sábado, 29 de enero de 2011

210. puerta giratoria

Laura estaba debajo del marco de la puerta, y yo mirándola sin poder creerlo.
¿Qué hacía acá?
¿Por qué había regresado?
¿Qué estaba buscando?
¿Qué quería de mí?
¿Por qué estaba tan linda…?

Mis pies, mis manos, mi cuerpo no se movía, y mi boca apenas podía balbucear algo. Sólo miso ojos tenían movimiento, pero estaban clavados en ella.
–¿Puedo pasar? –me preguntó al mismo tiempo que comenzaba a avanzar hacia el interior del depto.
La seguí con la mirada y escuché cómo saludaba a Lorena, quién le respondió el saludo pero sin saber quién era. Eso hasta que Laura dijo su nombre y Lorena me miró de manera automática.
Yo no sabía… Yo no podía… (yo no quería…)

Lore entendió enseguida lo que me pasaba y, tomando la iniciativa, le pidió a Laura, con amabilidad y firmeza, que la acompañase un momento afuera.
Laura sorprendida accedió, y yo simplemente me quedé observando la escena.
–Gastón, no te preocupes, está todo bien. Yo me encargo. Después hablamos –me dijo Lore al oído mientras se retiraba del lugar con Laura.

Sé que no actué de la mejor manera, pero sé que tampoco podía actuar de la mejor manera. Y por eso Lorena sacó de adelante mío a Laura. No iba a haber ninguna pelea, pero seguramente, en nombre de la amistad, le iba a pedir explicaciones a Laura o simplemente le pediría que, por mi propio bien, se alejase de mí.
Era evidente que no podía hacerlo solo y necesitaba ayuda, y qué mejor en este caso que el de una amiga como Lore.

Habrán pasado diez minutos cuando el timbre otra vez y aunque mis pies ya respondían, noté su paso inseguro al acercarme a la puerta para abrirla.
–Ah, bueno… ¿No me pudiste esperar para compartirla o tenías mucha sed? –me saludó Fernanda con una sonrisa al ver la botellita casi vacía de Dr. Lemon en mi mano.
Me sorprendió ver a Fer aunque sabía que venía y la estaba esperando.
Y también sentí una mezcla de alegría, alivio, confusión, y energía.

Traté de calmar y disimular mis nervios ante la escena de unos pocos minutos atrás, por lo que le ofrecí traerle una botellita de su bebida preferida, mientras yo agarraba otra para mí.
–Gas, ¿puede ser que en la esquina estuviese Lorena con una chica? No me acerqué porque parecía que estaban discutiendo y, además si era ella, seguramente había estado o venía después para acá.
–Ehhh… –contesté a modo de respuesta certera. Y es que no era tranquilizador saber que Lore y Laura estaban a pocos metros y encima…
Mi pensamiento fue interrumpido por los golpes en la puerta, y creo que en ese momento mi alma se escapó volando por la ventana.
Si era Lorena se podía disimular la situación para que Fernanda no se entere, pero y si no era ella y se trataba de…
Otra vez los golpes en la puerta, como si alguien estuviese apurado por entrar, por decirme algo, por…
–¿No vas a abrir? –me preguntó totalmente relajada pero extrañada Fernanda.
–Sí, claro.
Y no me quedó otra que abrir la puerta y encontrarme con…
–Gastón, tengo que hablar con vos.

jueves, 27 de enero de 2011

209. vienen llegando

Hice lo que hace un caballero de la Edad Media partido al medio, o un hombre de estos tiempos pero sin relojes ni almanaques, o un cobarde metafísico, o un príncipe valiente sin Título, o…
Fernanda me había llamado en la madrugada para decirme que iba a venir para que hablemos, para que aclaremos los últimos sucesos, y sin embargo no apareció. Habrá tenido sus motivos, y yo inventé los míos para no hacerle saber que la estaba esperando.
Al otro día tampoco lo hizo ni tampoco avisó de su ausencia, y yo seguí en mi estado exterior aunque mi interior se mostraba algo ansioso.
Es como que de pronto tenía ganas de empezar a hacer las cosas bien, y sin embargo me tropezaba con las piedras que dejaban otros en el camino, o caía en la telaraña perfumada para el ataque letal.

