Antes que nada quisiera aclarar que desde mucho antes de conocer al animado felino fanático de la lasaña (Garfield), ya coincidía con él en odiar a los días lunes.
Lorenzo es mi jefe en la editorial. Tiene la edad de mi viejo y muchas veces realiza ese papel.
Hace tiempo que nos conocemos y por eso cuando terminó la reunión en la que expresó las metas de este año, totalmente audaces teniendo en cuenta la publicitada crisis mundial, hizo que todos se retirasen menos yo.
Me observó detenidamente mientras se pasaba la mano por su barba gris y finalmente comenzó a hablar.
—Gastón, estuve leyendo tu “diario personal”, y aunque me causaron gracia algunos párrafos, la verdad es que me tenés un tanto preocupado.
—¿Por qué? —pregunté algo fastidioso.
—Porque pasaron cinco días desde tu separación con Fernanda y todavía no hiciste ninguna referencia a tu estado emocional. Lo único que hiciste fue anestesiarte teniendo relaciones con esa Lucía o echando a tus amigos de tu lado.
Me quedé en silencio. No se me ocurría nada para decirle. Creo que tenía razón.
Pero no tengo ganas de que un lunes por la mañana Lorenzo me venga a dar lecciones de vida interior. Con sofisticado respeto a la jerarquía laboral, me levanté del asiento y me retiré a mi oficina donde me esperaban algunas hojas que revisar y llamados por hacer.
Por fin llegó la hora de salida, ya cansado de esquivar nuevas charlas consejeras con Lorenzo, me tomé el colectivo y me fui para mi casa, pero el lunes todavía no había terminado…
Al llegar a la entrada del edificio me encuentro con Fernanda que estaba esperándome.
—Te estaba llamando al celular pero saltaba al contestador. Mirá, vine a buscar una ropa que necesito porque el miércoles tengo un cóctel y…
—No hay problema, pasá.
Tomamos el ascensor y el viaje hasta el séptimo piso parecía interminable. Veinte horas después llegamos al piso correspondiente, abrí la puerta del depto y entramos. Ella se quedó esperando y yo le dije que sus cosas estaban en el mismo lugar donde las había dejado, por lo que fue a la habitación y sacó unas prendas.
—¿Nada más que eso te llevás?
—Supongo que pasaré en la semana a buscar todo lo demás.
Nuevamente un silencio incómodo que rompí yendo al baño y regresando con su cepillo de dientes.
—Mirá, sé que te hice empezar el año para la mierda —dijo mientras guardaba el cepillo en su cartera—, pero sabés que lo nuestro hacía rato que no estaba funcionando y… bueno…
—No digas nada. Avisame nada más cuando vas a venir así preparo tus cosas.
—Ok, pero, ¿estás bien vos?
—Tuve mejores vidas que estas, pero supongo que voy a poder seguir.
—No lo dudo, sos muy bueno. Simplemente que ya no había esa química del principio entre los dos.
—Ni tampoco tanta “física”.
No dijo nada, lo único que se escuchó fue el beso de despedida y sus pasos alejándose, una vez más, de mí.
Casi sin darme cuenta la noche se instaló sobre la ciudad y tirado en el sillón me dispuse a mirar una peli que estaba por comenzar, ““Antes del amanecer”.
Ya la había visto tiempo atrás, pero esta vez no pude ver el final.
Mi jefe Lorenzo va a entender.
(y todavía faltan unos minutos para que se termine este maldito lunes)
lunes, 5 de enero de 2009
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2 comentarios:
..es que dudo que haya alguien que realmente entienda, te entienda.
Cuando algo tan complejo como una pareja se despide quedan pedazos por todos lados, como la ropa de ella... todavía sin retirar.
Y uno se hace cargo de a poco, es que duele, mucho.
Dale tiempo a tu jefe.
A vos.
A Fer.
El tiempo es sanador.
Cuidate, que descanses...
Hasta el martes.
El tiempo mata.
El tiempo sana.
El tiempo te pisa.
El tiempo te persigue.
El tiempo no para.
Y nosotros, con tiempo, hacemos casi lo mismo.
De todas maneras tendré en cuenta tus palabras, querida Feri, y meditaré sobre ellas
(si es que tengo tiempo)
Besos a destiempo
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