miércoles, 31 de agosto de 2011

246. huellas del futuro

Por suerte el trabajo y otras obligaciones sociales lograron la disminución de pensamientos agudos e intensos. Sin embargo, era algo que me había quedado atragantado en el cogote del alma, y necesitaba sacarlo de ahí para respirar mejor.
Anoche hubo cena de caballeros y entre copas y otras delicias la charla salió (casi) con naturalidad…

–¿Te encontraste con Fernanda? ¿Y estaba con un tipo? –me preguntó por partida doble Cris.
¬–No, me encontré con Fernanda y estaba con un tarado –le respondí de manera simple.
–Es extraño que no te haya llamado… –pensó en voz alta Sergio.
–Más extraño hubiese sido si sonaba mi celular ahogado en la última lluvia.
–Entonces en cualquier momento se te aparece –aseguró Pablo.
–Ya apareció –dije con tono desinteresado.
–¿Cómo? –preguntaron todos al unísono haciendo envidiar al famoso Coro Kennedy.
–Vino Fernanda acá, pero no me encontró y me tiró un mensaje por debajo de la puerta.
–Dale nene, andá a buscarlo y leélo en voz alta –ordenó Sebas con ansias de saber.

Gastón:
No sé si estarás molesto por el inesperado y tenso reencuentro de la vez pasada y por eso no respondés mis llamados, o es que seguís con tu costumbre de perder tu celular.
Ahora vine hasta acá y tampoco te encuentro, y la verdad es que el volver a verte me movilizó mucho y por eso te escribo esta nota, para decirte que tengo ganas de hablar con vos.
Espero que en algún momento me puedas llamar, o ya veré si el viernes o el fin de semana paso de nuevo y tengo la suerte de encontrarte.
Te dejo un beso…
Fernanda


Los chicos quedaron en silencio como si hubiesen estado escuchando como les leía un testamento… o un cuento erótico.
A mí me pasó lo mismo, salvo que el silencio fue interrumpido por mis pensamientos hablando-opinando-imaginando-recordando-divagando en voz alta.

Fernanda reaparecía en escena y yo tenía su invitación para estar en la primera fila…

lunes, 22 de agosto de 2011

245. pasajes de ida... y otros de regreso

Pese al frío implacable, a la lluvia intermitente, y demás condiciones atmosféricas, Cris decidió aprovechar el finde largo. O quizás por la presencia de ese clima haciendo juego con su estado de ánimo, es que decidió irse a estar a solas… un poco más.
Supuse que iba a “escaparse” con Camila, pero tampoco.

–Sí Cris, te entiendo –le dije mientras charlábamos un rato en la casa y me mostraba su único pasaje con destino a “Aguas Verdes”–. Además a ese lugar no creo que vayan demasiadas personas.
–Tengo ganas de estar a solas… de pensar en silencio sobre… sobre todo.
Y sin que hiciera falta una palabra más, supe a qué se refería con “todo”.
Todo era la sorpresiva aparición de Camila contrastando con la repentina ida de su papá.
Es decir, una cosa no tenía que ver con la otra, salvo que era una puerta giratoria en su vida donde unos entraban y otros salían.

No lo convencí, pero sí lo obligué a que me permitiese acompañarlo a Retiro ese viernes a la tardecita para ayudarlo con su… mochila.
Se iba por tres días a estar a solas con el mundo. A tener la libertad de llorar, de gritar, de putear, de emborracharse, de olvidarse, de recordar, de entender un poco las reglas de este Universo personal.
Antes de subir al micro, me agradeció, me saludó, me prometió que se iba a cuidar, y por último me pidió que me vaya. No quería ninguna escena de despedida… más.
Le hice caso y me fui.
Bueno, en realidad me senté en la mesa de un bar que está dentro de la terminal y desde donde él no me podía ver y yo sí a su micro hasta que se puso en marcha y emprendió la ruta redentora.

Terminé de dar el último sorbo a mi café con crema cuando levanté la vista del fondo de la taza y me encontré tres mesas más allá a Fernanda.
Hacía demasiado tiempo que no la veía ni sabía nada de ella, y supongo que fue esa la razón por la que me levanté como con n resorte y me acerqué para saludarla.
–Gastón, qué sorpresa! –me dijo al verme, realmente sorprendida–. ¿Te estás yendo a alguna parte?
–Vine nada más que a acompañar a Cris que acaba de salir hacia la costa por el finde largo, ¿y vos?
–También a la costa y también por el finde largo.
–¿Y no llevás demasiado equipaje? –dije con absoluta inocencia mientras señalaba sus dos grandes bolsos.
–No… No, lo que pasa es que…
No llegó a completar su explicación porque no hizo falta…
–Mi amor, me dijeron en “Informes” que nuestro micro ya está entrando en el andén, así que vamos para allá así…
El tipo dejó de hablar cuando se percató de mi presencia, por lo que rápidamente estiré mi mano y me presenté:
–Hola, soy Gastón, un viejo amigo de Fernanda.
–Hola, soy Martín, su novio. ¿Y vos sos un viejo amigo o su ex novio?
Me sorprendió la pregunta por lo que lancé mi peor respuesta:
–Soy Gastón. ¿Y vos sos detective o sos celoso?
Por los parlantes salió una voz metálica confirmando el arribo del micro que ellos estaban esperando, por lo que no alcancé a escuchar la respuesta que me dio.
Pero por la cara que puso el tipo mientras Fernanda agarraba los bolsos con prisa y se encaminaba hacia el andén después de saludarme, me inclino por la segunda opción.