Estaba atrapado en estos pensamientos cuando recibí un mensaje de Fernanda que me anunciaba que estaba en camino.
Me puse a ordenar un poquito y para hacer tiempo destapé una de las botellitas de Dr. Lemon que había comprado sabiendo de sus gustos. De pronto sonó el timbre y fui a abrir imaginando que era Fer, pero no, era Lorena.
–¿Qué hacés acá? –le pregunté sorprendido pero siempre gustoso de su visita.
–¡Hola Gastón! –me saludó y se sentó en el sillón mientras yo iba en busca de otra botellita –. Nada, vine porque quiero hablar con vos sobre lo del otro día.
–¿Qué cosa del otro día?
–Vos sabés que te quiero mucho, sos mi amigo y siempre voy a querer que estés bien. Por eso es que no quiero que te enganches otra vez con esa Laura.
No dije nada. Yo sé las razones de su miedo, pero Lore igual me lo recordó.
–Gas, vos quizás no recuerdes o no tomes consciencia de cómo estuviste durante demasiado tiempo después de que Laura se fue. Yo no sé qué intenciones puede llegar a tener ahora, pero no quiero que te vuelva a lastimar. A todos nos costó levantarte de allá abajo para que ahora estés a punto de caer de nuevo. Supongo que te será difícil, pero creo que lo mejor es que la cortes ya y definitivamente. Además te reencontraste con Fernanda, y si querés estar en verdad con ella…

Sí, yo sabía cuál era el miedo de Lorena y el del resto de la barra.
En algún momento, inmediatamente después de la ida de Laura, yo había tocado fondo y el suelo era de arenas movedizas.
No podía permitirme otra vez ese estado, esa caída infinita.
Tenía que hacer algo, tomar una decisión, tenía que…

El sonido del timbre interrumpió la charla exterior y los pensamientos interiores, pero no importaba. Fernanda había llegado y era mejor apuntar hacia ella y hacer todo lo posible por estar bien, haciendo bien las cosas.
–Dejame que la saludo a Fer y después me voy para que charlen tranquilos –dijo Lorena mientras se levantaba del sillón.
–Mirá cómo te estamos esperando –dije yo mientras abría la puerta y mostraba la botellita de sus delicias.
–¡Gracias! Nunca lo probé, pero me dijeron que es rico.
Yo me quedé paralizado. No por su respuesta, sino por quién la había pronunciado.
–Laura… –exclamé con un hilo de voz que no se alcanzó a escuchar.

martes, 25 de enero de 2011

208. lunes por la madrugada

Llegué a la medianoche y la pasé…
La una, las dos, las dos y media de la mañana y yo con los ojos bien abiertos contemplando la ciudad desde mi 7º piso.
La noche era un infierno y yo trataba de que las cenizas no se vuelvan a encender por medio de un frío y exquisito “Cosecha Tardía”.
Pasaron 13 minutos de las tres, y me dirigí con mi paso inestable en busca del celular. Y una vez en mis manos, hice lo que la gran mayoría realiza a escondidas de miradas curiosas…
Busqué el mensaje que tenía guardado (¿por qué?) y lo volví a leer (¿por qué?):
“Aún te recuerdo”
Y más que preguntarme por mis actos de guardar el mensaje y releerlo, debería preguntarme por qué Laura me manda ese mensaje.


La última vez que nos vimos estábamos haciendo el amor…
Después de sus temblores y de desarmarme sobre ella, nos miramos a los ojos y besé su sonrisa mientras sentía que mi alma seguía volando por la habitación.
Me acuerdo que podía ver su espalda por la luz de la ciudad que entraba por la ventana. Ella dormía y yo con los ojos tan abiertos recorriéndole con mi mano las piernas mientras con mis labios su espalda.
Y abrazado a ella me quedé dormido entre dulces sueños para un amargo despertar… ¡Se había ido!

La última vez que la vi ella no me vio…
Porque días después salí a buscarla por la ciudad y pude verla junto a su ex, tomada de su mano mientras caminaba pisoteando mi corazón.

