domingo, 25 de septiembre de 2011

250. el gimnasio

–Te tengo una propuesta –me disparó Cris apenas abrí la puerta.
–Si es indecente, acordate que me debés una –le contraataqué sólo para divertirme con su cara de desconcierto–. ¿Preparo unos mates o abro alguna botella de algo?
–Hacete unos mates y escuchame… Pero prometeme que vas a aceptar.
–Si me vas a proponer casamiento, te conviene más Sergio.
–No boludo. Es para que vayamos juntos al gimnasio.
–¿Estás loco?
–Ya te anoté.
–¿Estás loco?
–Dale, está bueno…
–¿Estás loco?
–Hay seguramente lindas chicas haciendo movimientos sugestivos y todas transpiradas.
–¿Estás…? ¿Dónde queda el gimnasio?

Entre mates compartidos me contó que su novia Camila le hizo una “crítica constructiva” sobre su leve pancita, y eso despertó la ira de Cris y la pasión por ponerse en forma.
–Y a vos Gastón te vendría bien por si te cruzás de nuevo con el novio de Fernanda.
–Ese no es más mi novio –dijo Fernanda apareciendo con su pelo revuelto de haberse despertado recién.
–Fernanda… No sabía que estabas acá –dijo Cris bastante confundido y mirándome buscando alguna explicación que no le di.
–No pasa nada Cris. Sigan hablando despacito mientras me ducho. Y vos Gastón, no te vendría nada mal hacer “otro” tipo de ejercicios.


Todavía no le encuentro una verdadera explicación lógica a todo esto. Pero la cuestión es que el lunes pasado asistí con Cris y también con Sebas (que fue una sola clase), a poner los engranajes en funcionamiento y a levantar algunos pocos kilos.
El profe, bastante copado me hizo una lista de todo lo que tendría que dejar de comer.
–Me tendría que haber dado esta lista antes de ir al mercado. Ahora todo lo que tengo en la heladera no sirve.

Después de la primera clase me dolían bastante las piernas. De hecho esa noche tuve algunos calambres.
En la segunda clase el dolor paso a los brazos, y por momentos me era imposible estirarlos.
Para la tercera clase ya no sentía nada…
(no sentía las piernas, no sentía los brazos, no sentía nada!!!)

Dicen que el deporte es saludable, pero realmente yo me sentía mucho mejor antes de entrar a ese maldito gimnasio…

jueves, 15 de septiembre de 2011

249. entre pesadillas y otros sueños

Sin que sea del todo necesario, Fernanda se fue quedando y atendiendo las dolencias que se presentaban… y algunas hinchazones también.
Y los mimos siempre son bienvenidos, pero estos son especiales, tienen toda una historia que se sigue escribiendo.
Las noches fueron acompañadas y todo parecía que se iba acomodando de golpe (del golpe que me dieron), sin embargo…

Sin embargo sucedió que de las últimas diez noches, en tres me desperté gritando, y lamentablemente en esto no tuvo nada que ver Fernanda.
Por más empeño que ella le puso a mis cuidados hubo algo que no pudo detener y fueron las pesadillas que sorpresivamente me visitaron.

La primera de ellas fue de muerte… No mía, pero demasiado cercana. De hecho llamé a las 3 de la mañana a mi hermana Ana para saber que Tami estuviese bien.
Pero las dos últimas fueron extrañas porque no recuerdo haber estado soñando con nada, y sin embargo la lucha por despertar se encontraba presente hasta hacerlo en un grito en Do Sostenido.
–¿Estás bien? –me preguntó Fernanda al tiempo que me traía un vaso de agua (?)
–No, pero por lo menos desperté –dije mientras seguía escuchando el eco de mis latidos desbordantes.
–¿Qué soñaste esta vez? –quiso saber ella.
–No lo sé… No tengo ninguna imagen en la mente de haber estado soñando algo feo.
–¿Y porqué gritabas entonces?
–Era Haloween y estaba disfrazado de Tarzán –le contesté ya fastidioso por sus preguntontas pero preocupado por esta seguidilla de bruscos despertares.

La intención de Fernanda no era molestarme, precisamente, y por eso se quedó conversando conmigo de diversos temas que me alejaran de los sueños indeseados.
Después de media hora de charla y risas finalmente el sueño se fue por completo y lo que llegó fue la mejor excusa para darle la bienvenida al insomnio compartido…


Se escucharon nuevos gritos en la madrugada, pero estos no tenían nada de pesadillas, al contrario…

sábado, 10 de septiembre de 2011

248. despertar de golpe

Algo me despertó.
No sé si fue un ruido, si fue el sol en la cara, o la hora en que, por alguna razón, debía despertarme.
Me incorporé en la cama sin recordar exactamente cómo había llegado hasta ahí.
Como suelo hacer en esos casos, miré a mi alrededor en busca de alguna huella, de algún indicio que me indicara lo que sea.
La habitación era la mía lo cual era positivo. No veía ropa de mujer en el suelo, lo que indicaba que dormí solo… o la dejó en el sillón.
Antes de hacer cualquier otra cosa, me quedé en la cama e intenté traer a mi mente imágenes de la fiesta en lo de Beto.

