Cuando me desperté sentí el calor del colchón pero no el cuerpo que me había calcinado hasta desmayarme. La poca luz que se filtraba por la ventana no me permitía recordar dónde me encontraba, hasta que de a poco fui reconociendo mi sweet home y me quedé tranquilo y sin la obligación de tener que saltar de la cama.
Sin embargo, el silencio que reinaba en el depto me hizo sospechar que Laura sí había tenido que irse. Me fijé la hora en el celu y marcaba que habían pasado un par de minutos del mediodía y no tenía ningún mensaje nuevo.
Ya me encontraba levantado, vestido y haciéndome unos mates cuando apareció Sebas.
—¿Recién te levantás?
—No, hace unos 11 minutos.
—Entonces te van a venir bien estas medialunas calentitas que traje.
Desde que estos días me quedé en Baires, los chicos no dejan de mimarme como siempre lo hicieron, aunque creo que ahora yo los siento mucho más.
Entre cebada y medialuna, con Sebas nos fuimos poniendo más o menos al día con nuestras vidas. Y así como le conté de la ida de Carolina y la reaparición de Laura, él me contó de lo bien que andaba con Vero y que no podía creer cómo la llegada del “verdadero amor” podía hacerle a uno modificar su vida sin dolores y casi de manera natural.
—Supongo que llega un momento en la vida en que uno quiere despertarse y no tener que salir corriendo porque llegan visitas inesperadas o esconderse en un placard rezando para que al marido no se le ocurra colgar el saco del perchero.
—Es verdad… —reflexionó Sebas mirándome extrañado de que sea yo el que esté diciendo eso—. ¿Y eso es lo que estás buscando ahora?
—Puede ser… Pero igual todavía no logro encontrarlo.
—Mejor dicho, encontrarla. Porque lo que vos querés es una mujer a la que te puedas dedicar totalmente sin pensar en invenciones o salidas de emergencia.
—No sé… Supongo que sí… La verdad es que tengo ganas de… Bueno, por ejemplo hoy me desperté y Laura no estaba.
—¿Y a dónde se fue? ¿No me dijiste que estaba divorciada?
—Sí, pero…
No terminé la frase porque de pronto descubrí un papel escrito sobre le mesa y resulta que era un mensaje de Laura.
—¿Qué dice? Dale, leela en voz alta —me pidió Sebas.
“Gas: No quise despertarte porque era todavía temprano y… sé que estabas cansadito.
La verdad es que yo también, pero le prometí a Thiago que hoy lo iba a llevar al zoológico y quiero aprovechar que hoy apareció el solcito.
Cuando te despiertes (y me extrañes) si querés llamame y vemos si hoy nos podemos volver a ver.
Te dejo un besito como el de anoche…
Lau”
—¿La vas a llamar, no? —quiso saber Sebas.
—Sí, pero más tarde… No quiero que sospeche que me partió la cabeza.
El Camino de la Humildad
Hace 1 día