viernes, 8 de febrero de 2013

261. arde la ciudad

Estos días de calor, pero de calor de verdad, son insportables. Andar por la vida con 41º de térmica sobre los hombros es inhumano, y es cuando, levantando la vista al cielo sin una sola nube, me pregunto si Dios usa aire acondicionado.
Yo no!
Por eso cuando pego al vuelta del trabajo y voy llegando a casa, casi que me voy desvistiendo en el ascensor. Voy a la heladera, me hidrato mientras vuela la camisa, el pantalón, los zapatos, y busco un poco de aire desde el balcón del séptimo piso. Es un placer que dura siete segundos, ya que después me meto al baño a ducharme, y ahí sí, ya fresco puedo continuar con mi vida.
Pero el continuar con mi vida trae sorpresas, y una tiene que ver con el calor en la ciudad y las lagartijas. Y con lagartija me refiero, por ejemplo, a Fernanda, que llega temprano y se va a la terraza del edificio a tirarse bajo el astro rey.

Resulta que el otro día aparece muy contenta, no sólo por estos días de sol que ella disfruta, sino porque en la terraza se hizo amiga de una mina re copada, según sus palabras, y comparten parte de la tardecita.
—Te juro que no entiendo las personas que pueden disfrutar de estar bajo el sol sin una pileta cerca, sin un asado cocinándose, sin un mar de olas indecisas. Pero bueno, si encontraste a una loca que le gusta el sol de la ciudad, hacela socia de tu cálido club.
—No es para tanto —me dijo Fer en plan mimoso—. Además, vos disfrutás de este cuerpo bronceadito, no?
—Cuando ese color caribeño se va, también lo disfruto —respondí mientras intentaba darle otra forma de calor, más humana.
—No, basta, me voy a duchar que en media hora tenemos visitas.
—¿Vienen los chicos? —pregunté mientras me iba con una copa de vino blanco a sentarme en el balcón.
—No —me gritó Fer ya entrando a ducharse—. Invité a esta chica que te conté. Me hace divertir mucho con sus anécdotas. A vos te va a caer bien.
—¿Entonces me tengo que vestir?
—Sí nene. Ponete algo que ya debe estar por ven…
Su frase quedó interrumpida por el timbre sostenido que comenzó a sonar.
—Ay, ahí llegó. Andá a abrirle y servile algo, yo me pego un baño rápido y me uno a ustedes.

Protestando un poco mientras me ponía una bermuda, fui hasta la puerta y…
—¡Hola vecino! ¿Acá es lo de Fernanda?
—¿Flor? ¿Qué hacés acá? ¿Te volviste loca?
—No, tomando sol nos hicimos amigas con tu novia y acá estoy, “conociéndote por primera vez” —dijo mientras me daba un beso que rozó la comisura de mis labios, y se hacía dueña de mi copa de vino.


(sentí que me bajaba la presión y para colmo afuera no corría una gota de aire fresco…)

2 comentarios:

Yo NO SOY Cindy Crawford!! dijo...

Jajaja, eso te pasa por juntarte sólo con bitches.
:P

Gastón dijo...

Yo NO SOY Cindy Crawford!!: Y los demás animalitos de la granja, qué?