¿Y ahora?
¿Qué es lo que estoy por hacer?
¿Puedo estar tan borracho como para marcar su número?
Son las tres y media de la mañana.
¿Despertarla para qué? ¿Para decirle qué?
Además… ¿Y si me atiende él?
¿Y si tiene problemas con su marido por mi llamado?


Estaba maldiciendo por dentro mi mareo mental cuando el celular comienza a sonar en mi mano. Me asusto, se me cae al suelo, pero sigue sonando como si nada, acostumbrado a andar siempre cayendo. Lo levanto, me siento en el piso, y atiendo el llamado.
–Hola, ¿te desperté? –me saluda y pregunta esa voz que conozco demasiado.
–No, la verdad que el calor me tenía algo insomne y estaba levantado hac…
–Yo también estaba sin poder dormirme… Y estaba pensando en vos… En nosotros…
–Mirá, yo creo que…
–Gas –me dijo interrumpiéndome–, la verdad es que me iría ahora mismo para allá para que hablemos sobre…
–Sí –le dije ahora siendo yo el que cortaba su frase–. Estaría bueno que podamos charlar y aclarar algunas cosas.
–Sí –¬coincidió ella conmigo¬–, pero hoy tenemos que madrugar los dos. ¿Querés que a la tardecita vaya al depto y… vemos que hacemos con todo esto?
–Dale, quedamos así –le dije mientras le mandaba un beso de despedida.
–Otro beso para vos, Gas –me dijo con esa forma de decir las cosas que sabe que no pasa desapercibido en mí.

Me fui a acostar, aunque sabía que ahora mucho menos me iba a poder dormir.

jueves, 20 de enero de 2011

207. hacer el tonto

Por primera vez me había decidido a (intentar) hacer las cosas bien, y por apurarme a contestar un mensaje mimoso, me metí en un nuevo problema del cual quería salir lo antes posible.
–Dale, te escucho –me dijo Fernanda con cara de enojada, ojos de asesina serial, brazos cruzados y punta del pie golpeando contra el suelo.
Yo en cambio me encontraba tranquilo porque mis argumentos eran valederos y estaba justificado como para poder calmar su ánimo. Sin embargo me preocupaba verla acá en el depto cuando no tenía necesidad de regresar.
-La verdad es que habían pasado unos días en que no nos habíamos comunicado y la otra noche al llegarme ese mensajito al celu, lo primero que hice fue imaginar que era tuyo, y por eso lo contesté y te lo envié a vos.
–¿Y de quién era el mensaje que recibiste?
–No creo que tenga importancia saber ahora de quién es, además yo…
–Tiene importancia. Mucha importancia tiene –dijo interrumpiéndome Fer, y continuó con su teoría–, porque es bueno saber si la mina esa te va a seguir molestando o, llegado el caso, qué vas a hacer vos al respecto.
–¿Cómo qué voy a hacer? Nada –le contesté en un tono que denotaba cierta incomodidad con su leve pregunta.
–¿Nada? Eso quiere decir que cuando te enteraste quién te había mandado ese mensaje, no se lo contestaste.
(…)
–¿Se lo contestaste sí o no?
–No.
–Mirá, yo me voy a ir. Cuando tengas en claro qué querés, avisame. Ah, y tratá de no equivocarte de número –se despidió Fernanda cerrando la puerta con fuerza.



–¿Y con Laura qué vas a hacer? ¬–quiso saber Cris.
–No entiendo tu pregunta, querido amigo –respondí intentando evadir lo que se venía, pero sabiendo que era una misión imposible...
–Vos sabés bien porqué Cris te está preguntando por ella –intervino Lorena con gesto preocupado.
–La verdad es que no tengo ni idea –le mentí.
–Porque la última vez que Laura desapareció de tu vida estuviste hecho mierda. Y que ahora te mande ese mensaje diciendo que se acuerda de vos… ¿Con qué sentido lo hace? –contestó y se preguntaba Lore con evidente molestia.
–Para hacerme saber que fui alguien importante en su vida.
–Pero es que no tiene sentido, Gastón. Ella en su momento tomó la decisión de no estar con vos. ¿Te acordás esa mañana en que te despertaste y no estaba? Vos no te podías ni levantar y ella ni aportó. ¿Y ahora qué quiere? ¿Volver?
–No, creo que simplemente me está haciendo saber que…
–No Gastón, vos estuviste demasiado mal como para justificar su mensajito. Además, decime una cosa… Si hubieses sabido que el mensaje era de ella ¿se lo contestabas?
(…)
–¿Se lo contestabas? –me preguntaron Cris y Lore sincronizados y en estéreo.
–No.
Ellos dos no se fueron como había hecho Fernanda, pero tampoco me creyeron…

