cómo-dónde hacer uso y abuso del puñal justiciero, y otra es cuando aparece por sorpresa de quien menos lo esperás.
Sin tanto profesionalismo y con un corazón metálico, el impacto certero vino de la mano de Laura.

Llegué al depto con el cielo oscuro y un frío que me obligó a pasar por el mercadito a comprar mi frasco de capuchino.
Frente al monitor, revisando correos, con la taza calentita a mi costado y sonando de fondo “Let them talk”, el flamante disco de Hugh Laurie (Dr. House), me encontraba al abrigo de la ciudad, cuando sonó el timbre.
Abrí la puerta y ahí parada con elegancia salvaje se encontraba Laura.
Me sorprendió su visita sin previo anuncio pero fue bienvenida y la invité con un capu para quitarse el frío exterior.
–Justo andaba a unas cuadras de acá y quise pasar a saludarte, ¿hice mal? –me preguntó sabiendo cuál era mi respuesta.
–Para nada. Ya sabés que yo no armo guerras. A lo sumo luchas cuerpo a cuerpo, pero…
En los últimos tiempos, cada tanto me cruzaba con Laura vía msn. Ella aparecía, me saludaba y yo respondía. Nadie obligaba a nada y las conversaciones parecían de dos extraños en ascensor hasta que nos pasábamos del tiempo aconsejado y terminaba en peligrosas peleítas o cortes abruptos y misteriosos.
Cada cual (intentaba) seguir con su vida y los caminos por separado estaban dando sus pasos. Ella parecía estar tranquila y yo buscaba que no me rompa las pelotas con movimientos bajo mis zapatos.

Y así estábamos compartiendo unos capus, hablando de nada en especial (clima, música, libros, etc.) hasta que noté ciertas frases por parte de ella que referían algo como las ganas de acercarse al sol.
Al preguntarle al respecto me di cuenta que era lo que ella estaba esperando desde que mintió sobre su paso casual por acá. Entonces, ahora que supuestamente yo había traído el tema, ella sonrió y dijo en un tono neutral y leve:
–Estoy conociendo a alguien que…
–¡Pará! –le dije haciendo un coitus interruptus de su frase-. Quizás no te hayas dado cuenta pero yo no soy tu amigo como para que me cuentes que estás por encamarte con alguien. Y si a esta “no amistad” le agregamos que entre nosotros hubo algo parecido al amor, tengo que pedirte que termines tu capuchino, guardes tu puñal, y te vayas a tu casa antes de que te dé una patada en ese hermoso culito que tenés.

El frío por la noche se hizo más frío.
Quizás sea por la hoja filosa de ese puñal que quisieron clavarme de frente, pero sin mirarme a los ojos.
De fondo, el disco blusero continuaba sonando al ritmo de mi corazón.

jueves, 2 de junio de 2011

235. ver para creer

Mi amiga Lorena es hermosa. Tiene unos ojos claros que te iluminan, unas curvas que te invitan a recorrerlas, una voz suave, una sonrisa deliciosa, y demás cualidades que hacen que me pregunte… ¿por qué somos amigos?
De todas maneras, la reflexión iba a que recordé una charla que mantuvimos la barra y en la que ella defendía su postura del sexo por amor, mientras la mayoría de nosotros (los hombres) exponíamos nuestra defensa del amor por el sexo.
Y fui yo el que le pregunté:
–¿Cómo podés diferenciar cuando un tipo se acerca a vos enamorado del que te quiere dar hasta el 30 de febrero?
–Por la mirada –contestó con su simpleza incorporada y su sonrisa infinita–. La mirada marca y dice mucho más de lo que se escucha.

Esta conversación me visitó anoche porque viví algunas situaciones a las que siento que les faltó mi mirada para que se comprendiera.
La primera tiene que ver con Rosa.
Más allá de la paranoia de que en cualquier momento entre por el balcón un grupo de asesinos a domicilio, tengo ganas de saber cómo se encuentra ella.
Fue por eso que busqué una antigua agenda (y que hace rato debería haber lanzado a algún fuego parrillero) porque recordé haber tenido alguna vez anotada a una amiga de ella. Y así encontré en la R a Romina y marqué el número que tenía dibujado al lado de su nombre.
Me presenté (sip, apenas terminé de decirle mi nombre se me ocurrió que podía ser ese un error fatal, pero ya estaba dicha la última letra) y ella me sorprendió con un:
–Me imaginé que en cualquier momento ibas a llamarme porque ya sé lo que pasó entre vos y Rosa.
–Bueno, te molesto nada más para saber si tenías noticias de ella.
–Está bien –me dijo en un tono cortante–, pese a lo que le hiciste.
–Hmmm… No tengo ganas de discutir pero me gustaría saber qué le hice.
–¿Te parece poco? Te encamaste con ella sabiendo que estaba casada.
–Ah, claro… Rosa me pidió que yo lo tenga presente ese dato por si ella se olvidaba, pero se ve que cuando me invitó a que la pasemos juntos, entre el vino y algunos orgasmos lo olvidamos.
Su respuesta fue una puteada y cortar la comunicación. Sin embargo rescaté el enterarme que ella estaba bien, y que mi mirada clavada en Romina hubiese ayudado a hacerle entender la ironía de que realmente me encontraba preocupado por su amiga.


La segunda situación fue una mirada de amor que no logré transmitir vía correo electrónico, pero este tema prefiero dejarlo para la próxima…