—¿Te enteraste? —me pregunto con voz grave, pero no de tono, sino de gravedad.
—Creo que no. ¿Qué era lo que me tenía que enterar? —pregunté yo de manera aguda, pero no de tono, sino de perspicacia.
—¡Una desgracia! ¡Una desgracia! —repitió Cristian agregándole suspenso al asunto.
—¿Lo de Sokol? Sí, me dio por las pelotas.
—¿Quién? No, peor aún —dijo, dejando en evidencia que no entiende nada de rock, y finalmente dio por terminado el misterio—. Se murió Katy.
—¿Quién es Katy? –pregunté realmente sin saber a quién se refería.
—Katy —repitió y aclaró—, la gata de Pato.
A la tardecita nos presentamos con Cristian en lo de Pato. Hacía una pequeña reunión velatoria para su mascota. Pato casi no podía ni hablar. Pamela estaba sirviendo tazas de café entre los presentes. Me acomodé en un rincón donde estaban algunos del grupo conversando.
—Yo la entiendo, pero por lo menos no sufrió —dijo la buena de Lore.
—¿Cómo fue?
—Se fue a la calle.
—¿Y lo pisó un auto?
—No, se fue a la calle saliendo por el balcón. En nueve pisos perdió las siete vidas.
—Por lo menos no fue una muerte lenta como la que tuvo mi tortuga —dijo Javier, provocando la primera risa del lugar y la mirada inquisidora de las viudas.
—La verdad es que prefiero a los perros antes que a los gatos.
—Todo lo contrario que yo —dijo Pablo con ironía–. Lástima que sean tan caros.
Otra vez la risa que se nos escapó y la mirada certera sobre nosotros.
Finalmente se puso el cuerpo de Katy en el interior de una maceta y allí se lo enterró, dejándolo en el balcón maléfico.
Pato nos agradeció la visita con un gesto mudo y Pamela nos fue despidiendo mientras nos acompañaba a la salida y regresaba a quedarse junto a su amiga.
Sergio se quedó mirando la escena y preguntó al grupo:
—¿Ustedes creen que Pato y Pamela…?
—Obvio —respondimos todos juntos, mientras nos despedíamos en la esquina.
Algunos compartieron un taxi, otros iban a esperar el colectivo, y yo decidí caminar un poco.
Cada uno a su manera, a su modo, a su ritmo, con su estilo, como cada una de las siete vidas que todos tenemos.
martes, 13 de enero de 2009
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2 comentarios:
;)
A mi ya se me gastó alguna...
La enterré en otra maceta.
Ferip: Yo ya las gasté, pero pedí un préstamo.
(pero no me gustó nada el tipo que vino a que le firme el documento, tan misterioso y con su mirada roja)
Besos llenos de vida
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