martes, 17 de agosto de 2010

185. sobreviviente

Ya sé que hace un tiempo prudencial e irrespetuoso que no escribo, pero hay una razón (y varias pasiones) para la excusa perfecta, y es la siguiente…

El domingo último (en todos los sentidos) y tan cruel por lo mismo, amaneció sin amanecer. Abrí los ojos y reconocí el lugar exacto en el que me encontraba, mi departamento de un 7º piso en mi Buenos Aires querido.
Sin embargo la mitad de la cama estaba vacía y lo último que recuerdo fue el cuerpo todavía caliente de Laura y su respiración jadeante acompañando la mía.


El mediodía se presentó por la ventana y a falta de yerba, un capuchino me acompañó en este despertar en soledad.
Pero no me sentía solo. El lugar donde me encontraba y estuve en estos últimos días era mi refugio de siempre, mi depto de aventuras, mi lugar en el mundo propio, mi descanso en las horas necesarias, mi reparo de aromas conocidos.


A pocas cuadras mis amigos de la vida, un poco más allá la próxima mujer-amor con la que me vaya a cruzar, a una distancia incalculable un nuevo viejo amor que se va sin final feliz aunque la noche haya dicho lo contrario.

Laura se fue y ya sé que no va a volver.
Quizás por su hijo…
Quizás por su ex marido…
Quizás porque necesita aire…
Quizás porque se dio un gusto…
Quizás porque hay secretos sin compartir…

Sin embargo, y quizás porque casi sin darme cuenta le di mi corazón, fue que estuve este tiempo sin escribir. Estaba demasiado transparente y exageradamente vulnerable.
Cuando me di cuenta de su presente ausencia me llevé rápidamente la mano a mi pecho y me quedé en silencio escuchando, sintiendo.
El tilín del corazón todavía se encontraba sonando dando cuenta que seguía vivo.
Y eso siempre será una buena señal!