Me dejó un mensaje Ana para ver si podía Tami quedarse esta noche en mi casa, ya que ella tenía una cita.
Después de salir de la editorial, paso a buscarla.
Cuando nació Tami, Ana contaba con 19 años. Cuando se enteró que estaba embarazada, su novio (bastante más grande que ella) se tomó un avión a Miami, donde tenía algunos negocios, y nunca se supo más nada de él.
Ana contó más que nunca conmigo, los viejos y los amigos.
A medida que crecía su panza, su sonrisa se hacía más fuerte, linda y sincera.
Y Tami la llenó de tanto amor como ningún tipo podría hacerlo.
Pero se entiende, Ana es joven, es linda y está bien que busque a alguien para armar una pareja.
Mientras tanto, Tami y yo llegamos a casa después de comernos un par de cajitas felices en lo del tío Mc.
En el camino a casa le propuse ir al cine a ver alguna peli.
—En la mochila traje para ver un dvd.
—Ah, bueno, no sabía. ¿Y qué trajiste para que miremos? —le pregunté entusiasmado.
—El rey león —me contestó con sus ojitos compradores.
Tami heredó de mí la extraña fascinación de poder mirar varias veces una misma película, y de mirar por primera vez algunas que ya llevan sus buenos años de existencia. Es raro que algún estreno lo pueda mirar en el tiempo correspondiente.
Pero “El rey león”, aunque es un gran dibujito, ya la habíamos visto 832756283 veces (como tantas otras). Sin embargo, sus deseos son órdenes, mi pequeña reina, y ya sentados en el sofá con vasos de gaseosas y algún chocolate gigante de poca duración, nos disponemos a ver la peli.
La botella de gaseosa casi vacía, sin rastros del chocolate (salvo alrededor de nuestras bocas), los créditos de la animación pasando por la pantalla, Tami que me mira con sus ojos oscuros, y finalmente me hace la pregunta:
—Tío, ¿y mi papá?
Ahora entiendo por dónde venía la excusa de mirar esta película que, sobre todo, trata de la relación entre padre e hijo.
Hay una herencia de enseñanzas que se transmiten, justamente, de padre a hijo.
Hay un padre que se va a los cielos y desde allá continúa acompañando, pese a todo, a su hijo en los momentos de dudas, de soledades, de necesidades.
Hay un padre, carajo, que a ella, a Tami, a mi hermosa y chiquita sobrinita, decidió dejar de conocer por su perra cobardía, por su feroz egoísmo, por ser un tremendo hijo de puta que decidió escapar sin dejar rastro de sus huevos.
—Tío, ¿y mi papá?
—¿Qué… pasa con… tu… papá? —le pregunto con un nudo marinero en la garganta.
—¿Un día va a venir a visitarme?
—No lo sé… ¿Por qué te gustaría que venga?
—Para que le expliques que un papá tiene que ser así como vos para que yo lo quiera mucho y mi mamá también.
Mientras disimulaba las lágrimas que se me caían, fui a buscar, para que miremos juntos, la película de Peter Pan, esa donde los niños no crecen por nunca jamás.
miércoles, 14 de enero de 2009
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11 comentarios:
Me dejaste a los lagrimones...pucha...
Yo te puedo decir que a veces es mejor perderlo que encontarlo...esos progenitores que no llegan a la clasificación de PADRES. No se si, de haber vivido el mío, mi vida hubiese sido buena, aún con las pérdidas, porque hay cuestiones que también se terminan heredando, y te aseguro...que ciertas herencias mejor no recibirlas, no aprehenderlas...
Abro mis manos para dejarlo ir.
Creo que a Tamy le viene mejor un tío que la ame, que la acompañe, que sea la imagen de hombre-papá-tío... varón que necesita para desarrollar confianza y autoestima.
Creo que es mejor así. Un tío también puede levantar a su sobrinita bien alta, como en El Rey León, y mostrarla - orgulloso - al mundo. Esa sensación, ese lugar, es la mejor herencia.
Beso!
Y yo adoraba a Peter...
Quiero moneda con misma cara!
Ferip: Gracias por compartir tus palabras e historia.
Y sobre Tami...
Bueno, ella se va a ir dando cuenta que no seré su papá, pero soy su tío y siempre voy a estar para lo que me precise.
Besos familiares
Me hiciste llorar. No es poco frecuente en estos días, pero tampoco es cosa de todo el tiempo.
Será que pese a las enormes diferencias, algo me revolvió en el tripaje. Será que tengo la leve sensación de que mis hijas sienten algo similar, pese a que nunca las abandoné y a que no tienen tíos copados. Será que las separaciones dejan algo de todo eso en la cabeza y en el alma de los pibes, y cuando estos pibes crecemos sentimos que a todos les pasa igual, incluso a nuestros hijos.
Será que nunca alcanza el tiempo para estar con ellas y uno vive puteando contra relojes, la madre natura y la economía mundial, pero al fin de cuentas el resultado sigue siendo poco tiempo con ellas. Aunque ahora de mejor calidad, es poco. Muy poco. Será por eso que me caló tan hondo.
Perdón pro el garronazo pero estoy en esos días en los que no debí haber leído cosas como estas.
Me gustó tu relato Gastón. Ya no blogueo como hace un año, pero voy a volver.
Abrazo
Ay, Gastón, vi tu comentario en el blog de Feri y me dio curiosidad. Y al leer este post, senti varias cosas: impotencia, bronca, dolor.
Creo entender qué sentiste.
No sé que decir o sí pero prefiero dejar mi huella, decir aquí estoy y mandarte un abrazo enorme.
Naimad: Sí, los hijos...
No sólo amor, sino también presencia, pero no juzgo (por favor) sé que a veces es difícil, tan difícil encima en este mundo que te obliga, te exprime, te exige, etc.
Pero por ellos es que hay que seguir intentándolos.
Abrazo pater
Cecilia: Antes que nada muchas gracias por pasar por acá.
Y después de todo decirte que yo sentí lo mismo que vos.
Tu huella es un placer para mí.
Besos
Si me permitís, te reformulo la apreciación: Solo hay una razón para seguir intentándolo... ellos.
Difícil no es imposible, solo es menos fácil.
Pero hay que remar, aunque sea en dulce de leche, y sembrar. Algún día vendrá el tiempo de cosechas.
Abrazo de gol
Me encantó. Tus tiernas historias diarias nos llenan de emoción Espero que te sientas feliz ahora que volviste tus escritos no sabes como los extrañaba...
Naimad: Se sabe, sabemos que no importa la cantidad, sino la calidad.
Estoy seguro que tus hijas van a saber valorar los (buenos) momentos que compartieron.
Abrazo grande, fuerte.
Mucha: Te agradezco por tus palabras. La verdad es que (vos lo sabés bien) escribir es mi vida, y por eso me lo paso escribiendo... y viviendo.
Te mando un beso de esos que sé que te llegan
Mudo yo. Con un hueco en las palabras.
José Roberto Coppola
Terapia de piso: Antes que nada te agradezco el paso.
Y ahora sí... quedémonos en silencio (por lo menos por esta vez)
Abrazo sin ruido
muy tierno, sigo leyendo...
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