sábado, 15 de enero de 2011

206. mensajes cruzados

Pasaron unos pocos días con sus noches en que no nos vimos con Fernanda.
En realidad estaba viendo cómo podía plantearle que no se entusiasmara con este reencuentro, o mejor dicho, que lo tomase con mucha tranquilidad.
La verdad es que me gustó volver a estar con ella y en ella y con ella y en ella, pero lo del desayuno me había sonado a una escena muy casera, y lo sentía demasiado para la altura del año en la que estamos.

De todas maneras el verano en la ciudad y la heladera cargada con lo necesario para combatir y derrotar el calor me distrajo de pensamientos que mi naturaleza deja invadir, algunas veces, con tanta facilidad.
De día entre laburos y trámites variados…
De noche con alguna salida oxigenada o con distracciones fílmicas…
Y en esta última estuve sumergido mirando (como es mi insana costumbre, una década después) una serie muy bien hecha llamada Band of Brothers.
Balas perdidas y certeras, soldaditos de plomo, y todo el escenario subjetivo de la Segunda Guerra Mundial. Y aunque no soy amante de este tipo de pelis, me enganché bastante y hasta disfruté como es debido cuando anunciaron el fin de la guerra. Por lo menos de esa…


Me encontraba apagando y terminando lo que me quedaba en el vaso cuando me llega un mensaje al celu: Aún te recuerdo.
Me reí pensando en que Fernanda es así, no aguanta y tiene que marcar su presencia por más que no se encuentre presente.
Pero claro, yo estaba acá, con el depto envuelto ahora en un leve silencio y en penumbras, por lo que agarré el celu y le mandé un mensajito a Fer diciendo: Yo también te recuerdo… y también me acuerdo! Besos.

No pasaron tres minutos (quizás muchos menos) cuando el celu suena ahora anunciando un llamado y veo que es Fernanda. Sí o sí tenía que contestar, por lo que lo hice con las mejores intenciones, aunque no imaginé lo que iba a escuchar del otro lado de la línea.
–Gastón, ¿por qué me mandaste ese mensaje? –me preguntó con un tono que no adiviné a percibir de qué se trataba.
–Bueno, vos me mandaste uno diciendo eso y yo contesté confesando que siento lo mismo –le contesté sin entender porqué tenía que estar explicándole eso.
–¡Te odio! ¡Te odio! ¡No cambiás más! –me dijo hecha toda una furia mientras yo escuchaba totalmente sorprendido, y agregó–: No me mandes más mensajes de ningún tipo, y menos si no son para mí.
El celular quedó mudo al igual que yo.
¿Me encontraría borracho?
¿Estaré soñando?
¿Fernanda está loca?
La mejor manera de ir respondiendo esas preguntas fue revisar los mensajes del celular, y ahí estaba, el último que había recibido diciendo: Aún te recuerdo.
Sí, ahí estaba el mensaje, pero con un detalle que yo había pasado por alto la primera vez que lo leí y que ahora con la relectura me dejaba con la boca abierta, los ojos salidos, el alma volada, y las piernas para nada firmes.