sábado, 13 de agosto de 2011

244. siempre que llovió, mojó

Oscuridad en pleno día...
Lluvia furiosa...
Tormenta malhumorada...
Granizo asesino...
Inundaciones acostumbradas...
Y yo justo teniéndome que ir a laburar a La Plata, sabiendo que el fin del mundo también se encontraba por aquellos pagos.
Todo el camino y la duración de ese día en particular resultaron (casi) eternos.
Lo rescatable fue que cada cliente y proveedor que visité, me recibió con un café de esos que no te dan ganas de salir nuevamente a la calle o, mejor dicho, al pequeño océano ciudadano.

Ya de noche estaba haciendo el glorioso camino de regreso aunque muy cansado, completamente agotado, todavía algo empapado, y esperando el golpe de gracia de un resfrío que me lleve a la cama durante todo el finde. Sin embargo, no quería que fuese precisamente una gripe quien me deje destrozado sobre el colchón.

Estaba a menos de dos cuadras del depto, entré al kiosco y compré un par de chocolates. No me acordaba si había comida, si había algo caliente para tomar, si había algo. Por lo tanto, en caso de emergencia, estos dulces serían mis vitaminas nocturnas.
Y estando en la esquina fue que se me ocurrió llamar a Karen.
Las tormentas generalmente asustan, ponen cachondas, o arruinan salidas ya programadas, por lo que seguramente podría reencontrarla y…
(sip, a mí las tormentas me provocan la segunda opción)

Saqué el celu del bolsillo, abrí la tapa, y mientras buscaba el número mi pie derecho se deslizó sobre algo que me hizo perder el equilibrio y dejar volar el celular de mis manos resbaladizas. Y así fue que en cámara lenta caí sobre una pequeña laguna que abarcaba buena parte de la vereda, y el celular… también.
Completamente empapado me levanté ayudado por una abuelita que fue la que me censuró las puteadas que tenía en la boca, pero cuando agarré el celular y vi la pantalla blanca para después pasar a un apagado total, me convertí en un “Tano” Pasman en versión sub-acuática.

El número de Karen había desaparecido en la sumergida, al igual que Karen y mis ganas de zambullirme en aguas cálidas.

sábado, 6 de agosto de 2011

243. con los ojos de ardilla

Ya sabía por Pablito que Tami no iba a tener clases por desinfección de aulas (o alguna otra excusa cultural), por lo tanto ese día la pasé a buscar para que se quede a dormir en casa.
Mi idea era ir a ver algo al cine, pero esa noche estaba demasiada fría y decidimos (entre hamburguesas caseras y papafritas con gaseosa) buscar alguna buena peli para mirar en la compu.
Teníamos el sillón lleno de migas, los vasos de gaseosa desparramados por ahí, y Tami feliz, como siempre que estamos juntos, de hacer con su tío las cosas que con la mamá no puede.
La peli que eligió fue “Alvin y las ardillas 2” (sí, heredó el gusto por los estrenos como yo), y la estábamos mirando compenetrados entre el rock-infantil y las carcajadas universales cuando, en la escena en que las ardillas se enamoran, se levantó a pausar la escena y me preguntó directamente como corresponde a un ser humano de su tamaño.
–Tío, ¿te acordás cuando vos y la tía Fernanda eran novios?
–Sí, me acuerdo que los dinosaurios…
–Tío, te estoy hablando en serio –me retó Tami poniendo una cara de seria que me hizo realizar un gran esfuerzo para no reírme–, y quiero saber si vos la mirabas con esos ojos de ahí –y señaló la mirada en forma de corazón que tenía la imagen congelada de una de las ardillas.
–Cuando me enamoro todo mi ser y cada una de sus partes toman esa saludable y loca forma de corazón. Menos el corazón que ya tiene esa forma y…
–Pero yo nunca más te vi así. Ah, sí, con esa otra novia que tuviste tenías los ojos así, pero era como un corazón mojado porque llorabas.
–Sí, es verdad… Vos decís de Laura. Me enamoré perdidamente de ella y después me perdí. Pero vos no me viste llorar.
–No, pero mamá y Pablo sí porque yo les preguntaba por vos y me decían que vos estabas llorando y yo escuché que era porque tu novia Laura se había ido.
–Bueno, a veces el amor de los grandes pierde la magia y la simplicidad de las ardillas, lo cual es una lástima.
–Entonces… ¿nunca más te vas a enamorar y tener esa mirada?
–¿Por qué no? Seguramente me vuelva a enamorar y todos sus efectos secundarios, pero cuando pase, voy a intentar hacerlo de una “ardillita” que no tenga miedo de sentir algo así de lindo, sano y mágico. Después de todo, las historias de la vida real las escribimos nosotros. Tenemos que aprovechar, ya que somos los guionistas, a escribir buenas historias y que el final, por llamarlo de alguna manera, sea feliz.
–Tío, te quiero mucho.
–Yo también, pero tengo ganas de seguir mirando la peli, ¿vos?
–Sí, yo también –dijo Tami poniendo el “play” y volviendo a sentarse al lado mío para terminar de ver, con ojitos mágicos, la peli.