jueves, 14 de octubre de 2010

191. libro cerrado

–¿Dónde estabas? –me preguntó Sebas apenas abrí la puerta.
–Había salido a dar una vuelta.
–No podés desaparecer así. Tu hermana me reventó las bolas para ubicarte –me retó Pablo de parte de él y de Ana.
–Es que no desaparecí como podrás ver.
–¿Y por qué no contestabas las llamadas? Hace como tres días que no te podíamos ubicar ni por acá ni por el celu –me dijo Sergio sin posibilidad de que se le pararan los pelos por obra y gracias de su pelada.
–Ah, el celu… –exclamé recordando el vuelo comunicacional–. Es que no sobrevivió a la caída desde el balcón, pero en unos días me lo reponen.
–Patadas en el culo te vamos a reponer, nene –me contestó sacado Cris–. ¿No te parece que ya va siendo hora de que vuelvas a la normalidad?
–Supongo que sí –dije mientras clavaba sin ironía la mirada en el almanaque.
–¿Dónde estabas? –sonó una vez más la pregunta inicial pero ahora en boca de todos.


En los últimos días intenté determinar porqué la ida-huida de Laura me afectó de una manera desconocida. No sé si era el tiempo el que intentaba curarme o simplemente se trataba del certero efecto de mi buena mala memoria, pero durante unas pocas noches logré dormirme a la hora señalada y sin despertares a destiempo.
Pero la paloma mensajera que me trajo señales de vida de ella desarmó mi fortaleza de arena. Lo demuestra el arrojo del celular por el balcón y mis noches de insomnio posteriores.
Cada pensamiento que me visitaba tenía su cara, y entonces salí a buscarla. Simplemente salía a la ciudad que conozco y me conoce y caminé por las calles que nos vieron alguna vez pasar, por las esquinas en que nos besamos, por los laberintos en que nos perdimos, por las plazas donde jugamos, por los bares donde soñamos…
Perdí noción del tiempo y del lugar, pero lo más grave es que había perdido noción de mí y mi alrededor.
La busqué como quien busca a su sombra durante la noche…
Como quien busca a un vendedor de corbatas en el desierto…
Como quien busca una estrella fugaz en el suelo…
Como quien busca la libertad en un bolsillo…
Como quien busca la felicidad en una sala de terapia intensiva…


–Y la encontraste, ¿no? –quiso saber Lorena con su instinto femenino intacto y su mirada humedecida.
–Sí, claro… Estaba yo sentado debajo del monumento de la plaza cuando la vi pasar caminando del brazo de su ex.
–¿Y qué hiciste?
–Ya no quedaba nada más por hacer, por lo que me volví al depto con la certeza de que nunca se sabe cómo termina el cuento… Hasta que llega el final y hay que cerrar el libro.

10 comentarios:

Yo NO SOY Cindy Crawford!! dijo...

Y sí.

Darse de cara con la realidad es lo mismo que decir, en este caso, "darse la cara contra la pared".

Besos.

marly dijo...

ya era hora que entraras por estos lados!! mucho anntisocialismo hace mal y se te extrañaba por aca
la perdida de laura es grande y te entiendo por que por mas de una oportunidad hemos peliado con mi novio y casi terminado aun q nunca terminamos de verdad pero ese segundo ese minusculo segundo en que lo siento partir es como si se perdiera todo mi yo junto con el
besos!

Lolita y El Profesor dijo...

Así es esta aventura llamada Vida, Gastón.
Hay libros que se cierran, hay libros que se abren.
Es duro cuando hay que cerrarlos, bien que lo sé. Pero, ¿qué remedio?
Abrazo comprensivo,

El Profesor

Hada dijo...

Miles de veces miré ese monumento buscándote...
Miles de veces miré a través de la ventana...
Miles de veces te sigo buscando...

Qué difícil cerrar el libro...

M.E.A.B. dijo...

Siempre y cuando sigas leyendo tu libro o, por lo menos, escribiéndolo.

BENHUMEA dijo...

Creo que aun es demasiado pronto para que pienses en cerrar el libro mi querido Gaston, son solo vueltas de pagina.

Un besito muy grande. Te leo.

Gastón dijo...

Yo NO SOY Cindy Crawford!!: Darse la cara contra la pared mientras un camión gigante y con acoplado te pasa por encima.
(y se te mete una basurita en el ojo...)

Pequeñita: Acá hubo una partida, y no sólo de su figura, sino de algún que otro corazón.

El Profesor: El otoño de un libro que deshoja...

Gastón dijo...

Hada: Cómo darte una bienvenida si siento que siempre estuviste?
Qué lástima esa búsqueda cuando existieron tiempos en que se me encontraba tanb fácil...

Sigo creyendo en las hadas... aunque tenga estas heridas de guerra!

Besos...

Gastón dijo...

M.E.A.B.: Como los libros de "Elige tu propia aventura" en los que hay tantas elecciones, o Cortázar y su "Rayuela" en que el camino no es siempre tan derechito...

Behumea: Quién sabe...
Quizás se cierre el libro y se empiece a escribir un segundo tomo
(no lo creo, pero quién sabe...)

Rouse dijo...

Interminable sufrimiento..nadie nos da un libro dónde sigamos al pie de la letra que hacer en estos casos, el corazón duele..el alma va en pos de ser sanada...quisiéramos arrancarnos el sentir o en su defecto sedarlo...pero el amor si te das cuenta no sólo viene en forma pasional..que bueno que estén los amigos a tu lado...siempre fieles siempre entregados...date un respiro, date un tiempo, sabemos que el destino cambia constantemente de parecer...el final aveces llega demasiado pronto...antes de que lo queramos...
querido gastón tus seguidores (hablo por mi) tenemos la certeza que queremos emprender ese viaje de tristeza y esperanza... un muy fuerte abrazo besos...