El mensaje tenía esas tres palabras, pero no lo había mandado Fernanda…
El mensaje era… de Laura.

jueves, 13 de enero de 2011

205. cuestionario amigo

Siempre hay alguno que está menos borracho, o que alcanza a ver lo justo y necesario, como para ser testigo de una escena precisa.
Alguien me vio en la primera madrugada del año mientras me subía a un taxi junto a Fernanda con dirección fácil de imaginar. Y fue ese mismo alguien el que propagó la noticia de mi reencuentro con mi ex, mi escapada con mi ex, y lo que todos imaginan que haya sucedido con mi ex.
Y como se sabe que no se debe dudar de las dudas, una vez recuperados de dolores de cabeza, malestares, y otras obligaciones sociales, ya casi de noche, la barra se presentó en casa a lanzarme signos de interrogación para que yo devuelva en forma de respuestas.

–¿Anoche estuviste con Fernanda? –preguntó de manera suave Cris como para ir rompiendo el hielo.
(aunque ya todos teníamos un daiquiri refrescante en nuestras manos por obra de Sebas)
–Sí, en lo de Sergio, como cada uno de nosotros –contesté con la verdad pero esquivando la verdadera intención de la pregunta.
–Te vieron cuando te subiste con ella a un taxi –continuó Sebas y dándole un poco más de sentido a la pregunta de Cris-, ¿te bajaste con ella acá?
–La verdad es que no recuerdo esa parte… pero sí. Por lo menos el sol nos iluminó acá.
–¿Se quedó a dormir? ¬–preguntó Lore con un tono romántico.
–No.
–¿Cómo que no se quedó a dormir? No nos mientas –protestó sin querer perder la amorosa ilusión.
–Es la verdad –respondí saboreando mi trago de durazno-. No se quedó a dormir… Aunque después, algo cansados, dormimos un poco.
Risas generalizadas y avanzamos hacia la segunda vuelta de daiquiris en esta noche de amigos, anécdotas, y buen clima.

Pero ya avanzada la reunión y después de pasar por una diversidad de temas, me llegó un mensaje al celu. Lo leí, sonreí, lo respondí, y al levantar la mirada noté todos los ojos apuntándome y con ganas de saber quién era, aunque podían apostar que se trataba de Fernanda.
Al confirmarles que era ella, fue Sebas el que apuntó directo y preguntó:
–¿Van a volver?
–Naaaa… –respondí con cierta ambigüedad. Por un lado sabía que el haber pasado la noche juntos no significaba un regreso, pero por otra parte… no podía negar nada al ciento por ciento.
–Igual vos y ella están acostumbrados a regresar cada cierto tiempo, ¿o no? –fue más certero Pablito.
–Bueno, la historia que compartimos lo demuestra. Pero la última separación fue fuerte y de hecho fijate todo el tiempo que pasó hasta que nos volvimos a reencontrar.
–¡Y qué reencuentro! –gritó Pablo levantando los vasos de colores para un brindis divertido.
Por suerte, entre el ruido de los vasos chocando en el aire y las risas con eco, me fue imposible escuchar mis pensamientos sobre este nuevo reencuentro con Fernanda…

domingo, 9 de enero de 2011

204. sueño de una noche de verano

Muy de a poquito fui abriendo los ojos porque sabía que el primer despertar del año (por lo menos lo demostraba la estadística de los últimos comienzos) era complicado.
Esperaba el dolor de cabeza sonando como bombo de barrabrava, la amenaza de muerte de algún ex-novio ex-marido o ex-loquefuera al descubrirme desnudo en su cama y sobre todo con su chica, o algunas de esas sorpresas que con el tiempo se transforman en una dosis exacta entre anécdota divertido y mito inmortal.
Fue por eso que traté de volver a la realidad sin mucho apuro, relajado pero atento para ambientarme al lugar en el cual estaba despertando y, sobre todo, el modo.
Me moví despacio y noté que el modo era desnudo, y observando un poco más allá pude reconocer que la vista que se veía a través de la ventana me resultaba exageradamente conocida, y por eso respiré hondo y aliviado por encontrarme en mi depto, más precisamente en mi habitación, y con más cercanía, en mi amada cama.

