viernes, 31 de julio de 2009

125. cena de negocios

Todavía falta para la hora exacta del compromiso inquebrantable al cual debo presentarme. Recostado en mi sillón, tan favorito como único, trato de pensar una excusa apropiada para no tener que ir. Un buen disco de jazz entrando por un oído con una copa de algo en la otra mano, va creando el ambiente ideal para mis pensamientos oscuros. Trato de relajarme pero no lo logro. Me encuentro casi en la obligación de asistir a otra estúpida e innecesaria cena de negocios.

Mi querido jefe realizó un par de operaciones malas y gastó un dinero que se fue de sus arcas casi sin llegar a darse cuenta (o tal vez sí, pero no lo quiso ver).
Ahora que estoy metido en el negocio ajeno más de lo que mi cuello desea, no sé cómo pero me vi embarcado por propia voluntad a hablar con una persona para intentar revertir esta situación financiera y apretada. Y esa es la razón exacta por la que hoy viernes tengo que presentarme puntualmente a la exquisita casa del señor Horacio, con mi mejor traje, mi mejor sonrisa, y con mis mejores palabras falsas para que acepte firmar el ansiado y esperado cheque salvador.
Pero yo ya conozco estas cenas de negocios...
Pareciera que, según la cantidad de billetes que se necesitan, menor es la porción de lo que se sirve.
La plata la gastan en copas preciosas pero llenos de vinos mediocres extraídos de bodegas mediocres.
Y en los mejores platos se sirven comidas desconocidas de gustos extraños.
En fin… La humillación es tan aguda como eterna.

Con la ayuda de un pequeño mapa electrónico arribo a la dirección precisa con sólo veinte minutos de retraso. La puerta se abre como por arte de magia y, una alfombra de desordenados pelos grises, me indica el camino hacia la recepción.
Paso por el costado de unas cortinas puestas para la ocasión y al llegar al centro de la sala principal me encuentro con la presencia de una veintena de extraños personajes que por alguna extraña razón, me resultan conocidos.
De pronto y sin ningún disimulo se acerca a mí, con los brazos extendidos y una sonrisa demasiada amplia, el señor Horacio. Me saluda como si nos conociéramos de siempre, de toda la vida y algo más. Agradece mi presencia y me acerca una pequeña copa de un trago que tiene un color que no logro reconocer. Con la ayuda de una respetuosa y fuerte palmada en mi espalda, la bebida pasa con prisa del interior de la copa a mi propio interior sin hacer escala alguna.
El calor se hace sentir y las luces comienzan a girar.

Sentados a una mesa tan larga como las horas de pena, por pedido del anfitrión tomo lugar a su lado y, haciendo sonar una campanilla de voz aguda, se hace presente el personal de cocina con bandejas de plata que esconden en su interior las mejores comidas típicas de los países menos típicos.
Desde jarras infinitas las copas de todos los presentes son desbordadas de vinos sacados de las uvas del Paraíso que traen señoritas de poco ropaje.
Una de las chicas que se encuentra vestida con rouge, se acerca y toma mi saco para colgarlo de una de la centena de estatuas que se encuentran en el corredor del fondo.
Desde un ventanal ubicado de manera estratégica, se puede observar una fuente en la que se encuentra un sinnúmero de angelitos arrojando agua desde sus pequeñas bocas en forma de “o”. Y justo del otro lado, una orquesta de exquisitos músicos y delicados instrumentos ejecutan con excepcional maestría clásicos de jazz para que acompañe de fondo las palabras sin sentido que podemos llegar a decir.

Y mientras me quedo escuchando estas temas jazzeros que tanto disfruto recostado en mi sillón, me doy cuenta gracias al reloj de pared que se encuentra firme delante de mí, que se hizo demasiado tarde para asistir a la cena de negocios en la casa del señor Horacio.
Espero que sepa disculpar mi presente ausencia y que comprenda que, sinceramente, no logro soportar esas aburridas y rutinarias cenas de negocios en las que ciertos favores, se deben pagar a un precio demasiado alto.
Y lo que es peor… Sin que valga verdaderamente la pena.

9 comentarios:

diario dijo...

WOW... un posteo loco, rayando la fantasía pero cargado de realidad... (¿me perdí?), pero me sentí a gusto con cada palabra -SI HASTA ME IMAGINÉ LUCES EN EL FONDO DE LA FUENTE!- ...

MA GIS TRAL, hermano, de verdad.

Horacio... que envidia me daría tener a una banda de Jazz tocando mientras disfruto de la buena vida.
(me voy a dormir, y mientras Morfeo llega, pondré uno de mis buenos discos de Jazz ... porque imaginación me sobra).

Un abrazo engominado de dandy...

Ana dijo...

Mucho mejor tu singular reunión que seguro la que hubieses tenido. Me relajé casi tanto como tú al leerte jeje ¡Un beso!

Cris dijo...

Me encantó la descripción minuciosa de la escena, me sentí en ella.

El deber de estar, el no querer ir.

Uno debe en la medida, hacer lo que sienta mejor.

Besos

Floripondia dijo...

que buen post!

eme encantooooooo!

Yo NO SOY Cindy Crawford!! dijo...

Va a entender creo yo...

Pulgamamá dijo...

Todo el tiempo pensé que la cena había sucedido tal cual y me sentí como en Eyes Wide Shot, en la escena de la cena en la casa magistral. Mejor que no fuiste. Abrazos!

Anónimo dijo...

Que buen post, te lleva de la mano..

Haaa me encanta el jazzz, imaginé cada detalle.

Abrazos!!!

Luna dijo...

Agradezco no haber tenido que pasar por esta clase de cenas nunca.

Besos

Gastón dijo...

Ángelos: Sí, a mí también me gustaría tener todo eso e invitar a la gente a pasar un buen momento nocturno.
Pero se me complica poner la fuente en el depto, y supongo que la banda de jazz en el balcón puede ser peligroso.
Abrazo sin invitación

Ana: Me alegro que hayas llegado al relax conmigo
(bah, con la escritura)
Besos suaves

Cris: Si hiciéramos nada más lo que nos gusta... ¡¡¡Qué mundo perfecto!!!
Besos que te gusten

Floripondio: Y a mí me encantó que te haya encantado
Besos mágicos
(encantados)

Yo NO SOY Cindy Crawford!!: Por la hora que es, no le va a quedar otra, jejeje.
Besos precisos

Extranjera: Bueno, si había alguna escena como al de la peli... creo que iba, jejeje.
Besos con los ojos abiertos

Jasvi: Escuchando jazz podemos ir a cualquier lado que el ambiente va a ser bueno
(y ni hablar del ritmo)
Abrazo improvisado

Luna: Me alegro que yo tampoco.
La próxima nos ausentamos juntos, querés?
Besos rebeldes