Me acuerdo haber llegado con Sebas. La posibilidad cierta de que estuviese también Fernanda en la fiesta. La entrada con ganas de irme. La presencia salvadora del resto de la barra. El alivio de que me dijeran que Fernanda no se encontraba en el lugar. La cantidad de alcohol que había y que se tomó. Las risas de siempre. El baile inesperado. Algunas fotos prohibidas. La puerta que se abre. Una copa rota. La sonrisa de Fernanda. El idiota acompañando. Un cigarrillo convidado. El saludo obligado. Su voz diciendo: “¿otra vez fumando? tendrías que dejarlo”, y yo respondiendo: “¿otra vez con tu novio? tendrías que dejarlo”.
El darme cuenta que mis pensamientos estaban hablando en voz alta.
El darme cuenta que los oídos de los demás estaban atentos.
El darme cuenta que el idiota era celoso e impulsivo.
El darme cuenta que su puño fue más rápido que mi reacción.
El darme cuenta que eso fue lo último que recuerdo de la fiesta de Beto que supongo resultó bastante divertida.

Me voy a levantar de la cama pero la cabeza me duele en una mezcla exacta de resaca y del golpe. Sin embargo quiero hacerlo no sólo para ir a ver a Sebas y preguntarle qué pasó, sino porque también tengo que ir al baño a descargar mi vejiga.
No llegué a salir de la habitación cuando me choco con la figura humana en vivo y en directo de Fernanda.
–Decime que no estás acompañada de tu novio porque esa remera que tenés puesta es mía y no creo que el tipo entienda de moda.
–Estoy sola, me quedé cuidándote, ya no tengo novio, y te hice un capuchino para ir despertándote de a poco.
Regresé a la cama después de pasar por el baño y mirarme en el espejo para ver que tenía todos los dientes, la nariz en su lugar, pero levemente morado el ojo izquierdo.

lunes, 5 de septiembre de 2011

247. fiesta compartida

El viernes volví tarde a casa después de un extenso e intensivo día de trabajo, y lo primero que hice fue empezar a disfrutar de la noche con su finde a las puertas del cielo (y del infierno también).
El relajo también vino porque de alguna manera inconsciente me sirvió la distracción para no estar pendiente de la reaparición de Fernanda.

Ya casi medianoche golpean la puerta y me imaginé lo inimaginable.
Fernanda vestida para matar(me), una vieja historia de amor y enredos para estrenar, la cama en movimiento, una mañana repetida, una excusa con imaginación, una partida, un recuerdo para la colección, un finde que recién comienza…
Pero no!
Al abrir la puerta el que estaba del otro lado con dos porrones para compartir era Sebas.
Instalados en el sillón y brindando por nada, me pregunta:
–¿Te llamó Beto?
–No retiré el celu nuevo por lo que si lo hizo jamás lo sabré.
–Ah, cierto… Igual no era nada grave, sino para avisarte que mañana sábado tenemos joda porque festeja el cumple.
–¿Lo hace en la casa?
–Como siempre…


Sábado a la noche.
Desde distintos ángulos geográficos sale la barra en la misma dirección, que no es otra que la festichola a la que fuimos invitados, como sucede cada año.
Íbamos en un taxi con Sebas y notó mi silencio por estar pensativo en algo un poco indefinido.
–Nada, creo que me estoy olvidando de algo importante o estoy pasando por alto un detalle importante que tiene que ver con la reunión en lo de Beto, pero no sé qué.
–No se me ocurre que puede ser, pero voy a concentrarme mirando por la ventanilla y no dándote bola –me dijo Sebas mientras se acomodaba como si fuera a echarse una siesta con los ojos abiertos.
El viaje no fue largo, y mucho menos estando con la mente intentando resolver el enigma.
Al bajarnos del taxi, Sebas me dijo que está a punto de encontrar la respuesta, pero le faltan tres minutos para definirla.
Caminamos hasta la puerta de la casa de Beto que se distinguía de las demás por el ruido de la música que salía de su interior.
Tocamos timbre y esperamos con la duda de si escuchará el llamado.
–Ya abro –grita Beto desde adentro.
–Ya lo tengo, me acordé, descubrí el detalle que no tuviste en cuenta al venir acá –dijo de pronto Sebas al mismo tiempo que me agarraba del brazo.
La puerta se abre, Beto que nos saluda y nos invita a pasar.
Al fondo se ve parte de la barra, algunas caras desconocidas y Sebas que me dice al oído.
–Fernanda es también amiga de Beto, por lo que seguramente está acá y acompañada de su nuevo novio.
La puerta se cerró y me vi sin escape alguno, mientras era “empujado” a la fiesta.