Con demasiada cautela fui girando mi cuerpo y deslizando mi mano hacia el otro extremo de la cama con la plena seguridad de que encontraría algún cuerpo femenino, pero no.
El vacío de mi soledad estaba dormido en la otra mitad de la cama. Me sobresalté un poco al notar las almohadas en el suelo, pero enseguida me vinieron flashes a mi mente del sueño que había tenido durante la noche.
Eran imágenes aisladas de un rompecabezas que armaban una historia obvia y excitante.
Con Fernanda jugando en el asiento de atrás del taxi. Un viaje demasiado caluroso en el ascensor que nos dejó en el 7º piso. Una botella de New Age destapada en la cocina al igual que nosotros en el sillón. Una cama cobrando vida entre sábanas fantasmas y nuestros cuerpos incansables. Y el recuerdo de gestos, gemidos, caricias, susurros mientras nosotros girábamos al igual que la habitación y el planeta.

Me senté de inmediato sobre la cama y examiné el suelo buscando ropa de Fernanda. No encontré nada, pero recordé que en el sueño habíamos llegado desnudos a la habitación, sin embargo mi ropa tampoco se encontraba a la vista.
Con un sentimiento interior que no sabría decir con exactitud cuál era, sólo atiné a tomar coraje y confianza y gritar con cierta suavidad el nombre de Fernanda.
Y desde la cocina llegó la sorprendente respuesta…
–Gas, ¿te despertaste? Ahí estoy yendo con el desayuno.
(ups!)

martes, 4 de enero de 2011

203. hola - chau

Cómo los últimos años, las despedidas y bienvenidas de año se realizaron en la casa de Sergio.
Más allá de su generosidad, contamos con su amistad, su corazón de oro, y además es el único que tiene espacio para albergarnos a todos con tranquilidad.
El día (la noche) iba tomando color y el calor era combatido con las bebidas a la temperatura ideal y con la pileta llena y limpia.

Pablo decidió hacerse cargo de pasar la música, y la verdad que no lo hizo nada mal. Y mientras sentía que iba terminando el año con la energía suficiente como para encarar el año que ya llegaba y con las soluciones mágicas como regalo navideño, la música iba sonando como música de fondo para mi vida.

Todo estaba en orden y el ambiente era festivo, relajado y sin sorpresa alguna, hasta que…
Ahí estaba ella, reapareciendo después de casi… demasiado tiempo.
Era ella, pero estaba distinta…
Se paró en la entrada que da al fondo donde nos encontrábamos todos, y las luces parecía que la seguían… al igual que mi mirada.
Saludó a alguien, aceptó un trago, levantó la mirada, y pese a todas las personas que había en el medio, me descubrió y no dudó en acercarse.
–Hola, ¿cómo estás? –me saludó con un sonoro beso Fernanda.
–Yo bien, y a vos no te pregunto lo mismo porque ya veo cómo estás –lancé el piropo demasiado temprano para mi gusto.
–Bueno, gracias, pero ya sabés la transformación que se produce en las mujeres cuando nos separamos.
–¿Te separaste? Quiero decir… ¿Te casaste?
–Jajaja… Me refiero a nosotros. ¿O no nos separamos nosotros?
Su sonrisa estaba hermosa e intacta, y yo me sentía exageradamente tonto.
–Sí, claro, está demostrado en todo este tiempo que no nos cruzamos ni once minutos.
–A veces es doloroso pero es lo mejor poner la distancia necesaria.

Continuamos hablando de nuestras vidas de los últimos meses. Y aunque habíamos intentado acercarnos a otras personas, acá estábamos, una vez más reunidos en un cambio de año, casi como una cábala mágica y poderosa.

De pronto empezó la cuenta regresiva y el 2011 se hizo presente entre gritos, risas, fuegos artificiales, y tragos de colores.
–Si estuviésemos en Nueva York estaríamos obligados a besarnos –dije algo borracho.
–Pero estamos en Buenos Aires por lo que acepto que me abraces y me desees un feliz año –contestó ella también algo borracha pero con los pies en el país.
–Feliz Año Nuevo, Fer –le dije al oído pero con el corazón–. Me alegro verte de nuevo.
–Feliz Año Nuevo, Gas –me susurró al oído mientras me abrazaba–. Y tengo la misma sensación de alegría.

En el cielo las luces seguían vistiendo todo, y dos almas volaban sinceramente contentas y despreocupadas.